martes, 13 de octubre de 2015

REFLEXIÓN DE UN MISIONERO DESDE MOZAMBIQUE

DOMUND
EL DÍA DE LAS MISIONES 
SE CELEBRARÁ EL PRÓXIMO 
DOMINGO 18 DE OCTUBRE
Reflexión de un misionero en Mozambique

Por más vueltas que le doy a la cabeza sólo encuentro experiencias de sentirme perdonado y amado por este pueblo de Mozambique y por mi pueblo canario. Cuando pensaron en el lema del DOMUND 2015, creo que querían transmitir cómo los misioneros y misioneras llevamos la Misericordia de Dios a todos los rincones del mundo. Y es verdad que la llevamos, pero en vasijas de barro.

La verdadera experiencia misionera es tropezarse una y otra vez con la Misericordia de Dios en este pueblo que nos acoge y de la iglesia que nos envía. Una de las primeras experiencias de misericordia es la paciencia que este pueblo tiene conmigo y con nosotros los misioneros. Llegamos queriendo comernos el mundo y transformarlo todo, y ellos nos observan, pero no nos recriminan. Hasta que al final nos damos cuenta que tenemos que ir al mismo paso del pueblo, es decir, no a la velocidad de un coche sino de quien va caminando a pie.

Cuando hice el curso de preparación misionera en Madrid, intenté profundizar en lo que significa “inculturación”. Hoy me doy cuenta de que me queda un larguísimo camino por recorrer. En primer lugar, debo hacer un proceso de “abandono de mi prepotencia”, debo hacer un camino de mayor humildad, debo estar en permanente proceso de “abajamiento”, de hacernos pequeños. No es fácil, cada día me doy cuenta de que esta cultura me sigue chocando, sigo sin entenderla bien, sigo sintiendo que vivimos en galaxias diferentes. Sin embargo, este pueblo quiere escuchar el Evangelio, tiene sed de Dios, quiere evangelizar su cultura… y por ello, perdonan mi fragilidad para no perder el tesoro de mi vasija. Serán ellos quienes hagan propia la Buena Noticia de Jesús.

Cuando llegué a Mozambique, hace ahora 8 años, pensé que sería un perfecto canal de comunicación con mi Diócesis de Canarias, que podría sensibilizar sobre la realidad de la misión, sobre la pobreza y la injusticia. Creí por un momento que  podría implicar a mi Diócesis en todo un proceso de conversión misionera. Sin embargo, cada día que pasa esta realidad me coge más tiempo y energías, y tengo menos capacidad de ser puente con mi iglesia canaria. No por ello, he dejado de sentir el cariño y el apoyo de mi iglesia que me renueva en la misión encomendada.

También siento la misericordia de quienes nos apoyan económicamente desde Canarias. Dos son los grandes fracasos de mi compromiso social con este pueblo: el pozo Ángel Rodríguez y la Maternidad de las Madres Solidarias. Trabajar aquí no es soplar y hacer botellas. Pensé que hacer un pozo era fácil, lo que no calculé es que el agua podría ser tres veces más salada que la del mar. Pensé que haciendo una maternidad según estaba previsto y hablando con las estructuras del gobierno, mejoraría la calidad de vida de las mujeres y de sus bebés. Me estampé contra un muro de burocracia cuando ya lo tenía todo hecho. Sin embargo, en ambos casos, las personas, los grupos y las parroquias que me apoyaron comprendieron mi error y fueron misericordiosos conmigo.

         Manuel de los Reyes Ramírez Medina, sacerdote del Instituto Español de Misiones Extranjeras. Diócesis de Canarias

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