jueves, 2 de noviembre de 2017

Escribe Juan Santana


 QUE PERDURE

En esta ocasión me pongo frente al ordenador, con la mayor humildad posible, pues tan solo me quiero centrar en la misa de enfermos que se celebrará en Arinaga, Dios mediante el próximo sábado día 4 de Noviembre de 2017.

Como es por la fiesta de San Martín de Porres, pido al santo que ilumine mi pensamiento y escriba algo que agrade a los demás.  

Tengo guardadas en mi maltrecha retina aquellos días en los que iba del brazo de mi difunta madre, esa que nos inculcó la fe en San Martín, en esos tempranos años que veías como bajaban de las ambulancias aquellas camillas y sillas de ruedas con los enfermos que por lo menos a nosotros nos parecían hasta sonrientes, como buscando, si no la salud completa, sí el alivio para llevar su enfermedad como Cristo llevó su cruz.

Todos deseamos siempre besar su “Reliquia”, para así tener su protección.

Si hacía buen tiempo se celebraba dicha misa en la plaza, junto a la iglesia, pudiendo disfrutar así de un mayor aforo, pues la gente acudía en masa, llegadas de todos los pueblos de la isla, unos porque se enteraban de la celebración y otros por haber vivido en Arinaga en la época gloriosa del cultivo y empaquetado del tomate.    

Por eso era tiempo de reencuentro de personas que solo se veían en ese momento, volviendo después cada uno a su lugar de origen, pidiendo al santo que al año siguiente se vieran de nuevo.

Luego, como queriendo alargar más su estancia, aunque sea con el pensamiento, propios y extraños recogían el pequeño pan que se repartía y supongo se seguirá repartiendo al finalizar la misa, llevándolo a su casa con la ilusión de que al comerlo estaban aceptando uno de esos panes que San Martín repartió, sacándolo de aquella cesta con la que llegó al convento para pedir disculpas al “Padre superior” por haber repartido la comida destinada a los monjes, escuchando de boca de aquel hombre las palabras: ¡Pues muy poco caritativo has sido Fray Martín, ya que en la cesta no falta nada de lo que se te encargó!

Y es que la Virgen María, de la que era tan devoto, había proporcionado al santo todas las cosas que había repartido como limosna a los más necesitados.  
  
No quisiera que nadie se ofendiera si no las nombro aquí, pero es de justicia que sí comente la labor que hacen Pepita y su esposo, los cuales y con mucho sacrificio se multiplican para que la fiesta no caiga en el olvido, teniendo que hacer verdaderos malabares para sufragar los gastos que origina esta celebración que también se mantiene gracias a la fe en el santo.  

Para que vean que no me olvido, aplaudo aquí la labor que hacen las llamadas “damas de San Martín”, ayudando en todo momento al desplazamiento y colocación de los enfermos dentro del templo. 

También a los fundadores de la fiesta, Juanito Domínguez y su esposa Juanita MENA, los cuales disfrutan junto a San Martín al ver que la fe perdura por mucho que pasen los años, guardando nuestras tradiciones.  

Me despido pidiendo al santo que reparta salud para todos y con el grito:

¡Viva San Martín de Porres!

Su devoto: Juan Santana Méndez


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