viernes, 5 de diciembre de 2014

Carta a los jóvenes recién confirmados

Carta a los jóvenes
 recién confirmados
Javier Álvarez, Alejandro Barriga, Tatiana Crespo, Sarah García, María Giménez, Idayra López, Nerea Naranjo, Idayra Ortega, Cynthia Pérez, Yudith Pérez, Raúl Ramírez y Xiomara Ramos

El pasado domingo un grupo de jóvenes recibieron el sacramento de la confirmación.  Pensando en ellos y en todos los jóvenes de cualquier lugar que se han confirmado, les he escrito esta carta que comparto con ustedes.

Queridos jóvenes amigos:

Estoy contento, muy contento. Les he visto radiantes de alegría y entusiasmados. Les he visto con ganas de seguir creciendo en valores. Ustedes me han transmitido ilusión. He escuchado sus ganas de hacer el bien y trabajar por los demás. Y su  descontento con muchas cosas de esta sociedad y de esta Iglesia. Veo que no se conforman con hablar o quejarse. Quieren implicarse en hacer un mundo algo mejor. Porque, con sus apenas 17 o 18 años, perciben que nuestra Iglesia necesita  un espíritu más alegre y más joven. Y un compromiso valiente por los demás.

He estado con cada uno de ustedes y he disfrutado escuchándoles. Hemos hablado y reído juntos y hemos soñado con ese camino que continúa después que uno se confirma.  Para muchos, para la mayoría, la confirmación suele ser la meta de un camino. En ustedes creo que no. Espero que no. Han tenido unos catequistas que, sobre todo con su ejemplo, les han animado a continuar.

Cuando les escuchaba en esas entrevistas personales, sentía  una gran satisfacción porque veo que han crecido en madurez y en responsabilidad. Ustedes me han ayudado con su espíritu abierto, su espontaneidad y su alegría.

Quiero animarles a seguir así y a ser fieles a su decisión. Es costoso. Van a encontrar muchas dificultades.  Muchas voces que se dicen amigas les dirán que todo esto de la Iglesia y los sacramentos es una tontería, algo pasado de moda. Cuenten con eso. Pero recuerden que el proyecto de Jesús, a quien estamos siguiendo,  lo que intenta es transformar nuestra sociedad. Hacerla más buena y más feliz. Y el Señor cuenta con ustedes para hacerlo realidad. ¿Cómo? Haciendo esas pequeñas cosas que ustedes ya hacen o quieren hacer: ser amables con toda la gente, sonreír, perdonar, ayudar a los niños, denunciar las injusticias, ser responsables.

Pero comprendo que ustedes son aún muy jóvenes. Y que también necesitan tiempo para estudiar y para divertirse y escuchar música y pasarse cinco horas  hablando y gastando bromas a los amigos. También eso es necesario. Lo que pasa es que a veces, ni los jóvenes ni los mayores, planificamos bien nuestro tiempo. Y escuchamos con pena a personas que dicen que no tienen  tiempo para estar un rato con su abuela ya mayor. O  que  consideran una pérdida de tiempo reunirse o participar en la eucaristía. O que quieren vivir su vida cristiana por su cuenta, a su aire.  Es que no han entendido que nadie puede ser jugador de la Unión Deportiva Las Palmas a su bola, sin ir a los entrenamientos ni respetar las normas. Y que ser cristiano es también cosa de equipo. Y que  todos necesitamos de alguien que nos entrene y nos anime. Y que descubra nuestros valores  y corrija los errores.      

No, amigos. No me gustaría que se estamparan porque piensan que ya se puede andar solo. Siempre necesitamos, también yo,  de  alguien que nos acompañe. Y necesitamos de la oración. Y beber el agua clara del evangelio. Porque si nos falta eso, nuestra fe, aunque esté confirmada,  se marchita.

Queridos jóvenes amigos: La parroquia necesita de ustedes. La Iglesia necesita de ustedes. El mundo necesita de ustedes. Tengo la esperanza de que este acontecimiento que celebraron hace muy poco dará mucho fruto. Que ustedes se dejarán guiar por el Espíritu de Dios que ya recibieron. Gracias por la disponibilidad y por la valentía que supone haber dado ese sí a Dios y la comunidad. Y gracias por todos esos momentos compartidos en la parroquia y que necesitamos seguir compartiendo. Dios siga bendiciendo todo lo bueno que ya están viviendo. Suso.


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