viernes, 6 de octubre de 2017

¿A QUÉ NOS SUENA LO DE LOS PALOS?

Escribe Paco Mira:

¿A QUÉ NOS SUENA
LO DE LOS PALOS?


          Alguien me preguntaba el otro día, "Paco, Dios ¿Cuándo habla?". En principio parece una respuesta fácil, pero al mismo tiempo tendemos a racionalizar la propia respuesta. Quizás estemos esperando una audición en toda regla, con una vocalización perfecta, y con un auditorio repleto para escuchar lo máximo. Pero... por más que pongamos el oído, probablemente nos quedemos con las ganas.

         Pero Dios sí que habla. Habla en todos los idiomas y en todos los lenguajes, porque su idioma y su lenguaje es universal. Probablemente no hable con las mismas palabras que nosotros, pero no hace falta nada más que salir a la calle, ver lo que sucede y comprobar cómo habla Dios y cómo es la respuesta del hombre. Incluso, a veces, el lenguaje de Dios, puede ser un lenguaje duro, áspero, casi que parece que no tiene que ver con lo que Dios nos representa: unos jornaleros apalean al hijo del viñador. Probablemente sean imágenes que en muchos lugares nos parecen recientes y cercanas y probablemente el hijo es el que menos culpa tiene. Casi como hoy en día.

         La historia de la viña, tanto la de Isaías como la del Evangelio, parece una historia de un amor no correspondido. Parece la historia de un amor en la que no se habla el mismo lenguaje. Parece la historia de un amor que antes de nacer está destinado a morir. Es la historia de unas uvas que son agrazones, que son uvas que no sirven, pero ¡qué curioso que Dios se vale de lo que aparentemente no sirve, para dar a conocer su mensaje!.

         Los viñadores no entienden el mensaje del amo. Los criados no son más que la representación de quien les paga y que ellos creen que es injusto. Menos mal que Dios, a veces, no habla nuestro idioma, puesto que si lo hiciera probablemente sería un Dios vengativo, justiciero, que andaría a palos todo el día y donde el diálogo, la reflexión... no tendrían cabida, como hace pocos días hemos visto en nuestro querido país.

         A veces no sabemos o no queremos valorar aquello que tenemos. No sabemos o no queremos valorar aquello que el dueño de la viña ha puesto en nuestras manos y que sirve para ayudarnos a crecer y en la medida en que nosotros crecemos ayudamos a crecer a los demás. A veces nos comportamos como los viñadores: tenemos un montón de cosas a nuestro alcance, a la altura de nuestras posibilidades y no le damos el valor que realmente tienen y se merecen.

         Dios sigue dando segundas oportunidades. Por eso y como lo recalca Isaías le darían ganas de arrancar la viña y convertirnos en eriales. Pero no, nunca abandona a sus hijos, nunca dejará que le den palos, siempre estará abierto al diálogo de quien quiere dialogar y escuchar. Dos no discuten si uno no quiere.

         Esta semana hemos celebrado la fiesta de uno de lo grandes de la historia, de Francisco de Asís. Un pequeño hombre de estatura, pero un gran hombre de corazón. Un hombre que supo oponerse a todo lo que se le ponía en su camino y renunciar a lo que más quería que era su familia, sus amigos, la herencia de su padre.... Un hombre apaleado por la propia vida, pero un hombre que supo entender que la vida, la vida de Jesús de Nazaret, no es una tarea fácil y que exige renuncia y aceptación al mismo tiempo de aquello de lo que estamos convencidos.

         Francisco, "ve y repara mi iglesia que amenaza ruina", le dijo el Cristo de San Damián. El ni corto ni perezoso se pudo manos a la obra, pero una obra que no era de manos pero sí de corazón. Probablemente a Francisco, nuestro Papa, el Cristo le dijo lo mismo: había que reparar la Iglesia, había que ser ejemplo para el mundo, había que fomentar la concordia entre todos para hacer una vida más saludable, sana y en paz.. No nos olvidemos que contar votos en una Iglesia no es precisamente el mejor ejemplo del que hablaba Francisco.

         Probablemente todos nosotros tenemos mucho que aprender, incluidos nuestros políticos. Con palos ni los burros, pero con amor hasta el fin del mundo. Cuidemos nuestras viñas, porque probablemente si nos faltan las echaremos de menos.
        
     Hasta la próxima.         
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         Paco Mira

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