Las historias de Juan
Santana
NO SABEN LO QUE DICEN
En
el día de hoy, sábado, aunque podría ser cualquier día de la semana, he
escuchado a una persona, que en la calle se dirigía a otra con una blasfemia de
las grandes. No es que estuviesen peleando, pero le reprochaba el no haber venido,
aunque eso es lo de menos, porque lo que me dolió fueron sus palabras.
Yo,
en lo poco que sé de mi religión católica, he interpretado siempre la Hostia que tomamos en la
misa como el cuerpo de Cristo, por lo cual no entiendo que una persona la nombre,
pero solo para ensuciarla. Pido disculpas, pero mi primer pensamiento fue: ¿Y
por qué no se acuerda de su madre, que dio a luz a tremendo energúmeno?
Ya
toman como rutina el acordarse de Dios para la peor de las palabrotas, sin
pensar que hieren sentimientos ajenos.
No me creo su disculpa de
que lo hacen sin darse cuenta, pues nunca se equivocan y nombran las cosas de
otras religiones, aludiendo en este caso, tan solo a las caricaturas que
costaron vidas humanas por las represalias que se tomaron aquellos que se
sintieron ofendidos, al ver como intentaban mancillar sus creencias.
Esos
que ofenden a Cristo, en caso de apuro tienen la poca vergüenza de clamar por
Él cuando se ven necesitados de su ayuda. Pero ahí radica la diferencia entre
nosotros y Jesús, que siempre pone en práctica sus Evangelios, perdonando al
pecador arrepentido, pero de verdad y no por las circunstancias, que aquí
creemos que no le necesitamos si la cosa nos va bien, pero de lo contrario el
asunto pinta diferente.
Aunque
me acusen de echar mano del refranero para explicar las cosas, qué acertado
estuvo el que dijo: ¡Hay que pensar lo
que se dice y no decir lo que se piensa!
También me acuerdo del que afirma: ¡Eres dueño de lo que callas y esclavo de lo
que dices!
Si
hacen con estos refranes lo mismo que con los problemas matemáticos, que te los
lees varias veces hasta que por fin te enteras de lo que te quieren decir,
verán como coinciden con las cosas que intento explicar, porque al fin y al
cabo no descubro nada nuevo, sino que me valgo de lo cotidiano para escribir,
no como un literato, entre otras cosas porque no lo soy, pero sí un apasionado
de la escritura.
Juan Santana Méndez
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