Los recuerdos de Juan Santana
EL BUEN MÉDICO
Este relato, que bien pudiera ser para
estas fiestas en las que meditas y haces balance de tus actuaciones, es del
todo verídico, sucediendo estos hechos en la comarca alta de Valsequillo, en
esta isla de Gran Canaria.
En esos tiempos, cuando aún no había
llegado el 1930, las cosas no andaban bien, abundando la clase obrera y
trabajadora del campo.
En este lugar, recóndito entonces, sobre
todo por las comunicaciones, a diferencia de ahora, con nuestros coches
particulares o el transporte público, que si quisiéramos cuantificar su valía,
solo tenemos que quitarlo por un tiempo, que ya verán las consecuencias, por lo
cual sabremos lo necesario que resulta.
Pues digo que en ese sitio vivía un
matrimonio, estando la esposa en avanzado estado de gestación, por lo que no
podía echar una mano a su marido en las labores agrícolas, pero tampoco a coger
la hierba para sus dos cabras.
El día en el que se le presentó el
parto, su marido envió un recado al médico, el cual no vivía cerca de allí, por
lo cual tuvo que ir a la casa de esta gente en un carro tirado por dos toros,
que conducía su dueño, acompañando así al doctor.
Cuando llegaron a la casa, su
propietario salió muy nervioso, para recibir al médico, que casi a rastras FUE
llevado hasta el interior de la vivienda, donde estaba la mujer sobre una cama,
que al verle se sintió más segura.
El médico atendió al parto, aumentando
la familia con un hermoso bebé, que seguro traería más amor a esa casa.
Una vez que todo acabó y mientras el médico
se lavaba sus manos, el nuevo padre le preguntó: ¿Cuánto le debo por su
trabajo?
En silencio y con disimulo, el médico
echó una mirada a su alrededor y dijo: ¡No me debe usted nada!
El hombre se quedó perplejo, aunque no
dijo nada, no fuera que se arrepintiera y le cobrara.
El doctor volvió a montarse en el carro
que le había traído, aunque el dueño de este no hacía más que mirarle, pues
bien sabía él que no les cobró nada, por lo que después de recorrer un buen
tramo preguntó: ¿Se puede saber por qué no les quiso cobrar usted?
El
doctor se tocó la cara a la par que decía: ¡Es que esa gente no tiene dinero
alguno, pero no te preocupes, porque esta visita la pagará un rico, al que sí
le sobra el dinero!
Y es que él se había dado cuenta de que
eran muy pobres por la casa tan maltrecha en la que vivían.
Juan Santana Méndez (Arinaga)
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