Escribe:
Paco Mira
¡BURRO
GRANDE, ANDE…..HUMMMM… NO SIEMPRE!
Mi abuela, que creo que era bastante
sabia, como todas las abuelas, supongo, me decía, “Paco: burro grande, ande o no ande”. Y he de decir que estoy
bastante de acuerdo, diría que en un 98% de la afirmación. Lo grande siempre da
unas posibilidades que a veces lo chico, lo pequeño no suele darlas. Por eso me
he apuntado a la afirmación y creo que, de lo grande se puede repartir.
Sin embargo, lo pequeño, lo
chiquitito… también tiene su encanto. Este sábado se celebra la fiesta de
Nuestra Señora de los Ángeles. Les puedo decir, de la Porciúncula. A muchos,
esta palabra no les dirá mucho, sin embargo para mí tiene un significado
especial. Y es especial porque tiene mucho que ver con una congregación
religiosa a la que aprecio y quiero, como son los Franciscanos. La Porciúncula,
literalmente es un trozo, una porción… Es una capilla chiquitita, en medio de
una enorme basílica (Nuestra Señora de los Ángeles), en Italia. En ella, el
gran Francisco de Asís, se recluía para tomar sus decisiones, para afrontar el
día a día de su vida, para tomar fuerza y aliento para que su mensaje llegara
lo más lejos posible y encima que la gente confiara en él. Francisco, antes de
arrancar en la vida, iba a la porciúncula.
Este fin de semana, unos vienen y
otros se van. A unos se les acaban las vacaciones y otros las comienzan. Para
unos será como un suspiro y tienen que volver a lo que hace 30 días han dejado
y para otros serán 30 días que querrán estirar lo más posible. Pero sea cual
fuere la situación de cada uno, ojalá busquemos un lugar pequeño, chiquitito,
una “porciúncula”… donde podamos encontrarnos con el padre que nos de fuerza
para seguir adelante. A veces las fuerzas nos flaquean, y preferimos no luchar,
ahogarnos, antes que salir adelante.
El evangelio de este fin de semana
es de los más conocidos. Quizás sean de esos que casi nos lo sabemos de memoria
y al que recurrimos cual frase fácil para corroborar alguno de nuestros gestos.
El evangelio de este fin de semana es como “mi” porciúncula: de lo poco,
sacamos mucho. Más de uno se preguntará cómo es posible la magia de Jesús a la
hora de la multiplicación y claro… es que no hemos entendido el evangelio.
Me gustaría que fuésemos capaces
nosotros también de saber multiplicar: de un solo corazón, poder multiplicar un
montón de abrazos de ternura a infinidad de gente que lo necesita; de un solo
corazón, poder multiplicar infinidad de sonrisas a tanta tristeza como hay en
el mundo; de un solo corazón, poder gastar un montón de tiempo en los que están
solos, en los ancianitos, en los enfermos… de un solo corazón el poder
multiplicar millones de besos, en vez de multiplicar millones de balas que lo
único que hacen es desangrar ese corazón cada vez más desgarrado.
¡Fíjense cómo la multiplicación, a
veces, no tiene por qué ser material!. Nos quedamos con la literalidad del
texto y somos incapaces de ir un poco más allá. Esa es la grandeza no de la
Biblia en sí, sino del mensaje del Padre a través del Hijo. Con poco, con una
simple Porciúncula, empezó Francisco de Asís, con dos panes y tres peces,
Jesús. Simplemente es cuestión de mirar y observar a nuestro alrededor. La
semana pasada les decía que ojalá esta semana pudiésemos hablar de la paz y sin
embargo tenemos que decir que es imposible, entre otras cosas porque somos
incapaces de compartir y multiplicar la grandeza de nuestro corazón.
Todo lo grande es bueno, pero hay
que empezar con lo poco, con lo pequeño. La multiplicación no fue grandiosa,
pero todo el mundo quedó satisfecho. Quizás tengamos que preguntarnos al acabar
la semana o los días, si también quedamos satisfechos de lo que hemos hecho.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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