jueves, 15 de enero de 2015

AGUSTÍN, UN SACRISTÁN DE CARAMELO

AGUSTÍN, UN SACRISTÁN 

DE CARAMELO

Ha fallecido en Tamaraceite Agustín González Ramírez el que durante muchos años fue el sacristán y encargado de la iglesia parroquial de Tamaraceite.  El lunes será el funeral en la parroquia de San Antonio Abad, su parroquia.
Agustín en el medio con una de sus nietas
Hace unos años escribí  este comentario que les dejo y que hoy suscribo con mucho gusto.

En mis años de cura en la parroquia de San Antonio Abad fui testigo de que,  cada día, cuando, silencioso, llegaba al templo para preparar la eucaristía, abría las puertas y se acercaba a la capilla del Santísimo. Allí, en silencio, oraba al Señor durante unos instantes. Fui testigo de cómo, mientras pudo, fue  miembro activo de la Adoración Nocturna para bendecir a su Señor en la Eucaristía.
Y, cuando acababa sus trabajos en la sacristía, se sentaba cada día, antes de la misa,  en los primeros bancos de la iglesia a rezar el rosario.
A veces, en la misa, no escuchaba bien la homilía del sacerdote, y entonces se iba hasta la sacristía, se acercaba al altavoz allí colocado y pegaba el oído para escuchar las palabras que le ayudaban a meditar.
 Podría parecer con esto que mi buen amigo Agustín, que durante mis catorce años en la parroquia, fue el fiel sacristán y fiel amigo, fuera un hombre “rezandero” y nada más. Está claro que ser cristiano no es sólo rezar y eso lo sabe muy bien el sacristán de Tamaraceite;  que la oración no es verdadera si no se ve en las obras. Y a Agustín lo encontramos siempre cercano a los vecinos, servicial, cariñoso con los niños, dotado de un fino humor que transmite alegría, bromista, trabajador, alegre. Ha estado siempre disponible para estar junto a los  que le han necesitado, para acompañar a las familias, para animar, para aconsejar.  
Y, por si fuera poco, Agustín encontraba tiempo, además, para hacer los más exquisitos dulces de Tamaraceite. Por eso será que Agustín, de tanto hacer dulces se  ha hecho como ellos, persona dulce y agradable. Parece un sacristán de caramelo.
         Recuerdo muchos momentos en los que Agustín, sacristán y amigo, me decía la palabra  de ánimo que necesitaba, contaba el último chiste o nos endulzaba el paladar con un delicioso queque.
Agustín, me gustaría ser como usted. Me gustaría rezar como usted, tener su alegría, su corazón…y su dulzura. Voy a rezar para conseguirlo. Ojalá también yo pudiera ser un cura de la misma masa que usted: de caramelo. Gracias por todo, amigo Agustín.


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