viernes, 13 de octubre de 2017

Escribe Paco Mira


¡QUÉ GRANDE LAS MUJERES
EN LA IGLESIA!

          Bueno, pues si la semana pasada era el tema del vino, (de la viña), resulta que ahora le toca el tema a las bodas. ¡Si es que por ejemplo que no quede!. Dios se vale de todo lo habido y por haber para que después no podamos echarle en cara que no hemos oído o escuchado su invitación.

         Este fin de semana nos vuelve a invitar. Nos invita a una boda. Nos invita a una fiesta, puesto que la boda es eso, fiesta. Y es que dentro de las invitaciones que podamos recibir a lo largo de nuestra vida y en contra de lo que pueda parecer, el Reino de Dios, su presencia en medio de nosotros, es una fiesta, es un motivo de alegría. A veces pensamos que la invitación que Dios en Jesús nos hace, es un tostón, siempre es lo mismo, no cambiamos el chip.... y es todo lo contrario: fiesta, alegría, vino como simbología de la fiesta, etc....

         Pero claro. Dios invita, pero no obliga. Por ello el relato nos cuenta que va invitando a un grupo de personas y que cada una le va dando una disculpa, cada cual más peregrina: voy, pero tardaré un poco; ahora no es el momento; me pillas en mala ocasión.... en definitiva que los que en teoría tienen que ir, son los primeros en decirle que no. Eso me recuerda a muchos de nosotros cuando nos invitan a ciertos acontecimientos parroquiales, probablemente nuestras disculpas serán de las más variadas.

         Este fin de semana, recordamos también a Teresa de Jesús. Una gran mujer, para un gran tiempo y para nuestro tiempo. Una mujer que en su momento fue capaz de remar contra corriente y mantener el tipo. Admiro a Teresa como mujer con coraje en una iglesia dominada por la parte masculina. Teresa fue la mujer que escuchó la invitación a la boda. Una mujer que a pesar de todas las dificultades que encontró en la vida, no puso disculpas.

         Teresa, la de Jesús, escuchó y atendió a la invitación a la boda. Atendió y escuchó sin poner la disculpa que hace y dice sí pero no. Teresa no dudó en asistir con el debido respeto. ¡que grande es Teresa en la vida de las personas de su época y de las personas en la actualidad!.

         Me gustaría acordarme de tantas y tantas mujeres que como Teresa,  en la actualidad buscan su puesto dentro de la Iglesia. Muchas ya lo tienen y lo ejercen, y se les reconoce y valora; otras quieren y no pueden por infinidad de razones, pero entiendo que todas tienen que tener el puesto que tienen que ocupar.

         Falta solo un detalle en la invitación a la boda: el traje. No se puede tener cualquier tipo de vestimenta para ir a tal acontecimiento. No todo vale en nuestra Iglesia. No todo vale en el mensaje de Jesús de Nazaret y por eso él lo tiene claro: ¡arrójenlos fuera y vayan a los caminos porque no se puede quedar la boda sin invitados. Me gustaría que analizáramos como vivimos nuestro mensaje evangélico; me gustaría que analizáramos como nos comportamos en nuestras celebraciones y sobre todo cómo damos testimonio de aquello que decimos que creemos y además lo tenemos como importante en nuestra vida.
         Teresa de Jesús, es una mujer aguerrida y valiente. Teresa de Jesús, desde el silencio conventual es capaz de cautivar, motivar y estimular una conversación desde el interior, desde la verdad del corazón. Miremos de frente a Teresa y veamos en ella el ejemplo a seguir para poder acudir a la boda del banquete.
        
      Hasta la próxima         

          Paco Mira

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