Entusiasma a unos y enfurece a otros
Francisco vulnera la frontera entre lo sagrado y lo profano
Lo naturalmente pagano es la divinización de la autoridad
Jorge Costadoat, 03 de julio de 2013 a las 08:22
"Este Papa está realizando
acciones que provocan rabia
en quienes no entienden que
el dogma de la encarnación
obliga a descubrir a Dios
en un hombre común".
(Jorge Costadoat sj).- El Papa Francisco ha invitado a subir al Papa-móvil a un niño down. Es una señal simpática. ¿A quién podría molestar? A nadie. Pero, ya que ha realizado varios gestos de este tipo muchos están inquietos. ¿Puede un Pontífice salirse a cada rato de su papel? Lo vieron un día sacando la basura de la casa Santa Marta. ¿No está llevando las cosas demasiado lejos? Después de algunos meses de su elección, hay católicos confundidos, irritados o preocupados.
Algo así no es normal en un jefe de Estado. En el caso del Santo Padre, a unos entusiasma y a otros enfurece. ¿Por qué? Mi hipótesis es esta: Francisco vulnera la frontera entre lo sagrado y lo profano. ¿Lo hace provocativamente? No lo sabemos. Acerca de sus intenciones nadie puede decir nada. Pero sí es claro que hace lo que no se hace, como cuando Jesús curaba en sábado.
Hagamos memoria. A Jesús lo mataron los romanos a instancias de
los jefes de su propio pueblo. En el estipes de la cruz un letrero
decía en burla, El rey de los judíos. Se trató, en este caso, de la
aplicación de la pena capital de parte de los romanos, la única
autoridad que poseía el ius gladii. Fariseos, escribas, saduceos
hicieron ver a los romanos que las expectativas mesiánicas que
Jesús despertaba eran peligrosas para la estabilidad social y
política de Palestina. No tuvieron que invocar como causa lo que
realmente les resultaba insoportable: la desautorización que
Jesús hacía de la religiosidad de la época, y de ellos en particular,
pues interpretaba la Ley y se comportaba respecto del Templo con
una libertad inaudita. Jesús, en sus actuaciones, subordinó la Ley
y el Templo a la obediencia a Dios, la cual en todos los casos y
siempre ha debido consistir en la liberación de personas concretas.
Este fue, en su núcleo, el contenido del reino que Jesús quiso
inaugurar como voluntad del Dios que él consideró su Padre. A
este Padre no se le encontraría mejor en lugares y tiempos
"sagrados" que en los valles, las montañas y entre las olas del
mar de Galilea, de mañana o por la tarde. Jesús, en vez de erigirse
en el guardián de la diferencia entre lo sagrado y lo profano, la
saltó, la ridiculizó a veces y con su muerte en cruz, la aniquiló para
para siempre.
Así lo entendió la primera Iglesia. Ella vio en el rasgarse el velo del
Templo al momento de la muerte de Jesús, el cumplimiento
irreversible de la encarnación. El Dios entrado en la historia como
un niño inerme y sacado de esta misma historia con violencia, se
da a reconocer en los hechos humanos, especialmente allí donde
la humanidad más se le asemeja crucificado. El "pecado" que el
Sanedrín no toleró a Jesús podría llamarse"secularidad". Jesús
apostó toda la religión de Israel al amor secular. Al amor así no
más, podríamos decir, sin articulación religiosa, como el del buen
samaritano.
Francisco desconcierta a personas que prefieren a un pontífice
hierático. El sacerdote, piensan, debe representar la santidad de
Dios. Otros, me incluyo, pensamos que debe representar la
"humanidad" de Dios. O, mejor dicho, creemos que la verdadera
santidad, la del Hijo de Dios encarnado, se manifiesta en la gran
humanidad y humildad de Jesús. Y que por el contrario, la santidad
mal entendida hace creer que en Cristo lo divino neutraliza lo
humano. El problema es que, de un Cristo que simula humanidad,
resultan personas que simulan divinidad.
Es extraño, por tanto, que Francisco pueda desconcertar a un
cristiano. Llama la atención que sus gestos tan sencillos,
realizados a contrapelo del manierismo eclesiástico, perturben a
quienes debieran resultarles completamente naturales. Lo
naturalmente pagano es la divinización de la autoridad. El
cristianismo, en cambio, reconoce autoridad a quien practica la
justicia y la clemencia. La investidura pontificia no basta. Es
incluso ambigua, pues induce a la papolatría. Y la papolatría sí es
un pecado, o una lesera.
Como otro botón de muestra, tomemos el episodio de Francisco
jugueteando con el solideo, poniéndoselo y sacándoselo a una
niñita en la cabeza. A unos el gesto les parece lindo. Les calza
exactamente con la alegría de Jesús. A otros, en cambio, no les
debe parecer bien que el Papa bromee con la vestimenta sagrada.
El solideo es esa especie de gorrito redondo y morado que usan
los obispos. El solideo blanco solo lo usa el Papa. Cuando el
prelado celebra la misa, debe sacárselo al momento de la plegaria
eucarística, simbolizando respeto a Dios, como quien se quita el
sombrero para saludar a alguien.
¿Qué ha querido simbolizar Francisco con este otro uso que él
hace del solideo? ¿Estará queriendo decir a la niñita que ella algún
día puede ser Papa? No lo creo. ¿Querrá tal vez decirle a ella y a
todos los demás "yo, que soy el Papa, quiero que me sientan
cercano y fiable"? Las demás señales indican que sí. Pienso
también que esta interpretación, a su vez, puede caer muy mal a
algunas personas. Al jugar de esta manera con el solideo, alguien
puede pensar que el Papa cruza burlescamente la frontera de lo
prohibido. Francisco no se pone la mitra cuando hay que
ponérsela. Francisco lava los pies a una musulmana en la cárcel
en Semana Santa. Francisco saluda de beso a la presidenta de
Argentina, etc. Se sale frecuentemente del protocolo. ¿Cuál es el
límite? ¿Podría un día celebrar la eucaristía sin alba, solo con la
estola?
Estos gestos totalmente intencionados del Papa pueden provocar
inquietud, molestia o furia en cualquiera de los cristianos.Ninguno
de estos sentimientos es culpable.Los sentimientos son inocentes.
Nadie es culpable de sentir esto o aquello, ni tampoco de tener tal
o cual cultura o sensibilidad religiosa. Debe tenerse presente, eso
sí, que el fanatismo religioso que combina el celo por Dios con la
ira psicológica, es peligroso.
Este Papa está realizando acciones que provocan rabia en
quienes no entienden que el dogma de la encarnación obliga a
descubrir a Dios en un hombre común y corriente, y que la
salvación en sentido estricto es humanización. La encarnación
es un misterio difícil de comprender para la mentalidad de los
mismos creyentes, pero no atinar con su concepto no es inocuo.
Hay concepciones de lo sacro, de lo santo y de la salvación
inhumanas y deshumanizantes.
inhumanas y deshumanizantes.
¿Dejará alguna vez Francisco de usar el Papa-móvil? Aún lo
necesita. De momento, si nos invitara a subir a él y aceptáramos,
estaríamos más cerca de comprender quién es y quién no es el
Dios de Jesús.
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