CARTA AL VIENTO
ESCUELA RADIO MAYMÓ
y FELICIDAD
y FELICIDAD
Lo
comenté hace unos días en este mismo blog. Lo dije así, de pasada, a propósito
de otro tema. Cuando yo tenía 12 ó 13 años disfrutaba escribiendo cartas y,
sobre todo, recibiendo respuestas. Y por ejemplo mandaba cartas solicitando información de cursos por
correspondencia: Inglés por correspondencia, guitarra por correspondencia,
enfermero por correspondencia... No es que yo tuviera interés por hacer esos
cursos. Lo único que me importaba era recibir la respuesta: disfrutar
cuando llegaba el cartero a mi casa, en
la calle Arcediano López Cabeza número 6, con un sobre grande lleno de papeles
y a veces un pequeño regalo. La Escuela Radio Maymó, situada en Barcelona, era
una de esas Academias para estudiar por correspondencia. A ella hacía alusión
en mi anterior escrito porque varias veces respondió a mi solicitud. Varias veces me dio un momento
de alegría. Estoy hablando, claro, de
hace más de cincuenta años.
Y
este no es un tema baladí, aunque lo parezca. Esos pequeños detalles que
producen alegría, quedan grabados para siempre. También quedan guardados muy adentro
los momentos en los que uno puede sentirse despreciado o ignorado. Muchas
personas creyentes mantienen el amor a la Iglesia porque encontraron gestos de
acogida y amabilidad del sacerdote o el catequista o la persona encargada del templo.
Y también lo contrario. Algunos guardan rencor porque alguno de nosotros tuvo una palabra desafortunada, una
falta de delicadeza o no supo escuchar adecuadamente a quien se acercó buscando
comprensión.
¡Cuánto
valen los pequeños gestos para hacer feliz a los demás!
Después
de aquella referencia en nuestra página
web a la Escuela Radio Maymó, hoy me llega un correo…del hijo del fundador
de la Escuela. Leyó la carta del blog, me escribió y yo me llevé una sorpresa y
una alegría más que comparto con ustedes. Esta es la carta recibida:
Hola, me
alegro de que Radio Maymó sirva para que
otras personas recuerden tiempos pasados, que normalmente, fueron mejores. Teníamos menos, pero éramos más felices y estábamos más
unidos. A mí también me encantaba recibir cartas, tenía como una magia
especial, ya de muy pequeño también escribía a todos los anuncios que
encontraba en los periódicos y en los tebeos, con lo cual recibía
correspondencia y alguna bronca de mis padres por ponerlos en algún compromiso.
En nuestros días está el correo electrónico que también motiva bastante pero
que es más frio a pesar de ser mucho más rápido. En la revista infantil Pulgarcito, había una sección de
correspondencia y con ello conseguí cartearme con muchas chicas. A la mayoría
no llegué a conocerlas nunca, pero fue una época muy bonita. Recuerdo de una
que era de Canarias casualmente, nos intercambiábamos lo poco que teníamos y
que se pudiera meter en un sobre, éramos felices con casi nada. Cuando hice la
mili, también más de lo mismo, a mi novia le escribía una carta diaria llena de
dibujos (se me daba bastante bien) y también esperaba la llegada de la
correspondencia. Era todo un
espectáculo, el que repartía las cartas se lo pasaba bomba, parecíamos críos
esperando un juguete y cuando no nos llegaba nada, era como un jarro de agua
fría ver que a los demás les llegaba y a ti no. Pero después ya esperábamos al
día siguiente a ver si teníamos suerte.
Con el curso de Maymó, otra que tal, cada mes esperando el paquete con las
lecciones y el material, tenía un encanto muy especial que recuerdo con mucho
cariño. El Sr. Fernando Maymó, era un gran maestro que supo instruir a una
legión de aficionados a la radio, como yo, y que muchos de ellos pudieron
triunfar en la vida con lo que más les gustaba, no fue mi caso ya que tuve que
dedicarme a la electricidad y fontanería para ayudar a mi padre que trabajaba
por su cuenta, y que tuve que tenerlo como un segundo oficio o un hobby con el
cual todavía me lo paso muy bien. Total, que para mí los carteros eran como los
ángeles, tenían un encanto especial. En fin que no me enrollo más, reciba un
cordial saludo. Jaume.
La alegría
de escribir cartas. La alegría de recibirlas. La alegría de hacer felices a los
demás. La alegría de una Iglesia que intenta servir a las personas en cualquier
lugar. La alegría de los pequeños detalles. La alegría de descubrir la mano de
Dios en todos esos gestos que nos hacen felices. Por eso, como dice el
salmo 137 que hoy rezamos, “Señor, tu misericordia es eterna. No abandones la
obra de tus manos”. Que la
Iglesia y la sociedad brinde muchos momentos de alegría. ¡Cuánto bien se puede
hacer con los pequeños detalles que producen felicidad!
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