miércoles, 25 de diciembre de 2013

CARTA-HOMILÍA DE NAVIDAD

Carta-Homilía  al viento 
NAVIDAD.... Y LA DROGA QUE NO ENCONTRÓ LA POLICÍA
Me resulta difícil comprender cómo, en estos días de tantas prisas y tantas fiestas y tantas compras queda un espacio para la ternura. Me resulta casi milagroso el hecho de que, en un tiempo de recortes y de crisis,  haya sitio para la generosidad. Me resulta emotivo descubrir los gestos de amor y de verdadera amistad  en mucha gente, a pesar del ambiente egoísta y de desamor que  abunda en nuestra sociedad. Mucho de esto es posible porque Dios está en medio de nosotros. Es lo bonito y grande de la Navidad: Que Dios se haya querido quedar en nuestra tierra, hecho un Niño indefenso para expresar el gran cariño que nuestro Padre Dios nos tiene.  Y para animarnos a hacer lo mismo. La única Navidad de verdad se llama Amor. Todos podemos tener la tentación de dejarnos llevar del ambiente consumista o esforzarnos egoístamente sólo por nuestro propio bien. Pero no. Hay muchos que se han contagiado de Jesús e intentan vivir cada día la alegría de amar, de perdonar y de trabajar por los otros.

Me contaba un señor padre  de  cinco hijos: Todos me reprochan que quiero al otro más que a él. Todos son algo celosos y me exigen más tiempo y más dedicación. Y yo te puedo asegurar, me decía, que a todos los quiero por igual y que me desvivo para estar con cada uno el mayor tiempo posible, para agradarles, ayudarles y mostrarles mi afecto. Le dije que también a mi me pasaba algo parecido. Que los curas nos sentimos parte de la familia y que, como cualquier padre o madre queremos estar cercanos a todos por igual, aunque a veces tenga que estar más tiempo con quien más lo necesita. Por eso hoy ante el Niño Jesús renuevo mi deseo de continuar sirviendo de corazón a todos los grupos y a todos los barrios y a todas las personas por igual, aunque a veces, por celos o cariño  pueda parecer que no es así. Y le pido a Dios por los que critican a su padre o su madre para que sean más comprensivos, que también eso es Navidad.  
En estos días me ha entusiasmado ver cómo diferentes centros de enseñanza, empresas y particulares  se han quitado algo de lo suyo  para compartirlo con los que tienen menos. Es para mí un ejemplo que algunos jubilados que no lo pasan tan bien, sacrifiquen un poco de lo suyo para los más desfavorecidos. Y es ejemplar igualmente el tiempo valioso que dedican muchas personas de nuestra parroquia a la catequesis con los niños, a Cáritas, a los enfermos o a las distintas tareas de la comunidad parroquial.  En Cáritas se aprende mucho. Porque allí se ve la generosidad de nuestro pueblo. Pero también se descubren muchos gestos solidarios en la misma gente que más lo necesita. Está clara la presencia de Jesús en los más pobres. Cuando compartimos con el necesitado, allí mismo está Jesús. Y está Jesús, también, cuando promovemos los cambios sociales necesarios  para construir una ciudad más justa..Y en esta Navidad quiero renovar mi compromiso y deseo de tratar a todos por igual. Sólo con una excepción. Dedicar más tiempo a aquellos que más lo necesitan o más solos están.  Y de luchar por la justicia con el compromiso personal y no siendo pasivo ante las injusticias que se cometen.
A veces ocurren cosas que no gustan. Hace unos días me paró la policía local. Un joven agente, seguramente principiante en el trabajo, se acercó a mi coche, donde habían dos jóvenes a los que llevaba a su casa. Me preguntó si había consumido droga y me reí. Le dije que pertenecíamos a la parroquia de la que yo era cura y que eso no se nos pasaba por la mente. Sin embargo no nos creyó y siguió buscando en la guantera del coche y entre los sillones… Lógicamente no encontró nada. Pero realmente es que no supo buscar. Porque, entre los dos asientos estaba esa droga que consumo cada día en pequeñas dosis. Estaba el evangelio  que me da ánimos y fuerzas para soportar los malos momentos o las indiferencias o las críticas. Si alguna otra vez me tropiezo con el policía le invitaré a tomar alguna dosis de esa buena droga llamada  evangelio. Probablemente le haga más comprensivo, menos desconfiado y más humano.
En la parroquia todos tenemos cabida. También el policía desconfiado.  A mí me gustaría que los niños y los jóvenes sean siempre bien acogidos aquí. No me imagino ser cura de una parroquia sin los chiquillos y los muchachos. Me gustaría seguir aprendiendo de ellos su alegría y su espontaneidad. Me gustaría que ellos aprendieran de los mayores a reflexionar y a poner su confianza en Dios. Me gustaría que unos y otros y yo como cura, tuviéramos siempre paciencia y capacidad para ver lo bueno de los demás.
Sueño con una comunidad donde no sea necesario que llegue el mes de diciembre para vivir como hermanos, para ayudarnos, defendernos, animarnos, perdonarnos, querernos.
Hoy, aquí, ante el Niño Dios que nace, quiero tener presente de un modo especial a los enfermos, a los que están sufriendo por la reciente  muerte de un ser querido o por alguna otra situación difícil de vivir. Quiero pedir a Jesús por todos los que vienen a Cáritas parroquial en busca de ayuda, cristianos, musulmanes o ateos. Ojalá encuentren en esta parroquia la acogida y cariño que Jesús les daría, sin tener en cuenta ni su religión, ni su raza ni sus ideas.
Y quiero que a pesar de todos los problemas, la Parroquia sea un lugar de Alegría.
El profeta Isaías recordaba: EL PUEBLO QUE CAMINABA EN TINIEBLAS VIO UNA GRAN LUZ. ACRECISTE LA ALEGRÍA. En el salmo hemos recitado: ALÉGRESE EL CIELO, GOCE LA TIERRA. Y EL ÁNGEL  DIJO A LOS PASTORES: NO TEMAN, LES TRAIGO UNA BUERNA NOTICIA, UNA GRAN ALEGRÍA PARA TODO EL PUEBLO.
No nos ganamos la lotería; la vida se nos pone a veces cuesta arriba. Pero Dios está naciendo en nuestro corazón, esa es la gran lotería que no depende de la “suerte” sino de nosotros. Esa alegría nadie nos la puede robar. Feliz Navidad.  



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