Escribe Paco Mira:
PHSISSSS, PHSISSSSS,....
¡CAMAREROOOO!
Creo que todos, en alguna ocasión, hemos ido a tomarnos algún
refrigerio, del tipo que sea. Y siempre ocurre que no conocemos el nombre del
camarero y alguien, en alguna ocasión, se le ocurrió el phsisssss (repetido
varias veces), e incluso el grito, casi de guerra de decir "camareroooooo", como si el pagar
por lo que tomamos nos diera derecho a exigirle a alguien que nos atienda y
además con celeridad.
Estando tomando un refrigerio, una
señora hizo lo del título de mi reflexión y el camarero, dándose la vuelta le
dijo: "Señora, perdone. Me llamo
Carlos". Claro que la señora no tenía por qué saber el nombre del
camarero, pero con la educación que se nos supone, se podría llamar al hombre
de distinta forma. La señora se puso colorada entre otras cosas porque el
trabajador lo dijo en un tono lo suficientemente alto para que los demás no
cayésemos en el mismo error.
Claro,
este fin de semana se nos pregunta (Lucas 10) , "¿quién es mi prójimo?". Y resulta
que son de esas preguntas que quizás habría que decirle al evangelista que
sobran, porque siempre nos dicen lo mismo y que el prójimo ya sabemos quien es
y que lo más probable es que como voy todos los días a misa pues ya tengo pie y medio en la vida eterna. A veces
utilizamos la palabra "samaritano" con una ligereza que me da hasta
pudor el poder utilizarla en nuestros ambientes más cercanos.
Este año que estamos en el de la
misericordia, creo que todos hemos asistido a infinidad de charlas sobre ella.
Hemos leído infinidad de pastorales sobre los mensajes y homilías del Papa.
Hemos ganado el jubileo y se nos ha explicado por activa, por pasiva, por
reflexiva en qué consistía lo de ganar el jubileo. Es más no te olvides de
confesarte, pedir por las intenciones del Papa y de asistir a la eucaristía,
todo en un plazo de veinte días. Muchos ya tenemos la conciencia tranquila que
hemos cumplido con el año de la misericordia.
Pero claro, cuando veo los informativos
me doy cuenta que sigue habiendo miserias y apaleados en los caminos de la
vida. Miseria y apaleados todos los días y no unos cuantos en el año. Cuando
veo los informativos y me doy cuenta que sigue habiendo desahucios, que sigue
habiendo pateras con niños, que sigue habiendo horrores de la guerra con montón
de inocentes, que sigue habiendo familias que no llegan a fin de mes, que sigue
habiendo trabajadores con sueldos infames o que sigue habiendo gente con traje
y corbata que no tiene vergüenza en "robar" (de la forma que sea) y
sigue impune... es que no estoy entendiendo la parábola del samaritano. Que hay
algo que no encaja.
El amor de aquel samaritano no era una
palabra abstracta. No era una palabra bonita en un diccionario. Era una palabra
sentida, vivenciada y puesta en práctica. Curioso que los que ganamos el
jubileo, los que nos confesamos, los que comulgamos, los que pasamos por la
puerta santa... curioso que los presbíteros que ayudan a que eso se cumpla....
a veces damos y dan un rodeo y que al apaleado lo atienda otro.
La palabra amor nos tiene que ayudar a
discernir a los apaleados del camino de la vida. La palabra amor nos tiene que
ayudar a sanar el montón de heridas que en los hermanos que nos rodean tienen y
que quizás por no mancharnos damos un rodeo.
Cuando aquel camarero se enfadó porque
no le dijeron Carlos, hoy los que sufren también tienen nombre y apellidos y
nosotros tenemos que saber reconocerlos, porque si hoy nos preguntan ¿quién es
mi prójimo, qué contestamos?
Hasta la próxima.
Paco Mira
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