Mensaje
del Papa Francisco para
el V Centenario del Nacimiento
de Santa Teresa de Jesús y Año Jubilar Teresiano 2014-2015
el V Centenario del Nacimiento
de Santa Teresa de Jesús y Año Jubilar Teresiano 2014-2015
A Monseñor Jesús
García Burillo, Obispo de Ávila.
Querido Hermano:
El 28 de marzo de 1515 nació en Ávila una niña que con
el tiempo sería conocida como santa Teresa de Jesús. Al acercarse el quinto
centenario de su nacimiento, vuelvo la mirada a esa ciudad para dar gracias a
Dios por el don de esta gran mujer y animar a los fieles de la querida diócesis
abulense y a todos los españoles a conocer la historia de esa insigne
fundadora, así como a leer sus libros, que, junto con sus hijas en los
numerosos Carmelos esparcidos por el mundo, nos siguen diciendo quién y cómo
fue la Madre Teresa y qué puede enseñarnos a los hombres y mujeres de hoy.
En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser
peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su
vida y de su obra. Ella entendió su vida como camino de perfección por el que
Dios conduce al hombre, morada tras morada, hasta Él y, al mismo tiempo, lo
pone en marcha hacia los hombres. ¿Por qué caminos quiere llevarnos el
Señor tras las huellas y de la mano de santa Teresa? Quisiera recordar cuatro
que me hacen mucho bien: el camino de la alegría, de la oración, de la
fraternidad y del propio tiempo.
Teresa de Jesús invita
a sus monjas a «andar alegres sirviendo» (Camino 18,5). La verdadera santidad
es alegría, porque “un santo triste es un triste santo”. Los santos, antes que
héroes esforzados, son fruto de la gracia de Dios a los hombres. Cada santo nos
manifiesta un rasgo del multiforme rostro de Dios. En santa Teresa contemplamos
al Dios que, siendo «soberana Majestad, eterna Sabiduría» (Poesía 2),
se revela cercano y compañero, que tiene sus delicias en conversar con los
hombres: Dios se alegra con nosotros. Y, de sentir su amor, le nacía a la Santa
una alegría contagiosa que no podía disimular y que transmitía a su alrededor.
Esta alegría es un camino que hay que andar toda la vida. No es instantánea,
superficial, bullanguera. Hay que procurarla ya «a los principios» (Vida 13,l).
Expresa el gozo interior del alma, es humilde y «modesta» (cf. Fundaciones 12,l).
No se alcanza por el atajo fácil que evita la renuncia, el sufrimiento o la
cruz, sino que se encuentra padeciendo trabajos y dolores (cf. Vida 6,2;
30,8), mirando al Crucificado y buscando al Resucitado (cf. Camino 26,4).
De ahí que la alegría de santa Teresa no sea egoísta ni autorreferencial. Como
la del cielo, consiste en «alegrarse que se alegren todos» (Camino 30,5),
poniéndose al servicio de los demás con amor desinteresado. Al igual que a uno
de sus monasterios en dificultades, la Santa nos dice también hoy a nosotros,
especialmente a los jóvenes: «¡No dejen de andar alegres!» (Carta 284,4).
¡El Evangelio no es una bolsa de plomo que se arrastra pesadamente, sino una
fuente de gozo que llena de Dios el corazón y lo impulsa a servir a los
hermanos!
La Santa transitó
también el camino de la oración, que definió bellamente como un «tratar de
amistad estando muchas veces a solas con quien sabernos nos ama» (Vida 8,5).
Cuando los tiempos son “recios”, son necesarios «amigos fuertes de Dios» para
sostener a los flojos (Vida 15,5). Rezar no es una forma de huir,
tampoco de meterse en una burbuja, ni de aislarse, sino de avanzar en una
amistad que tanto más crece cuanto más se trata al Señor, «amigo verdadero» y
«compañero» fiel de viaje, con quien «todo se puede sufrir», pues siempre
«ayuda, da esfuerzo y nunca falta» (Vida 22,6). Para orar «no está
la cosa en pensar mucho sino en amar mucho» (Moradas IV,1,7), en
volver los ojos para mirar a quien no deja de mirarnos amorosamente y sufrirnos
pacientemente (cf. Camino 26,3-4). Por muchos caminos puede
Dios conducir las almas hacia sí, pero la oración es el «camino seguro» (Vida 213).
Dejarla es perderse (cf. Vida19,6). Estos consejos de la Santa son
de perenne actualidad. ¡Vayan adelante, pues, por el camino de la oración, con
determinación, sin detenerse, hasta el fin! Esto vale singularmente para todos
los miembros de la vida consagrada. En una cultura de lo provisorio, vivan la
fidelidad del «para siempre, siempre, siempre» (Vida 1,5); en un
mundo sin esperanza, muestren la fecundidad de un «corazón enamorado» (Poesía 5);
y en una sociedad con tantos ídolos, sean testigos de que «solo Dios basta» (Poesía 9).
Este camino no podemos
hacerlo solos, sino juntos. Para la santa reformadora la senda de la oración
discurre por la vía de la fraternidad en el seno de la Iglesia madre. Esta fue
su respuesta providencial, nacida de la inspiración divina y de su intuición
femenina, a los problemas de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo: fundar
pequeñas comunidades de mujeres que, a imitación del “colegio apostólico”,
siguieran a Cristo viviendo sencillamente el Evangelio y sosteniendo a toda la
Iglesia con una vida hecha plegaria. «Para esto os junto El aquí, hermanas» (Camino 2,5)
y tal fue la promesa: «que Cristo andaría con nosotras» (Vida 32,11).
¡Que linda definición de la fraternidad en la Iglesia: andar juntos con Cristo
como hermanos! Para ello no recomienda Teresa de Jesús muchas cosas,
simplemente tres: amarse mucho unos a otros, desasirse de todo y verdadera
humildad, que «aunque la digo a la postre es la base principal y las abraza
todas» (Camino 4,4). ¡Cómo desearía, en estos tiempos, unas comunidades
cristianas más fraternas donde se haga este camino: andar en la verdad de la
humildad que nos libera de nosotros mismos para amar más y mejor a los demás, especialmente
a los más pobres! ¡Nada hay más hermoso que vivir y morir como hijos de esta
Iglesia madre!
Precisamente porque es
madre de puertas abiertas, la Iglesia siempre está en camino hacia los hombres
para llevarles aquel «agua viva» (cf. Jn 4,10) que riega el
huerto de su corazón sediento. La santa escritora y maestra de oración fue al
mismo tiempo fundadora y misionera por los caminos de España. Su experiencia
mística no la separo del mundo ni de las preocupaciones de la gente. Al
contrario, le dio nuevo impulso y coraje para la acción y los deberes de cada
día, porque también «entre los pucheros anda el Señor» (Fundaciones 5,8).
Ella vivió las dificultades de su tiempo -tan complicado- sin ceder a la
tentación del lamento amargo, sino más bien aceptándolas en la fe como una
oportunidad para dar un paso más en el camino. Y es que, «para hacer Dios
grandes mercedes a quien de veras le sirve, siempre es tiempo» (Fundaciones 4,6).
Hoy Teresa nos dice: Reza más para comprender bien lo que pasa a tu alrededor y
así actuar mejor. La oración vence el pesimismo y genera buenas iniciativas
(cf. Moradas VII, 4,6). ¡Éste es el realismo teresiano, que
exige obras en lugar de emociones, y amor en vez de ensueños, el realismo del
amor humilde frente a un ascetismo afanoso! Algunas veces la Santa abrevia sus
sabrosas cartas diciendo: «Estamos de camino» (Carta 469,7.9), como
expresión de la urgencia por continuar hasta el fin con la tarea comenzada.
Cuando arde el mundo, no se puede perder el tiempo en negocios de poca
importancia. ¡Ojalá contagie a todos esta santa prisa por salir a recorrer los
caminos de nuestro propio tiempo, con el Evangelio en la mano y el Espíritu en
el corazón!
«¡Ya es tiempo de
caminar! » (Ana de San Bartolomé, Últimas acciones de la vida de santa
Teresa). Estas palabras de santa Teresa de Ávila a punto de morir son la
síntesis de su vida y se convierten para nosotros, especialmente para la
familia carmelitana, sus paisanos abulenses y todos los españoles, en una
preciosa herencia a conservar y enriquecer.
Querido Hermano, con mi saludo cordial, a todos les
digo: ¡Ya es tiempo de caminar, andando por los caminos de la alegría, de la
oración, de la fraternidad, del tiempo vivido como gracia! Recorramos los
caminos de la vida de la mano de santa Teresa. Sus huellas nos conducen siempre
a Jesús.
Les pido, por favor, que recen por mí, pues lo
necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Fraternalmente, Francisco
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