domingo, 7 de febrero de 2016

A PROPÓSITO DE LA BLASFEMIA Y LAS PALABROTAS

Las historias de Juan Santana
NO SABEN LO QUE DICEN

En el día de hoy, sábado, aunque podría ser cualquier día de la semana, he escuchado a una persona, que en la calle se dirigía a otra con una blasfemia de las grandes. No es que estuviesen peleando, pero le reprochaba el no haber venido, aunque eso es lo de menos, porque lo que me dolió fueron sus palabras.

Yo, en lo poco que sé de mi religión católica, he interpretado siempre la Hostia que tomamos en la misa como el cuerpo de Cristo, por lo cual no entiendo que una persona la nombre, pero solo para ensuciarla. Pido disculpas, pero mi primer pensamiento fue: ¿Y por qué no se acuerda de su madre, que dio a luz a tremendo energúmeno?

Ya toman como rutina el acordarse de Dios para la peor de las palabrotas, sin pensar que hieren sentimientos ajenos.
No me creo su disculpa de que lo hacen sin darse cuenta, pues nunca se equivocan y nombran las cosas de otras religiones, aludiendo en este caso, tan solo a las caricaturas que costaron vidas humanas por las represalias que se tomaron aquellos que se sintieron ofendidos, al ver como intentaban mancillar sus creencias.  

Esos que ofenden a Cristo, en caso de apuro tienen la poca vergüenza de clamar por Él cuando se ven necesitados de su ayuda. Pero ahí radica la diferencia entre nosotros y Jesús, que siempre pone en práctica sus Evangelios, perdonando al pecador arrepentido, pero de verdad y no por las circunstancias, que aquí creemos que no le necesitamos si la cosa nos va bien, pero de lo contrario el asunto pinta diferente.

Aunque me acusen de echar mano del refranero para explicar las cosas, qué acertado estuvo el que dijo: ¡Hay que pensar lo que se dice y no decir lo que se piensa!  

  También me acuerdo del que afirma: ¡Eres dueño de lo que callas y esclavo de lo que dices!

Si hacen con estos refranes lo mismo que con los problemas matemáticos, que te los lees varias veces hasta que por fin te enteras de lo que te quieren decir, verán como coinciden con las cosas que intento explicar, porque al fin y al cabo no descubro nada nuevo, sino que me valgo de lo cotidiano para escribir, no como un literato, entre otras cosas porque no lo soy, pero sí un apasionado de la escritura. 
 
Juan Santana Méndez    

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