Escribe:
Paco Mira
LAS
MALAS NOTICIAS VUELAN.
PARA LAS BUENAS, A VECES,
HAY QUE CORRER.
Cuando un hijo sale de fiesta, o
sale por la noche, o va a pasar algún día fuera de casa, su madre, por regla
general, está deseando que la llame para saber si ha llegado bien a su lugar de
destino. Si eso no sucede, lo más probable es que la madre le diga “Amigo, ¿usted no llama o qué?. A lo que
normalmente el hijo suele responder, “mamá
no te preocupes, que las malas noticias vuelan, y te enterarías al momento”.
Y en el fondo no les falta razón a los dos.
Por eso me gustaría recordar a
quienes, en un día como el de la Asunción de María, entonan como ella el
Magníficat. Me gustaría hacer pensar a todos los que critican a la Iglesia, a
los que piensan que la Iglesia tiene privilegios, que ha sido un privilegio el
contar no solo con Jesús Palacios, sino con tantos y tantos misioneros que por
fidelidad a su madre la Iglesia, hacen realidad el evangelio que dice “si el grano de trigo no muere”… Me
gustaría recordarles a quienes critican a las instituciones religiosas, quienes están llevando a la práctica labores
de acogida a la cantidad de pateras que estos días nos visitan, a los que
saltan vallas en busca de libertad y tierra que mana leche y miel mientras los
interesados están de vacaciones… sigo diciendo que es un privilegio el contar
con ellos.
Por eso las buenas noticias, a veces
hay que correr para darlas. Filípides, para anunciar que habían vencido a los
persas, lo hizo y sin querer inventó la maratón. María corrió, con dificultad
(“fue deprisa a la montaña”) a dar
una buena noticia. Una noticia, como los misioneros, que les hace cantar y
proclamar que su alma canta las grandezas del Señor y que su espíritu se
alegra.
Sin duda mucho tenemos que aprender
nosotros los que normalmente vamos a la eucaristía, a veces, diaria. Mucho
tenemos que aprender para dar buenas noticias o para saber escuchar las buenas
noticias. El evangelio de esta semana nos va a invitar a escuchar buenas
noticias. Una mujer pide por su hija, no pide para ella. Pide que le ayuden,
que le echen una mano. ¡Cuántos a nosotros nos piden que les echemos una mano!
¡Cuántos de nosotros no sabemos oír buenas noticias, no sabemos oír
evangelios!. Vivimos en un mundo de ruidos, sin embargo sigue habiendo gente
que nos sigue tirando del manto, que nos sigue gritando, ayúdame.
Alguien, en alguna ocasión proponía
que todos los días nos levantáramos dando una buena noticia. A veces, nos
volvemos locos buscando y buscando, y sin embargo no hay que ir muy lejos para
ello. Muchos de los que están a nuestro alrededor nos preguntan por la Iglesia,
nos preguntan sobre Dios, etc… buscan respuestas a sus preguntas… nosotros
quizás podamos darles un pequeño empujoncito o bien enseñarles el camino.
Pero claro, para ello hay que hacer
como María. Aceptar la voluntad de Dios. Una voluntad que a veces no la
entendemos, que no sabemos a qué viene, que no sabemos por qué, pero que en el
fondo siempre, una vez aceptada nos va a hacer decir, Proclama mi alma la
grandeza del Señor.
Animo a los misioneros. Animo en la
dificultad a todos aquellos que convencidos anuncian y proclaman que su nombre es santo y su misericordia llega a
sus fieles. Ojalá que las piedras del camino no estorben para proclamar la
grandeza de Dios. Ojalá que seamos capaces de erradicar esas malas noticias
como el Ebola, como las vallas que separan pueblos, como pateras que llegan en
busca de una tierra mejor… y solo demos noticias de gente que se entrega a
favor de los demás.
Hasta la próxima.
Paco Mira
E
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