Escribe Paco Mira
RAFA: LA MEDICACIÓN
SIN
AMBULATORIO
Siempre se ha dicho que los acontecimientos suceden porque
existe un motivo para ello. Unos acontecimientos son provocados y otros vienen,
como comunmente se dice, dados. Hay acontecimientos que merecen la pena vivirlos
e intentar repetirlos aunque no salgan igual y otros, quizás, mejor que no
sucedieran.
Las fiestas son acontecimientos que
lógicamente merece la pena vivirlos e incluso provocarlos. Además es un
acontecimiento que nos viene dado. Este fin de semana, un pueblo, todo un
pueblo está de fiesta. Un pueblo que vive y comparte la alegría de muchas cosas
vividas a lo largo del año y que en un momento determinado decide manifestarlo
de una manera pública. La fiesta es la manifestación de la alegría en medio -quizás
y a veces - de muchas dificultades, pero que incuso y a pesar de estas, merece
la pena celebrarlo.
Decía que ha pasado un año desde la
misma fecha hasta hoy. Ha pasado un año en San Rafael de Vecindario. Es quizás
la hora de mirar hacia atrás y ver lo que se nos ha quedado en el camino; es la
hora quizás de ver lo que pudimos haber hecho y no hicimos; es la hora, por qué
no, de retomar lo que hemos dejado a medias: el abrazo hacia alguien, recuperar
el diálogo perdido, la visita pendiente que nunca hago, el beso que siempre he
querido dar y nunca lo realizo.... Si soy capaz de ello no me llamaré Paco, me
llamaré Rafa, mejor, Rafael.
El pueblo tiene que celebrar lo que
vive y vivir lo que celebra, y a eso se le llama fiesta, alegría, diversión,
humanidad....Por eso el joven Tobías un día, como cualquier otro de nuestra
vida, esperaba que un hombre bueno le acompañara. ¡Cuantas soledades tenemos en
nuestra vida!, a veces buscadas, a veces provocadas y a veces dadas. No solo
nosotros necesitamos que un hombre bueno nos acompañe, nosotros podemos ser
esos hombres y mujeres buenos que podemos acompañar.
Salió, Tobías, al camino. En nuestra
vida de creyentes tenemos que salir a los caminos de la vida, a las veredas que
se nos ofrecen. La fe no es un cofre encerrado del que yo solamente puedo
disfrutar. La fe se tiene que vivir y notar. En el camino de nuestro pueblo hay
muchas situaciones, personas, amigos, familiares que necesitan que nosotros les
veamos. Dice que Tobías salió y encontró al que es guía y camino. ¿Cuántos de
los que salen en los caminos nos encuentran como personas buenas que estamos
dispuestos a acompañarles?.
El evangelio de este fin de semana nos
habla de un hombre del camino, de un ciego, de Bartimeo. De un hombre apartado
de la sociedad porque tiene una enfermedad. Es curioso que Bartimeo grita para
que Jesús le escuche, y los discípulos le dicen que se calle, que no moleste:
¡Cuántos gritos callamos nosotros o nosotros nos tapamos los oídos y que
normalmente decimos que es para que no molesten porque estamos ocupados en
otros menesteres!
El mundo en que nos ha tocado vivir nos
está continuamente mandando señales que nos tienen que hacer gritar, ¡ten
compasión de nosotros!. Cada vez hay más voces que nos callan, voces que lo más
probable que no nos dejen decir aquello
que queremos que se oiga. Quizás se nos impide ver las luces de los signos de
los tiempos. y no sabemos encajar la fe
en este mundo tan convulso, por eso tenemos que esperar a que nos digan :
¡"Anda tu fe te ha salvado!" y es que al atardecer, cuando las luces
se vayan apagando, nos examinarán del amor, solo de amor.
Celebremos la alegría y la fiesta de la
fe en nuestro pueblo. Seamos medicina de Dios para los ciegos de fe. Seamos
capaces de actuar como Rafael con los ciegos de nuestro camino.
¿Saben?. Antonio María Claret, lo ha
conseguido.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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