sábado, 14 de septiembre de 2013

LA DECISIÓN ESTÁ EN TUS MANOS


Hace casi dos mil años, había en una ciudad dos escuelas de enseñanza, dirigidas por dos sabios de renombre: Hil y Shamai. Ambas eran exigentes y prestigiosas, y sus alumnos eran considerados por todos como una élite muy distinguida. 

El problema es que había entre ambas escuelas un notable antagonismo, y sus alumnos, a cada oportunidad que se presentaba, hacían todo lo posible por desprestigiar a los otros. 

Un día los alumnos de ShamaI pensaron en un nuevo modo de desacreditar a los de la otra escuela. El objetivo era humillar al sabio Hil, e idearon para ello una sencilla estratagema. Pensaron cazar una mariposa y que uno de ellos la llevara viva en la mano a la casa de Hil, para preguntarle si la mariposa oculta dentro de las manos estaba viva o muerta. Si el sabio respondía que estaba viva, entonces el chico apretaría levemente el puño y demostraría que estaba muerta. Si la respuesta era que la mariposa estaba muerta, abriría las manos y la dejarían volar, demostrando así que estaba viva. 

El plan parecía perfecto, así que se decidieron a llevarlo a cabo. Cazaron la mariposa y uno de los alumnos de Shamal la tomó en sus manos, se acercaron a la casa de Hil, golpearon a su puerta y el sabio les preguntó: "¿Que LES trae por aquí?". Los alumnos respondieron: "Queremos saber cuán sabio es usted". Hil les dijo: "¿Y cómo lo comprobarÁN?". "Le haremos una pregunta". "Adelante", contestó el sabio.

- "Esta mariposa que tengo en mis manos, ¿está viva o muerta?". 
Hil les miró despacio, adivinó el truco, y respondió: "La decisión está en tus manos".


Esta pequeña anécdota puede servirnos para reflexionar sobre el riesgo que todos tenemos de querer transformar la realidad según el propio interés de cada momento. Porque, si somos sinceros, debemos reconocer que, de una manera o de otra, nos pasa un poco a todos. 

Por ejemplo, cuando alguien nos cae mal, parece que estamos esperando a que diga o haga cualquier cosa para apresurarnos a señalar que eso es un completo error. Cuando nos predisponemos contra alguien, parece que estamos esperando a conocer sus deseos para oponernos a ellos, o a escuchar sus ideas sólo para criticarlas, o tener noticia de sus actuaciones para rasgarnos las vestiduras y decir lo mal que nos parece. 

Si esto nos sucede con demasiada frecuencia, tendríamos que recordar, como hizo el sabio Hil, que la decisión de superarlo es nuestra y que no podemos seguir manipulando nuestro entorno al servicio de nuestros prejuicios. 

Todos hemos de esforzarnos para no hacer una lectura de la realidad acomodada a nuestra conveniencia o a nuestras terquedades. No debemos dejarnos llevar por la suficiencia de considerarnos jueces clarividentes e inapelables de todo, sino humildes buscadores de la verdad, tanto cuando nos conviene o nos gusta, como cuando sucede lo contrario.






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