Las historias de Juan Santana (Arinaga)
CON MUCHA CARA
Este relato es de algo que sucedió hace
más de 30 años, aunque bien pudiera ocurrir en cualquier fecha.
Resulta que una vendedora de la ONCE , que por cierto era de
Arinaga, estaba desarrollando su labor en la trasera de la antigua “Clínica Nª
Sª del Pino”, teniendo bastantes clientes a su alrededor, a los que ella
atendía y cobraba según despachaba, claro que con dificultad, aunque ella era
deficiente visual, pero no ciega.
Unos iban pidiendo unos números
determinados, guiados por sus gustos, para luego pagarles el total de lo que
llevaban, pero otros le pedían cupones sin determinar, para que todo quedara en
manos de la suerte.
Pero uno de los clientes iba cogiendo
tiras de cupones y depositándolas en su bolsillo, sin darse cuenta de que otra
señora de Arinaga le miraba de reojo.
El hombre sacó una de las tiras de
cupones del bolsillo y le dijo a la vendedora que se cobrara de un billete de
las antiguas 500 pesetas.
Así lo iba a hacer la chica, pues no
sabía lo que había cogido de más a causa de la distracción de cobrarles a los
demás clientes.
Con lo que no contaba este pícaro, por
no decirle ladrón, es que la señora de Arinaga era muy decidida e incapaz de
callar ante el abuso que intentaba cometer este, …lo que sea, pues me resisto a
llamarle señor.
La mujer dijo a la vendedora: ¡Ten
cuidado, porque tiene varias más en el bolsillo!
El hombre respondió: ¡Usted se calla
señora, que a usted ni le va ni le viene nada en este asunto!
Pero lejos de callarse, comentó: ¡Es que
yo tengo un hermano que vende cupones y no me gustaría que gente como usted le
engañe!
Al sentirse humillado, sacó del bolsillo
los cupones que pensaba robar y se los pagó todos, saliendo de allí como un
bólido.
La vendedora agradeció a la mujer su
vigilancia, pero aún más la decidida intervención, con la cual consiguió que
aquel sinvergüenza no se saliera con la suya.
No revelo la identidad de la vendedora
de cupones, pues no estoy autorizado para ello, a pesar de que hoy en día,
supongo que estará jubilada, pero sí el de la señora que le ayudó, porque era
mi difunta madre, Francisca Méndez, que al cabo de unos años tuvo que ver como
su hijo también se dedicaba a la venta de cupones de la ONCE.
¡Gracias por todo, mamá!
Sirva como homenaje para ella de su hijo:
Juan Santana Méndez
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