DIARIO
DE UN CURA
LOS JÓVENES
Soy
afortunado. Me lo repetí varias veces el lunes después de estar un par de horas
oyendo confidencias de chicos y chicas de apenas dieciséis o diecisiete años.
Soy afortunado porque yo, una persona mayor,
puedo escuchar de una adolescente
que se siente enamorada y no sabe cómo decirlo a los padres. O que un
muchachito te cuenta las dificultades que tiene para dominar su temperamento:
pero que está haciendo esfuerzos por mejorar. O de quien, con quince años, está envuelto en dudas de fe. Y así, hasta
veinte o treinta pequeñas historias. Lo dicho. Soy afortunado y doy gracias a
Dios porque cuando un chico o una chica abre su alma y te cuenta lo que siente,
lo que busca, lo que sueña, lo que ha guardado secretamente hasta ahora…
descubre uno la grandeza de Dios en la
bondad y hermosura de los chicos, con
su sinceridad y su candidez. Me sobrecogió la historia de
Elva. Tenía todo preparado para irse de acampada esta semana santa. Nunca había
ido y era la mayor de sus ilusiones. Ni dormía algunas noches pensando lo bien
que lo pasaría con sus amigos y amigas. Pero de repente, algo rompió su sueño.
Su hermano más pequeño se puso malo. Y
su madre le prohibió ir a la acampada. No podía dejar solo a su hermano. Elva me
dijo:
-Primero
me puse a llorar con rabia porque la maldita enfermedad rompió todos mis
planes. Pero ahora estoy muy contenta
porque tengo la mejor ocasión de decir a mi madre y a mi hermano que les quiero
y hago lo que sea por ellos.
-Yo
me acordé de Jesús, el que dio la vida, con apenas treinta años, por sus
amigos. Lo pensé y se lo dije. Y ella se emocionó y me aseguró que en esta
semana santa va a estar con su hermano… y con Jesús. Porque te prometo -me
dijo- que el jueves santo estaré en la
misa con Jesús. Y que esta semana santa
va a ser la más feliz de mi vida.
Es
lógico que yo me sienta afortunado, ¿verdad? Por eso hoy sólo sé rezar dando
gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar.