LAS RIQUEZAS DE LA IGLESIA
Comunidad Parroquial, Carismáticos, Cáritas,
Neocatecumenales, Curso de confirmación
Cuentan que a San Lorenzo, antes de quemarlo en la parrilla, le
pidieron que entregara todas las riquezas que la Iglesia poseía. Y parece que
San Lorenzo les hizo esperar hasta que llevó ante sus verdugos a los pobres a
los que atendía, a los hambrientos y a los enfermos y les dijo: Aquí tienen. “Estas son mis riquezas”.
Ayer coincidieron en estas parroquias en las que tengo la suerte de
hacer mi servicio pastoral, cinco actos diferentes: La Renovación Carismática organizó un retiro de oración con una
lucida participación de creyentes de lugares diversos; la muerte de un joven, Ceferino, reunió en otro lugar, casi a la
misma hora, a un número importante de creyentes que celebraron la eucaristía por
el fallecido y escucharon el testimonio valiente y lleno de fe de la madre. Un equipo de voluntarios de Cáritas se
reunía un poco antes, para intentar encontrar solución al problema de una
familia con graves problemas económicos. Ya cerca de las 8 de la tarde, 6 hombres y cuatro
mujeres participaron en un encuentro de
preparación al sacramento de la confirmación. Y pasadas las 8,30 de la
tarde, el grupo Neocatecumenal se
reunió en torno a la Plabra de Dios e
hizo la Entrega de la Biblia a tres personas que se están iniciando: Mónica,
Rita y Nerea.
Hay
quien, desde su fe, está más cercano a una u otra forma de vivir su seguimiento
a Jesús. Todas las formas son válidas porque todas están enraizadas en el
evangelio. Y el evangelio es tan rico, tiene tanta fuerza, que es imposible
abarcarlo del todo. Cada grupo de Iglesia pone su fuerza en algún aspecto: la
oración, la reflexión bíblica, el compromiso con los pobres, el servicio
litúrgico, el compromiso…. Ninguno es mejor que otro. Todos llevan a Dios. Por
eso ningún grupo debe considerarse el mejor, el más bueno, el necesario. Cada
creyente debe buscar su espacio, su grupo y, al mismo tiempo, todos sentirnos unidos en la comunidad
parroquial sin fanatismos, sin exclusividades, sin comparaciones. Que cada uno
beba el evangelio en la Fuente que más guste. Respetando y queriendo a los demás grupos,
estos y otros que hay en Madre Iglesia por tantos lugares del mundo.
Como San Lorenzo, me gustaría decir
que estos grupos, estas realidades, son la riqueza de la Iglesia. Ojalá
valoremos esta gran riqueza y no se destruya nunca por rivalidades, celos o
creernos mejores. Todo lo contrario, que sepamos reconocer
con humildad que sólo estamos en uno de los caminos que nos conduce a Dios y
que tenemos que aprender también de los demás. Incluso de los que no se
consideran de Iglesia y practican la hospitalidad, el perdón y el respeto, que
es una forma sublime de ser “católico practicante”.
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