QUE
PERDURE
En esta ocasión me pongo frente al
ordenador, con la mayor humildad posible,
pues tan solo me quiero centrar en la misa de enfermos que se celebrará en
Arinaga, Dios mediante el próximo sábado día 4 de Noviembre de 2017.
Como es por la fiesta de San
Martín de Porres, pido al santo que ilumine mi pensamiento y escriba algo que
agrade a los demás.
Tengo guardadas en mi
maltrecha retina aquellos días en los que iba del brazo de mi difunta madre,
esa que nos inculcó la fe en San Martín, en esos tempranos años que veías como
bajaban de las ambulancias aquellas camillas y sillas de ruedas con los
enfermos que por lo menos a nosotros nos parecían hasta sonrientes, como
buscando, si no la salud completa, sí el alivio para llevar su enfermedad como
Cristo llevó su cruz.
Todos deseamos siempre besar
su “Reliquia”, para así tener su protección.
Si hacía buen tiempo se
celebraba dicha misa en la plaza, junto a la iglesia, pudiendo disfrutar así de
un mayor aforo, pues la gente acudía en masa, llegadas de todos los pueblos de
la isla, unos porque se enteraban de la celebración y otros por haber vivido en
Arinaga en la época gloriosa del cultivo y empaquetado del tomate.
Por eso era tiempo de
reencuentro de personas que solo se veían en ese momento, volviendo después
cada uno a su lugar de origen, pidiendo al santo que al año siguiente se vieran
de nuevo.
Luego, como queriendo alargar
más su estancia, aunque sea con el pensamiento, propios y extraños recogían el
pequeño pan que se repartía y supongo se seguirá repartiendo al finalizar la
misa, llevándolo a su casa con la ilusión de que al comerlo estaban aceptando
uno de esos panes que San Martín repartió, sacándolo de aquella cesta con la
que llegó al convento para pedir disculpas al “Padre superior” por haber
repartido la comida destinada a los monjes, escuchando de boca de aquel hombre
las palabras: ¡Pues muy poco caritativo has sido Fray Martín, ya que en la
cesta no falta nada de lo que se te encargó!
Y es que la Virgen María , de la
que era tan devoto, había proporcionado al santo todas las cosas que había
repartido como limosna a los más necesitados.
No quisiera que nadie se
ofendiera si no las nombro aquí, pero es de justicia que sí comente la labor
que hacen Pepita y su esposo, los cuales y con mucho sacrificio se multiplican
para que la fiesta no caiga en el olvido, teniendo que hacer verdaderos
malabares para sufragar los gastos que origina esta celebración que también se
mantiene gracias a la fe en el santo.
Para que vean que no me olvido,
aplaudo aquí la labor que hacen las llamadas “damas de San Martín”, ayudando en
todo momento al desplazamiento y colocación de los enfermos dentro del
templo.
También a los fundadores de
la fiesta, Juanito Domínguez y su esposa Juanita MENA, los cuales disfrutan
junto a San Martín al ver que la fe perdura por mucho que pasen los años,
guardando nuestras tradiciones.
Me despido pidiendo al santo
que reparta salud para todos y con el grito:
¡Viva San Martín de Porres!
Su devoto: Juan Santana Méndez
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