Escribe
Paco Mira:
LA
FIESTA DE UN VERBO: COMPARTIR
Tranquilos, que no voy a dar, ni lo
pretendo, una clase de Lengua Castellana. Entre otras cosas porque no soy quien
y dudo que tuviera la capacidad como para ello. Sin embargo hay palabras, hay
verbos, que no solo merecen ser conjugados en todos sus tiempos, modos, y
formas verbales, sino también celebrados como fiesta.
Y es curioso que en los tiempos en
los que vivimos, este verbo cobra no solo mayor entusiasmo e interés, sino que
también lo hace con mayor vigencia que nunca. Tiene también su parte triste y
es que precisamente porque estamos en una época complicada, cobra mayor
relevancia. Lo bueno sería, que sin estar en época de crisis, el verbo
compartir tuviera vigencia, pero claro nos acordamos de santa Bárbara, sólo…
Compartir, sería partir con, y en los momentos en los que
nos encontramos hay muchas situaciones, personales y colectivas, con las que se
puede compartir. Compartir una sonrisa con el triste y de estos hay muchos en
la vida; Compartir el hombro, con aquel al que las circunstancias de la vida le
hace tambalearse y es bueno que tenga un punto de apoyo en nosotros; Compartir
tiempo con aquellos que están solos en la vida o a los que la vida ha dejado
solos: apurar y aprovechar horas del reloj, para compartir su tiempo; Compartir
tiempo con aquellos a los que los achaques de la vida les hace ir a un ritmo
distinto al nuestro y quizás tengan que estar en un hospital, en su casa, etc…
Compartir tiempo desde la voluntariedad, el altruismo, en caritas, en comedores
sociales… es tiempo no perdido, es tiempo ganado desde el corazón humilde y
maravilloso de cada uno.
Cuando disfrutamos de todas estas
situaciones, nos sentimos felices, celebramos una fiesta. Son oportunidades que
la vida nos da y que a veces no nos avisa. Son oportunidades que nosotros
tenemos –a veces – que aprender a descubrir, y que parafraseando y sin chiste,
nos tiene que hacer sentir orgullosos y llenos de motivación.
Dios también compartió la fiesta.
Dios quiso que el amor triunfara por encima de todo; Dios, en Jesús, también
quiso partir con todos y cada uno de
nosotros. Por eso, una vez a la semana, nos convoca. Nos convoca a compartir la
fiesta con todos aquellos que nos sentimos identificamos con el mismo proyecto;
nos convoca a una característica que no es fácil en el mundo de hoy, nos
convoca a la gratuidad, al desprendimiento…y eso se refleja en su propio Jesús:
desde y con amor, lo entrega para que todos podamos vivir para siempre. ¿Existe
mayor generosidad?
Por eso hoy es el día de las
alfombras. Es el día de sacudirnos los pies, de limpiar todo aquello que nos
impide ser generosos, amables, cariñosos… que nos impide, desde nuestro
orgullo, celebrar una fiesta y esta con mayúsculas. Dudo que pueda compartir
con los que desde una postura de dejadez, entiendo yo, digan que “para creer en Dios no hace falta ir a misa”:
¿Cómo no voy a querer compartir una alegría con otros? . ¿Acaso celebro un
cumpleaños para mí solo? Nos tiene que motivar el dar gracias; hay que ser
agradecidos con la generosidad de la vida y del amor. Pintar y decorar
alfombras es un signo y un símbolo de lo que sentimos en un momento determinado
y que tiene que ser lo que nos mueva a lo largo del año.
El compartir un verbo con alegría,
el convencer a los demás que el proyecto en el que nos hemos metido merece la
pena, no ha de ser algo teórico, ha de ser algo que nosotros contagiemos y que
el que nos vea, nos oiga… sea capaz de decir que merece la pena.
Mi felicitación a las gentes de
caritas. Mi felicitación a los que dedican su tiempo a otros. Hoy es su día.
Amigos tenemos un reto por delante.
No es tarea de nadie en general, sino de todos y de cada uno en particular. Por
eso entre todos hemos de celebrar que hay un verbo que merece la pena,
compartir.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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