lunes, 1 de septiembre de 2014

DIARIO DE UN CURA. PASEANDO POR LA PLAYA...Y ENTRE CURAS

DIARIO DE UN CURA

PASEANDO POR LA PLAYA…
Y ENTRE CURAS

Hay días que la Tierra se queda quieta y parece que no ocurre nada. Que entra mi hermana a la casa y me hace la misma pregunta de cada día: -¿Alguna novedad, Suso?  Y yo le doy la misma respuesta de cada día. -Nadita, hermana.
Y hay otros días que no. Que pasan y se viven  tantas cosas que necesita uno contarlas. Por eso los “Diarios” nunca son diarios… Yo, lector de todos los diarios que hayan pasado por mis manos  también  escribo mi “Diario” mensual, bimensual… o cuando me apetece. Hoy me apetece.
Las mañanas de cada uno de estos días que estoy viviendo se parecen, pero no creas. Después de la fiesta de ayer en el cumpleaños de Carlos, 2 añitos, pero que ya dice “suso” como era de esperar, el día de hoy, aunque sea 1 de septiembre, amaneció sonriendo. El día y yo. A las 9,30 empieza la rehabilitación a las “órdenes” de Juan Carlos.  Hay buen ambiente en aquel gimnasio lleno de esguinces, artrosis, faltas de musculaturas y dolores. Nunca faltan las risas de Carmelo y  Enrique, ni las bromas de Benito o  Eloísa….. ni las carcajadas frecuentes del fisio. Se pasa bien en un sitio donde, normalmente se pasaría mal. Yo lo paso bien aunque a veces me cueste empezar.
Tampoco es nada despreciable el momento del café. Las 11 de la mañana y las cuatro de la tarde son dos momentos  importantísimos. Sentados en la cafetería de al lado, Liliana o Judith no necesitan preguntarnos qué queremos. Ellas ya conocen nuestros gustos.  Allí Pepe, Dámaso y Justino, o Rita y  Sonia, o María, Nieves y Sita o quienes en ese momento aparezcan por la iglesia , disfrutamos el agradable aroma del café y el más agradable aroma del diálogo y la amistad. Así ocurrió hoy como ha ocurrido todos los días de estos últimos meses. Cada día es más sabroso este momento. ¡Si los ingleses llegaran a experimentar el sabor del café o la caña limón o la menta-poleo  de las 11 y las 4 de  la tarde ya tendrían olvidado el té de las 5. No hay comparación.
Por las mañanas, hoy por ejemplo, no falta la visita de alguien que quiere hablar un rato o de quien viene buscando un poco de leche “que no me queda nada en casa para comer”. Procuro escuchar y, siempre que me sea posible, atender. Hoy, además, tuve cambio de enfermero. Juanito, que desde hace más de tres meses, día a día,  viene a curar esta herida que tanto me quiere… está de vacaciones. Por eso  hoy ha sido el estreno de la nueva enfermera, Mary Carmen, que, amablemente, intenta convencer a la herida de que ya está bien, que por qué no se cierra de una vez y se depide.
Por la tarde, haciendo caso al médico y a mí mismo, estoy yendo a caminar. Además de las muletas, mi apoyo principal está en los amigos que me vienen a buscar: un día se llaman Adela y Carmen, otro día Paqui y Ángel…. Hoy se llamó Paco y nos fuimos a Arinaga. Fue un acierto.
Al salir de casa, un niño de los que hicieron la primera comunión hace dos años vino contento a saludarme. Muy educado, me preguntó por mi salud y me dio dos besos. Después respiró un poquito y me preguntó con cierta timidez:
-¿Me das un euro?
- ¿Para qué lo quieres?
Se quedó sin saber qué decir, inclinó la cabeza a un lado y dijo algo así como “ohhhh” que traducido podría ser: ¿Hombre de Dios, para qué voy a querer un euro? Yo, utilizando la misma fórmula que mantengo cuando alguien viene a pedir algo y sospecho de su sinceridad, le rebajé el 50 por ciento del pedido.
-Te puedo dar 50 céntimos.
Y se conformó, claro. Abrí la cartera y él se asomó para descubrir que allí había bastante más de 50 céntimos. Pero se fue contento a comunicarlo a los dos otros amigos  que esperaban. Y les contó orgulloso: “me dio 50 céntimos. Es que él me hizo la primera comunión”.
-Y el chiquillo me regaló la primera sonrisa de la tarde. Una sonrisa que valía mucho más de 50 céntimos. Tendré que ser más generoso.
En la iglesia de Arinaga me encontré con bastantes feligreses. Compartimos la alegría de vernos y hablar después de bastante tiempo. Y, oh sorpresa, de repente, aparecen cuatro curas jóvenes, cuatro: Paco el de Arguineguín, Domingo el de Juventud, Santiago el de Carrizal, Carlos María el de Montaña Alta. Y además, yo y el amigo Paco.
            ¿Qué hacen cinco curas cuando se encuentran? Pues eso, contarnos en dos o tres minutos cómo estamos de salud y de ánimos. Y después hablar y hablar y hablar de la parroquia de cada uno, y  del funcionamiento de la diócesis… Después de media hora en la puerta de la iglesia necesitamos ir a la cafetería de enfrente para seguir hablando. Y seguimos con un cortado o un vaso de agua en la mano: la muerte del obispo Echarren, los nuevos destinos de los sacerdotes, lo que se comenta entre el clero, el tema de la juventud y la Iglesia, los proyectos para el nuevo curso. Fue una reunión improvisada, distendida, entusiasta en donde todos nos sentimos bien y, además, coincidiendo en muchos enjuiciamientos de la realidad. Si la hubiésemos preparado y organizado no hubiera salido tan bien. ¡Tenemos necesidad de estos espacios abiertos, espontáneos, libres!
             Y tras más de una hora de retraso, nos fuimos a caminar. Pasear a la orilla de la playa de Arinaga es un lujo. A las 7 todavía aún había  calor y resultaba muy agradable andar, cada cual a su ritmo,  y al mismo tiempo pararte a saludar a amigos de Arinaga o de otros lugares que disfrutaban del lugar.  Acabado el paseo, ya para subir al coche nos saludaron otros dos amigos: Pepe Juan y Carmen Celia con quienes estuvimos un ratillo de buena y alegre  conversación.
Al llegar a la casa parroquial pensaba: Hoy necesito escribir en mi Diario. Fui a la cocina y cené rápido parte de lo que me había sobrado en el almuerzo. Encendí el ordenador y, antes de iniciar este escrito, leí los correos. Rudy un joven sacerdote de Guatemala  al que le “prediqué” su primera misa en su diócesis hace unos 8 años, me mandaba un mensaje. ¿Otro cura? Dije en voz alta aunque estaba solo. ¡Hoy esto va de curas!
            -“Padre Jesús, -me decía y casi lo oía yo en ese tono tan especial de los guatemaltecos- hace tiempo que no leo su Diario. ¿Es que ya no escribe? Miro todos los días su blog a ver si nos cuenta algo”.
Y Rudy me regaló la enésima sonrisa de la tarde, la más parecida al niño del euro.   
-Rudy, amigo guatemalteco: Es que hay días que la Tierra parece que se queda quieta y no hay nada que contar. Y hay otros en los que ocurren mil cosas y uno necesita contarlas.  Hoy es uno de esos días. Va para ti esta página de mi diario…que no sale diariamente, ya sabes.  Aunque se llame Diario.


Esta noche acabaré mi día con la oración en la que iré recordando, uno a uno, los nombres de  las personas con las que he estado,  las que me han hablado, las que he escuchado, las que me han escrito, las que me han ayudado, las que han sido parte de este 1 de septiembre a punto de acabar.  

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