CARTA AL
VIENTO
San Expedito
y los videntes
Cada mañana, todavía algo somnoliento, paso
las páginas del periódico y encuentro casi siempre alguna noticia que me
despierta del todo. Hace unos días, por ejemplo, contaban los medios de comunicación
que, entre las personas que más sufren la crisis, se ha puesto de moda encender una vela a San
Expedito. Y decían que, según el parecer de algunos sicólogos, poner una vela
al santo no sirve para encontrar trabajo, pero “produce un efecto balsámico” y
da más tranquilidad. Y yo digo: Qué pena y qué aberración que se utilice la
sensibilidad religiosa de nuestro pueblo para adormilar a los que peor lo pasan
y encima a costa de gastar dinero en velas. Porque la noticia añade que uno
de los negocios que no sufren la crisis sino todo lo contrario es el de fabricar velas ya que cada vez se venden más.
Lo
mismo debe pasar con los echadores de cartas, adivinos, brujas y vendedores de
mentiras que, como fantasmas, lo que son, aparecen todas las madrugadas en un
buen número de canales de TV con la malévola intención de arrebatar el dinero a
los que, angustiados por su situación, se agarran a un clavo ardiendo. Y no creo que produzca ningún “efecto
balsámico” verse a fin de mes con menos dinero y con los mismos problemas que
tenía antes de escuchar al brujo de turno. Lo peor es que, muchas veces, estos
ladrones sin escrúpulos, que se llaman a sí mismos videntes, indican al ingenuo
que les consulta que alguien cercano le está haciendo daño. Y así, a todos los
males anteriores, se añade el odio que se genera a una persona inocente, casi
siempre en el entorno de su familia o de sus amigos.
Es
lógico sentir rabia contra los que se aprovechan de los más pobres para hacer
negocio. Sus consejos nada tienen que ver con
el cristianismo aunque se pinte con palabras de apariencia religiosa. En el Libro de los Hechos de los
Apóstoles se cuenta que, cuando Jesús
dejó a los apóstoles para subir al cielo éstos se quedaron atónitos mirando al
cielo. Y oyeron a unos hombres que les decían: ¿Qué hacen ustedes ahí mirando
al cielo? Y es que muchas de las respuestas a nuestros problemas no hay que
buscarlas sólo mirando al cielo. Hay que mirar también al suelo. Ni San
Expedito, ni la vela, ni el agua bendita,
ni el brujo…arreglarán nuestros asuntos. Los cristianos creemos en el
poder de la oración. Pero a Dios rogando, con el mazo dando. Seguramente
hay personas o instituciones interesadas
en que las víctimas de la crisis o de la enfermedad intenten solucionar sus
problemas encendiendo una vela a un santo
o acudiendo a un adivino o culpando a cualquiera de su “daño” en vez de
rebelarse contra los verdaderos culpables de su situación.
La
religión verdadera no es “el opio del pueblo” ni el “bálsamo” que nos
tranquiliza y adormita. La religión verdadera es la que nos hace descubrir que
Dios está al lado de los pobres. Y que no quiere el sufrimiento de nadie. Y nos
invita, por tanto, a luchar contra las
injusticias. Cuando a mi amigo Andrés, padre de tres hijos, le han amenazado
con desahuciarle de la casa y ponerlo en la calle, le he animado a luchar, a
manifestarse, a unirse a otras personas. También a leer la Palabra de Dios y
ponerse en sus manos. Pero no se me pasará nunca por la mente sugerirle que le
encienda una vela a San Expedito. Ni a acudir al estafador o estafadora que
pregona sus falsos poderes sobrehumanos. A esos, que cada vez son más, mucho
menos. Que se busquen la vida con dignidad. O por lo menos que respeten la de
los demás.
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