Escribe Paco Mira:
DE
JACOB A NUESTROS POCEROS
Sin duda que nuestra bendita tierra
guanche, nuestras islas son afortunadas. Pero afortunadas por infinidad de
cosas, no solamente por el clima, no solamente por sus maravillosas playas…
sino que afortunadas por sus gentes. Gentes que ante las dificultades, han
sabido solventarlas y sobre todo salir adelante. Unas islas que por su
posicionamiento tan concreto, tan chiquititas en medio del océano, también han
tenido sus dificultades.
Claro que nuestras islas, a lo
mejor, no eran tan diferentes a la tierra de Sícar: tierra seca, poca agua,
pozos profundos…. Nuestros poceros eran hombres que estaban abiertos a los
demás. Nuestros poceros era gente que proporcionaban a los demás el líquido
elemento, para que los demás pudieran
subsistir gracias al agua tan escasa y apreciada por todo el mundo. Los poceros
eran esos personajes que incluso en algún caso han llegado a ejercer cierta
autoridad.
Es curioso que esa escasez, hoy,
gracias a la labor de estos personajes de antaño, parece que ya no lo es tanto.
Parece que aún siendo un bien preciado y que no se puede malgastar, la gestión
que ellos hicieron ha servido para que los demás sepamos apreciar su labor, su
dedicación, su entrega, su generosidad y no malgastar aquello de lo que escaseamos.
Jesús también tiene sed, siente la
necesidad del líquido elemento, según el relato evangélico. Pero seguro que el
relato no quiere significar el cansancio del propio Jesús, sino la labor de una
mujer que por el simple hecho de sacar agua, de sacar el líquido sin el que no
podemos vivir, su vida va a cambiar radicalmente. La samaritana no entendía lo
que Jesús pretendía y sin embargo cuando experimentó lo significativo del agua
pudo comprender que va más allá de un simple pozo.
Hoy, casi, la historia se repite.
Hoy sigue habiendo un pozo maravilloso que no tiene problemas de contenido, que
no tiene problemas de agua y encima… también escasea. Hoy sigue habiendo gente
necesitada de acercarse a los pozos de Jacob; sigue habiendo gente necesitados
de samaritanos de la vida que sean capaces de saciar, de aplacar la sed.
El problema, si me lo permiten,
sigue estando en que si nosotros que decimos que nos consideramos capacitados
para sacar agua del pozo del evangelio, saciamos la sed de los que vienen a beber
a este pozo. A veces presentamos unos pozos llenos de posos, llenos de barro,
llenos de basura… que no dejan ver con claridad y nitidez el agua y esta cuando
la repartimos va contaminada. Por eso el que bebe de nuestra mano, a veces, ya
no vuelve a beber más.
Esta semana hemos celebrado el día
de la felicidad. Siempre digo que cuando celebramos algunos días es porque
escaseamos de lo que celebramos, y nosotros los cristianos que nos decimos
felices, tendremos que preguntarnos si del pozo que nosotros bebemos y
ofertamos, somos felices con ellos. Preguntarnos si el que nos mira a la cara
se da cuenta que nosotros cada vez que bebemos del pozo invitamos a que no
tengamos más sed. A veces nuestro cristianismo es un cristianismo de tristeza,
de no alegría, en definitiva de no felicidad. Ojalá que a partir de hoy seamos
Jacobos de la vida, dueños de pozos que aplacan la sed y al mismo tiempo seamos
samaritanos que sirven a los que lo necesitan.
Hasta
la próxima
Paco
Mira
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