El hombre que compró la ciudad de Estocolmo
Un cuento de Giani Rodari
(Nos lo envía una
lectora de Telde)
- ¿Quién quiere comprar la ciudad de Estocolmo?
En el mercado de Gavirate hay a veces unos hombrecillos que venden de todo, y son tan buenos vendedores que sería difícil
encontrar otros mejores.
Un viernes llegó un hombrecillo que vendía cosas raras: el Mont Blanch, el océano Índico,
los mares de la Luna… Y era tan buen charlatán que al cabo de una hora sólo le quedaba la ciudad de Estocolmo.
La compró un barbero, a cambio de un corte de pelo con fricción. El barbero colgó entre dos espejos el certificado que decía: “Propietario de la ciudad de Estocolmo”, y lo mostraba orgulloso a los clientes, respondiendo a todas sus preguntas.
- Es una ciudad de Suecia; es más, es la capital. Sí,
sí, sí.
- Tiene casi un millón de habitantes y, naturalmente todos me pertenecen.
- Bueno, también tiene mar, claro, pero no sé de quién es.
El barbero fue ahorrando poco a poco y el año pasado marchó a Suecia a visitar su propiedad.
La ciudad de
Estocolmo le pareció maravillosa, y los
suecos amabilísimos. Éstos, no entendían ni una palabra de lo que
él decía, y él no entendía ni media palabra de
lo que
le
respondían.
- Soy,
soy el dueño de la ciudad ¿Lo sabían o no? ¿Se lo han
comunicado?
Los suecos sonreían y decían que sí, porque no lo entendían; pero eran amables y el barbero se frotaba las manos muy contento.
-Una ciudad tan grande por
un corte de pelo y una fricción. Verdaderamente
la he comprado a buen precio
Pero
en cambio se equivocaba y le había costado demasiado cara. Porque el mundo es de todos los niños y niñas
que llegan a él, y para tenerlo no hay que pagar ni un céntimo. Sólo hay que arremangarse,
alargar las manos y tomarlo.
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