Escribe Paco Mira:
¿A QUÉ NOS SUENA
LO DE LOS PALOS?
LO DE LOS PALOS?
Alguien me preguntaba el otro día, "Paco, Dios ¿Cuándo habla?".
En principio parece una respuesta fácil, pero al mismo tiempo tendemos a
racionalizar la propia respuesta. Quizás estemos esperando una audición en toda
regla, con una vocalización perfecta, y con un auditorio repleto para escuchar
lo máximo. Pero... por más que pongamos el oído, probablemente nos quedemos con
las ganas.
Pero Dios sí que habla. Habla en todos
los idiomas y en todos los lenguajes, porque su idioma y su lenguaje es
universal. Probablemente no hable con las mismas palabras que nosotros, pero no
hace falta nada más que salir a la calle, ver lo que sucede y comprobar cómo
habla Dios y cómo es la respuesta del hombre. Incluso, a veces, el lenguaje de
Dios, puede ser un lenguaje duro, áspero, casi que parece que no tiene que ver
con lo que Dios nos representa: unos jornaleros apalean al hijo del viñador.
Probablemente sean imágenes que en muchos lugares nos parecen recientes y
cercanas y probablemente el hijo es el que menos culpa tiene. Casi como hoy en
día.
La historia de la viña, tanto la de
Isaías como la del Evangelio, parece una historia de un amor no correspondido.
Parece la historia de un amor en la que no se habla el mismo lenguaje. Parece la
historia de un amor que antes de nacer está destinado a morir. Es la historia
de unas uvas que son agrazones, que son uvas que no sirven, pero ¡qué curioso
que Dios se vale de lo que aparentemente no sirve, para dar a conocer su
mensaje!.
Los viñadores no entienden el mensaje
del amo. Los criados no son más que la representación de quien les paga y que
ellos creen que es injusto. Menos mal que Dios, a veces, no habla nuestro
idioma, puesto que si lo hiciera probablemente sería un Dios vengativo, justiciero,
que andaría a palos todo el día y donde el diálogo, la reflexión... no tendrían
cabida, como hace pocos días hemos visto en nuestro querido país.
A veces no sabemos o no queremos
valorar aquello que tenemos. No sabemos o no queremos valorar aquello que el
dueño de la viña ha puesto en nuestras manos y que sirve para ayudarnos a
crecer y en la medida en que nosotros crecemos ayudamos a crecer a los demás. A
veces nos comportamos como los viñadores: tenemos un montón de cosas a nuestro
alcance, a la altura de nuestras posibilidades y no le damos el valor que
realmente tienen y se merecen.
Dios sigue dando segundas
oportunidades. Por eso y como lo recalca Isaías le darían ganas de arrancar la
viña y convertirnos en eriales. Pero no, nunca abandona a sus hijos, nunca
dejará que le den palos, siempre estará abierto al diálogo de quien quiere
dialogar y escuchar. Dos no discuten si uno no quiere.
Esta semana hemos celebrado la fiesta
de uno de lo grandes de la historia, de Francisco de Asís. Un pequeño hombre de
estatura, pero un gran hombre de corazón. Un hombre que supo oponerse a todo lo
que se le ponía en su camino y renunciar a lo que más quería que era su
familia, sus amigos, la herencia de su padre.... Un hombre apaleado por la
propia vida, pero un hombre que supo entender que la vida, la vida de Jesús de
Nazaret, no es una tarea fácil y que exige renuncia y aceptación al mismo
tiempo de aquello de lo que estamos convencidos.
Francisco, "ve y repara mi iglesia que amenaza ruina", le dijo el
Cristo de San Damián. El ni corto ni perezoso se pudo manos a la obra, pero una
obra que no era de manos pero sí de corazón. Probablemente a Francisco, nuestro
Papa, el Cristo le dijo lo mismo: había que reparar la Iglesia, había que ser
ejemplo para el mundo, había que fomentar la concordia entre todos para hacer
una vida más saludable, sana y en paz.. No nos olvidemos que contar votos en
una Iglesia no es precisamente el mejor ejemplo del que hablaba Francisco.
Probablemente todos nosotros tenemos
mucho que aprender, incluidos nuestros políticos. Con palos ni los burros, pero
con amor hasta el fin del mundo. Cuidemos nuestras viñas, porque probablemente
si nos faltan las echaremos de menos.
Hasta la próxima.
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Paco Mira
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