Manolín
Ramírez
escribe desde Mozambique:
“Está
absolutamente desnutrida”

Manolín Ramírez, sacerdote
canario en Mozambique estuvo durante el mes de julio en nuestras parroquias.
Aquí celebró misas y bautizos. Y también participó en un encuentro- retiro con feligreses
de Arinaga y Cruce de Arinaga. Siempre hacía referencias a su querida
Mozambique. Con él aprendimos canciones y costumbres de este país africano. Desde
nuestro blog le damos las gracias por todo lo que nos ha aportado en estos
meses. Para quienes no le conocen, lean, por ejemplo, esta nota escrita en su “Diario”:
Por más que le pregunté el nombre de la bebé no consigo recordarlo. Lo
que sí siento aún en mis manos es que pensaba que me rompía entre mis brazos.
No recuerdo su nombre, pero es una niña de ocho meses que conocía ayer durante
las confesiones en la Vila. Tuvimos una celebración penitencial y una viejita
se acercó con un bebé a la espalda. Vi su cabecita y me quedé preocupado.
Cuando llegó el momento de la paz, me acerqué hasta ella y la vi claramente.
Al terminar la celebración le
pedí que me la mostrase y confirmé mis peores presentimientos: está
absolutamente desnutrida. Su vida es piel y huesos, con una sonrisa
cautivadora. Se mantiene viva porque tiene espíritu, porque Dios está con ella.
Sus bracitos parecen no tener músculos. Su abuela nos contó que está con ella
porque su madre está en el hospital. Luego Guida nos dijo que está muriendo de
SIDA en el hospital, pero que la niña lo único que tiene es hambre. Me quedé de
piedra.
Le dijimos que mañana estuviese
en casa de las Hermanas para llevarle leche y cereales, pero no sé si
sobrevivirá porque cuando llegan a esos extremos sólo “resucitan” con sondas
naso-gástricas. Sin embargo, la niña tiene algo especial, jugaba conmigo,
sonreía y sus ojos parecían alumbrar un camino, tan abiertos como los ojos de
las lechuzas que ven en la oscuridad.
Ni khensile! Esta bebé da
sentido a mi ayuno, porque me revuelve las tripas tener comida y que hayan
niñas muriendo de hambre a 11 kilómetros de mi casa. Mi ayuno debe ser compartir
con el hambriento, compartir porque esa niña me dio su luz, su alegría, su
mirada limpia que nunca sabrá por qué pasa hambre, y eso no tiene precio.
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