Escribe Paco Mira
LOS ABOGADOS DEL DIABLO
Pues ya está aquí. De
nuevo nos vuelven a tocar en la espalda y cuando miramos, nos dicen
":¡hola!, soy cuaresma". Claro, si esto me sucede en la calle lo más
probable es que mi cara no reflejaría la intención de la persona con la que me
encuentro. Pero es curioso que todos los días, sea o no cuaresma, hay alguien
que me lo repite y me lo dice hasta la saciedad: "hola, soy
cuaresma". Y me lo dice no en la calle, sino en esa imagen tan bonita que
utiliza el evangelio y que se llama desierto y que nosotros traducimos, no se
si adecuadamente, por vida. No sé si la vida y el desierto tienen mucho que
ver.
Sin
embargo la imagen de desierto me gusta. Y me gusta por ser un desafío, un reto,
y por ser la imagen de quien tiene que enfrentarse a la realidad de cada día y
esta no siempre es la mejor. El desierto es ese espacio árido, seco,
interminable, sin indicaciones de por dónde tenemos que caminar y es el espacio
en el que nosotros nos encontramos con nosotros mismos y quizás con Dios. Es el
espejo de nuestra propia realidad, porque en el fondo nosotros no somos los
títulos que decimos que tenemos, o las carreras universitarias, o la
presidencia del gobierno que unos votos me han dado. Hemos nacido desnudos,
hemos nacido del polvo de la vida, y por mucho que nos arropemos, nos tapemos,
nuestra realidad sigue siendo la misma.
Por
eso me gusta la comparación del desierto, porque no existe, como dirían los
magos malos de las fiestas de los pueblos, ni trampa ni cartón, en el fondo es
pura realidad. Y mientras nosotros no seamos capaces de asumir esa realidad,
quizás la cuaresma, la bendita cuaresma, todavía no se hace realidad.
Me
resulta curioso que el evangelio de este primer domingo (Marcos, 1,12), dice
que "Jesús fue empujado al
desierto". No dice que él fue porque le dio la gana. Prueba evidente
que Dios quiere que su hijo cumpla a rajatabla la realidad de la encarnación,
uno igual que nosotros. Nosotros, igual que él también estamos empujados al
desierto, estamos conviviendo en la aridez de un mundo donde el calor de la
indiferencia es abrasador y donde los visos de esperanza de que caiga una gota
de agua que alivie ese calor, cada vez son
más escasas.
El
diablo sigue actuando en el desierto de la vida. Mientras existan gente que por
el hecho de ser cristianos son pasados a cuchillo, es una señal de que no tiene
oposición. Mientras exista en nuestros corazones la indiferencia hacia las
pateras o hacia la gente que salta las vallas en las fronteras en busca de una
realidad mejor, es señal que el diablo sigue estando a gusto entre nosotros.
Mientras exista gente que tiene que revolver en los contenedores de nuestros
desperdicios en busca de algo (quizás podrido) para llevarse a la boca o a la
boca de sus hijos, es que el diablo no tiene trabas para ejercer su labor.
Quizás
habrá que preguntarse como el Papa Francisco, "¿dónde está tu hermano?". Y nosotros cuando la cuaresma
nos toque en la espalda y miremos para ella, le respondamos, ¿es a mí?. A veces
da la impresión que nos movemos como peces en el agua siendo abogados del
diablo. Defensores, por no mojarnos, de una realidad que de boquilla siempre
estamos diciendo que es injusta, que habría que buscar otra, pero que no hacemos
nada por cambiarla.
Una
vez más se nos llama al cambio, a la conversión. ¿Por qué no nos dejamos de
pamplinas y empezamos a demostrar que nuestro hermano se llama Jesús de
Nazaret?. Dios no tiene prisa. Pedro, en su primera carta, dice que Dios tiene
paciencia. ¡ Es que los padres siempre tienen paciencia con sus hijos!. Amigos,
bendita la cuaresma. Bendito el tiempo que se nos ofrece para volver la mirada
a Dios y preguntarle qué no estoy haciendo bien que el diablo parece que a
veces gana la partida.
Démosle
jaque a quien es perdedor antes de comenzar a jugar. No dejemos que mueva la
ficha. Seamos el ejemplo claro que nos convertimos y creemos en la buena
noticia llamada evangelio y que el desierto no tiene por qué ser nuestra casa,
sino un lugar de paso, de paso rápido, porque el sol nos quema en exceso.
¿Lo
intentamos?
Hasta
la próxima.
Paco
Mira
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