viernes, 20 de febrero de 2015

LOS ABOGADOS DEL DIABLO

Escribe Paco Mira
LOS ABOGADOS DEL DIABLO

            Pues ya está aquí. De nuevo nos vuelven a tocar en la espalda y cuando miramos, nos dicen ":¡hola!, soy cuaresma". Claro, si esto me sucede en la calle lo más probable es que mi cara no reflejaría la intención de la persona con la que me encuentro. Pero es curioso que todos los días, sea o no cuaresma, hay alguien que me lo repite y me lo dice hasta la saciedad: "hola, soy cuaresma". Y me lo dice no en la calle, sino en esa imagen tan bonita que utiliza el evangelio y que se llama desierto y que nosotros traducimos, no se si adecuadamente, por vida. No sé si la vida y el desierto tienen mucho que ver.


         Sin embargo la imagen de desierto me gusta. Y me gusta por ser un desafío, un reto, y por ser la imagen de quien tiene que enfrentarse a la realidad de cada día y esta no siempre es la mejor. El desierto es ese espacio árido, seco, interminable, sin indicaciones de por dónde tenemos que caminar y es el espacio en el que nosotros nos encontramos con nosotros mismos y quizás con Dios. Es el espejo de nuestra propia realidad, porque en el fondo nosotros no somos los títulos que decimos que tenemos, o las carreras universitarias, o la presidencia del gobierno que unos votos me han dado. Hemos nacido desnudos, hemos nacido del polvo de la vida, y por mucho que nos arropemos, nos tapemos, nuestra realidad sigue siendo la misma.

         Por eso me gusta la comparación del desierto, porque no existe, como dirían los magos malos de las fiestas de los pueblos, ni trampa ni cartón, en el fondo es pura realidad. Y mientras nosotros no seamos capaces de asumir esa realidad, quizás la cuaresma, la bendita cuaresma, todavía no se hace realidad.

         Me resulta curioso que el evangelio de este primer domingo (Marcos, 1,12), dice que "Jesús fue empujado al desierto". No dice que él fue porque le dio la gana. Prueba evidente que Dios quiere que su hijo cumpla a rajatabla la realidad de la encarnación, uno igual que nosotros. Nosotros, igual que él también estamos empujados al desierto, estamos conviviendo en la aridez de un mundo donde el calor de la indiferencia es abrasador y donde los visos de esperanza de que caiga una gota de agua que alivie ese calor, cada vez son  más escasas.

         El diablo sigue actuando en el desierto de la vida. Mientras existan gente que por el hecho de ser cristianos son pasados a cuchillo, es una señal de que no tiene oposición. Mientras exista en nuestros corazones la indiferencia hacia las pateras o hacia la gente que salta las vallas en las fronteras en busca de una realidad mejor, es señal que el diablo sigue estando a gusto entre nosotros. Mientras exista gente que tiene que revolver en los contenedores de nuestros desperdicios en busca de algo (quizás podrido) para llevarse a la boca o a la boca de sus hijos, es que el diablo no tiene trabas para ejercer su labor.

         Quizás habrá que preguntarse como el Papa Francisco, "¿dónde está tu hermano?". Y nosotros cuando la cuaresma nos toque en la espalda y miremos para ella, le respondamos, ¿es a mí?. A veces da la impresión que nos movemos como peces en el agua siendo abogados del diablo. Defensores, por no mojarnos, de una realidad que de boquilla siempre estamos diciendo que es injusta, que habría que buscar otra, pero que no hacemos nada por cambiarla.

         Una vez más se nos llama al cambio, a la conversión. ¿Por qué no nos dejamos de pamplinas y empezamos a demostrar que nuestro hermano se llama Jesús de Nazaret?. Dios no tiene prisa. Pedro, en su primera carta, dice que Dios tiene paciencia. ¡ Es que los padres siempre tienen paciencia con sus hijos!. Amigos, bendita la cuaresma. Bendito el tiempo que se nos ofrece para volver la mirada a Dios y preguntarle qué no estoy haciendo bien que el diablo parece que a veces gana la partida.

         Démosle jaque a quien es perdedor antes de comenzar a jugar. No dejemos que mueva la ficha. Seamos el ejemplo claro que nos convertimos y creemos en la buena noticia llamada evangelio y que el desierto no tiene por qué ser nuestra casa, sino un lugar de paso, de paso rápido, porque el sol nos quema en exceso.

         ¿Lo intentamos?
        
        
         Hasta la próxima.

         Paco Mira

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