CARTA AL VIENTO
A PESAR DE TODO, CREO
Creo en los amigos, a
pesar de que hay quien no se cansa de contar las traiciones recibidas. Creo que
hay motivos para la alegría, aunque algunos afirmen que no es posible mirar
esta tierra y sonreír. Creo que acabarán las guerras, porque tengo confianza en
los pacifistas y los que se defienden no con violencia sino con diálogo y
respeto. Creo en la Vida eterna porque no puedo resignarme a no ver nunca
más a los seres que he querido y ya no viven. Creo que el mundo será mejor, porque veo a
muchos que se esfuerzan por transformarlo.

Creo en lo que no he visto ni nadie me ha demostrado,
porque siempre me fío de la palabra de mis amigos. Creo en la poesía y en las utopías, porque
son más exactas que las matemáticas.
Creo en lo que no veo ni comprendo, porque sé que no tengo capacidad
para abarcarlo todo. Creo en mis amigos, porque me fío más de ellos que de mí.
Creo en Dios y en Jesucristo, como creo en Xaquelina, Fran, Mélani, Alex Omaira
o Verónica. Porque creo en su palabra y
sé que quieren lo mejor para mí. No
necesito garantías, ni milagros ni silogismos que demuestren que son amigos.
Cuando a un amigo se le acepta por sus títulos de bondad ,
o porque “me cae bien”, será cualquier cosa, menos amigo. Sólo hay verdadera
amistad cuando se acepta al otro, incluyendo
sus defectos. Cuando se cree en Dios porque hay pruebas,
porque está demostrado científicamente o porque no choca con la razón, entonces no se
hace un acto de fe sino que se comprueba
una fórmula matemática.
No creo en las matemáticas. Yo creo en Dios. Y porque
muchas veces no lo veo ni lo comprendo,
por eso creo mucho más.
P. D.
En esta semana falleció Mario, el hijo de Remigio y
Cesarita. Creía en las personas. Y en los amigos. Y en la igualdad. Y en el respeto. Amaba a
Ingenio, su pueblo. Y a la familia. Y a
su parroquia de La Candelaria. Amaba este camino que conduce a Dios. Y este
camino es el camino de Jesús de Nazaret.
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