Escribe Paco Mira:
¡QUE BIEN SE ESTÁ AQUÍ!.
Y
TÚ CALLADO
Me quiero imaginar
una escena de satisfacción. Quiero imaginar una escena de paciencia,
tranquilidad, sin prisas y disfrutando del momento. ¡Cuánto tiempo perdemos
nosotros en estresarnos y no disfrutar de la paciencia!. ¡Qué pocas veces
decimos qué bien se está aquí!. Y lo más probable es que no sabemos disfrutar
no sólo del momento, sino de la propia vida.
La vida,
nuestra vida, debe ser como las buenas comidas: olerlas, saborearlas,
masticarlas con tranquilidad, catarlas en su justa medida… que nos lleven a ser
como Pedros de la vida y que nos lleven a manifestar ¡qué bien se está aquí!.
Sin embargo, las circunstancias de la misma nos llevan a todo lo contrario. Nos
llevan a la prisa, a la incertidumbre, a la inmediatez de cada momento y no
saboreamos aquello que nos apetece.
Yo
quiero imaginar que la gente que vive en el seminario, también dicen “¡que bien se está aquí!., claro, si no, no
estarían. Quiero lanzar una flecha a favor de los valientes, de las especies humanas
en vías casi de extinción y me da que los seminarios y los seminaristas están
llamados a la supervivencia. Por ello cada vez más son ellos los que tienen que
decir, ¡qué bien se está aquí!. Tienen que estar a gusto y disfrutar de lo que
hacen; tienen que saborear la vocación y tenemos que ayudarles a que su paladar
en la vida sepa ser de lo más exigente, porque en el fondo es de lo que mejor
se aprecia.
Ojalá
que el seminario sea la cuna no de una especie en extinción, sino el semillero
de quienes entregan su vida a favor de los demás, porque los demás también
necesitan de ellos. Los sacerdotes tienen sentido porque la comunidad los
demanda, los quiere y los necesita. Por ello será la comunidad la primera que
sienta la necesidad de ellos.
Pero no
quiero olvidarme, tampoco de José, el carpintero, el virutas, el padre
putativo, el personaje bíblico en silencio, pero significativo en la infancia
del propio Jesús. La Biblia no nos habla mucho de él. Da la impresión que en el
nacimiento de Jesús no aparecía un padre biológico, en esa escena faltaba algo.
Quisiera significar en este personaje, a todos aquellos que dentro de una
iglesia y en silencio, contribuyen al buen funcionamiento de una parroquia. En
la nuestra, quiero acordarme de Carmelo, ese sacristán que en silencio es
imprescindible y a veces lo valoramos muy poco; y con Carmelo a tantos y tantos
sacristanes. Con José como bandera, quiero acordarme de los grupos de acogida;
de esos grupos callados que hacen que nuestra celebraciones sean más reconfortantes…
¡Cuántos
Pepes hay en nuestras comunidades parroquiales y, a veces, no somos capaces de
valorarlos en su justa medida. Vaya desde aquí mi respeto y mi admiración para
ellos.
También,
y para finalizar, quisiera acordarme de los padres. Siempre hablamos y
valoramos a las madres, pero creo que los padres tienen su justa medida y
cabida en la vida. Mi respeto y admiración a todos los que contribuyen de una
manera digna al crecimiento, aunque sea desde el silencio, y fortalecimiento de
la vida familiar. Felicidades Papá.
Amigos,
valoremos lo que tenemos e intentemos mejorarlo. Valoremos el seminario,
valoremos la figura de José el artesano carpintero y con él a todos aquellos
que desde el silencio son capaces de contribuir a un crecimiento bullicioso;
valoremos a los padres, a los no perfectos, a aquellos que día a día intentan
superar las dificultades. Ojalá que al final podamos decir, como Pedro, ¡qué
bien se está aquí!
Hasta la próxima.
Paco
Mira
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