Escribre:
Paco Mira
EL GIMNASIO,
EL PARO Y
LA HUMILDAD
El verano da para mucho. No solo da
para la playa, para el chiringuito, para los amigos, para hacer aquello que
normalmente no hacemos, sino que incluso da para cosas insospechadas. Estos
días, leyendo un medio de comunicación,
me encontraba una noticia que me resultaba paradójica: el 67% de la gente en
paro, en edades comprendidas entre los 20 y 45 años, va al gimnasio. Por un
momento pensaba que era una oferta gratuita de alguna empresa que regalaba
sesiones para dar culto al cuerpo, pero no. Son sesiones que hay que pagar y
además y por lo visto no es nada barato.
No sé si el paro es condición
indispensable para ponerse en forma; no sé si estando en el paro es obligación
ir al gimnasio; no sé si para encontrar trabajo hay que estar en forma y por
ello hay que ir al gimnasio. Hay algo que se me escapa; hay algo que no
entiendo y es que si los gimnasios no son baratos, si el paro apenas llena a
una economía crítica, tenemos tiempo para ir a un gimnasio que no nos regala
las horas que allí estamos.
Este fin de semana, aparte de
celebrar el XIX del tiempo ordinario, es también San Lorenzo. Y me viene a
cuento, porque no fue a un gimnasio y sin embargo su cuerpo tuvo un culto que
no quisiéramos ninguno de nosotros, pero que sin embargo le sirvió para entrar
en el reino de los cielos. Un reino no como lugar geográfico pero sí como lugar
al que deberíamos de aspirar todos. Lorenzo fue el prototipo de diaconado, fue
el camarero de Dios en la tierra; fue el servidor de los pobres, con los pobres
y para los pobres; fue el ejemplo de entrega para otros, fue el claro
testimonio de donación corporal sin levantar pesas, sin hacer abdominales, sin
hacer pectorales, sin… ir a un gimnasio.
Me da la impresión, a veces, que los
que nos llamamos testigos de Jesús, necesitamos dar un golpe de efecto,
necesitamos una grandiosidad para decir que Jesús está presente. Me resulta
curioso como Elías, en el Horeb, pensaba que Dios iba a pasar “cual rama en Agaete”, y sin embargo
Dios pasó en una brisa suave, casi sin notarse. Dios no necesita ningún
gimnasio para darnos la mano y sujetarnos si nos caemos.
Es curioso como hasta lo más
poderosos, han de tener una dosis de humildad para poder reconocer nuestra
debilidad, nuestra flaqueza. Pedro, farruco él, le dice a Jesús que le haga
caminar por el agua. Claro, Pedro se hunde, porque su fe no es lo
suficientemente sólida como para ello, “¡con
lo fácil que debe ser!”, pero bueno si lo intentamos vamos por el buen
camino.
Creo que ahora estamos viviendo
momentos complicados: paro, economía mala, guerra… y muchos de nosotros hemos
acudido al Padre, si no a pedirle explicaciones, por lo menos a que nos echara una mano. Lo más probable
que en más de una ocasión nos hemos preguntado por qué a mí señor; en más de
una ocasión nos han dado ganas de romper la baraja, de tirar la toalla y decir
se acabó, hasta aquí hemos llegado.
Sin embargo es en estos momentos de
hundimiento, en momentos de dificultades en los que hay que hacer como Pedro,
“Señor, sálvame”. ¿Saben?, Dios nunca deja que sus hijos de ahoguen, ¿han
notado alguna vez la mano de Dios agarrándonos para que no nos hundamos?.
Seguro que con la fe no nos hundimos. Ya podrán llegar retos de familia, de
economía, de salud… que siempre que acudamos a nuestro hermano él siempre
estará con nosotros, a nuestro lado.
El va a ser el único salvavidas.
Ojalá que tengamos la valentía suficiente de reconocerle; que tengamos la
valentía de llamarle, que tengamos la valentía de anunciarle y de proclamar,
Jesús sálvanos y seguro que su mano siempre va a estar rauda y veloz para que
no nos hundamos. Aunque estemos en verano, démosle gracias, siempre habrá un
motivo, aunque este sea pequeño.
Merece
la pena.
Hasta la próxima.
Paco Mira
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar.