viernes, 1 de abril de 2016

¿MIEDO?

¿ MIEDO?
 NOOOOOOOOO.... ES LIBRE

         Siempre lo he dicho y además es verdad, que de todo sabemos y quizás también de todo queremos dar consejos. Siempre nos gusta hablar de todo, aunque conozcamos muy poco o nada de lo que hablamos. Incluso, sin saber de qué suelen ir los temas, nos atrevemos a decir lo que haríamos en su caso, o quizás lo que tiene que hacer porque sin dudarlo le va a resultar bien. En el fondo, cuando hay que hablar de otros, la valentía aflora siempre y en todo lugar. Somos los más valientes del planeta. Claro, lo malo viene cuando nos toca a nosotros, que vemos el partido o la película desde otro lado, quizás del que nos duele.

         ¡Qué fácil le resulta a la comunidad europea decir a donde tienen que ir los miles de refugiados que deambulan por los caminos de la vieja Europa, llenos de barro, en pleno invierno!. ¡Qué fácil es decir, desde un despacho - con calefacción o aire acondicionado, según la estación en la que estemos hablando - y con traje y corbata lo que otros tienen que hacer!. Es más: incluso creen que la medida que adopten o tomen es la justa, adecuada en ese momento. Pero ¿qué pasaría si el que está con el traje en el despacho, fuera el que tiene que caminar por la vieja Europa?. Lo más probable es que el resultado sería otro, las decisiones cambiarían... porque no es lo mismo hablar de otros a ser los otros que hablen de uno.

         El Evangelio de este fin de semana (Jn, 20) nos habla que los discípulos estaban con las puertas cerradas por miedo. ¡Qué fácil será decir que eran unos cobardes, que no daban la cara, que estaban cual gallinas con miedo a los zorros!. ¡Qué fácil es hablar cuando no somos los perseguidos!. Cuando noticias como la de Lahore, en Pakistán, nos pueden dejar impertérritos porque los atentados de Bruselas - por estar en el camino de la vieja Europa - copan la primera noticia; cuando los atentados de Lahore no aparecen ni siquiera en la primera página de los periódicos; cuando en Pakistán, todos los días aparecen cristianos degollados, quemados vivos o fusilados... me pregunto si los primeros cristianos eran cobardes por estar con las puertas cerradas por tener miedo.

         El miedo es libre. Y cada vez, creo que hay más. No sé si nos estamos volviendo más locos que los locos, pero está claro que así no podemos ni debemos continuar. Está claro que no podemos desde un despacho marcar el camino que otros tienen que recorrer sin llenarnos de barro, sin andar descalzos, sin coger gripe o estornudar. El dolor de otro tiene que ser el mío para que desde su posicionamiento poder entenderlo y ayudarlo. No podemos pasar las hojas de un periódico como quien lee una noticia de economía que no nos interesa, mientras un hermano nuestro, quizás con otro idioma, nos tiende la mano para hacerse el encontradizo.

         Creo que los mártires del presente tienen nombre y apellidos. Creo que los mártires del presente no están con las puertas cerradas por miedo. Los mártires del presente son los que dan la cara por otros: como las monjitas de la madre Teresa, como los cristianos de Lahore, como tantos que en Siria huyen del horror diario y cotidiano... y en medio de todos ellos aparece un tal Jesús de Nazaret, que a pesar del miedo y como a los primeros discípulos, les enseña que su camino, que sus llagas, son la ruta a seguir. Todo en la vida no es fácil; todo en la vida tiene una dosis de cierto sufrimiento, no por masoquismo, sino por amor.

         Dios, por medio de Jesús, en medio de nuestro miedo, también nos muestra su camino. Dejemos los trajes y los despachos; recorramos los caminos polvorientos de nuestras calles y ciudades; abramos las manos, pero sobre todo los corazones, para no tener que dar consejos, sino para dejarnos aconsejar por el que solo tiene amor en su corazón. El pobre sabe mucho de eso y.... ¿nosotros?      
        
      Hasta la próxima.

          Paco Mira


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