viernes, 29 de abril de 2011

PREGÓN FIESTAS DE SAN JOSÉ OBRERO 2011

PREGÓN  FIESTAS DE SAN JOSÉ OBRERO 2011
Por M. Carmen Bordón Franco 
                Desde hace un tiempo, esta  parroquia está inmersa en la interesante labor de recuperar la tradición de los pregones eclesiásticos. Un pregón  es un discurso elogioso en el que se anuncia al público la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella. La festividad que celebramos esta semana en nuestro pueblo es la de San José Obrero, nombre humilde donde los haya, que también es celebrado en otros municipios de España. Sin embargo, aquí, se honra a este patrón en un pueblo que tiene algo de peculiar: su nombre. Siempre me he preguntado por qué la denominación de Cruce de Arinaga. Un  nombre  impreciso que no identifica a una población en concreto, pues, literalmente, significa cruce de caminos que lleva hasta Arinaga. Un lugar de paso. No tiene un nombre propio como sí lo tienen otras localidades de nuestra hermosa isla: Telde, Vecindario, Ingenio…. Incluso poblaciones más pequeñas de alrededor tienen un nombre que las identifica como algo singular: Las Rosas, La Goleta, Los Espinales… El nuestro no. Es un cruce para ir a Arinaga. Sabemos todos la importancia de tener un nombre que nos diferencia del resto. Sin él no existiríamos, no habría forma de distinguirnos de entre el gran grupo, la gran masa  con la que convivimos. ¿Quiénes de nosotros no recuerdan las campañas realizadas en países subdesarrollados, para que todos los niños estén inscritos en un padrón con su nombre, que los identifica, singulariza y diferencia del resto, para que sean personas? Me pregunto, entonces, cómo se ha ido  configurando nuestro pueblo con una identidad propia,  diferenciada de la de  los alrededores, y sin un nombre que lo individualice.

Si bien muchos de los presentes  recuerdan los orígenes del Cruce de Arinaga, otros, que esta noche nos acompañan, pueden no  conocerlos ya que no residían aquí por aquel entonces o simplemente aún  no habían nacido. No es la vocación de este pregón la de hacer historiografía, pero sí la de rememorar los pocos datos que aún conservo de mi época de niñez, que es la época de los inicios y del desarrollo de este pueblo, y que pueden ayudar a  contestar  esa pregunta.
Al ser un cruce, su nacimiento tuvo lugar justo en ese lugar, en las vías de intersección de los caminos que hoy en día, como entonces, conducen al Sur (hacia Maspalomas), al Norte (a Las Palmas), al Este (a Arinaga) y al Oeste (hacia Agüimes). Las primeras casitas fueron construidas en esa intersección, casas humildes a la orilla de un camino, de un lugar de paso… El pueblo comenzó creciendo desde el este  hacia el oeste (la vía que comunicaba Arinaga con Agüimes), y es esa dirección la que configura hoy día la arteria principal que atraviesa todo el pueblo, la calle Ansite. A las orillas de esta vía fueron consolidándose los edificios de uso colectivo: la iglesia, la escuela, la plaza…
En esa época, años sesenta, los recién casados optaban por venir desde distintos lugares: unos más cercanos (Corralillos, Vecindario, Ingenio) …. y otros más lejanos (Santa Lucía, Gáldar, La Aldea) a formar aquí su hogar. El pueblo  comenzaba a crecer con personas de distintas procedencias que aprovechaban la cercanía del Sur y de las tierras de cultivo para  encontrar un trabajo y formar una familia.


Eclosionaron las tienditas, famosas hoy bajo la denominación de tiendas de Aceite y Vinagre, pero que, nosotros  sólo conocimos como la tienda de Finita, de Dieguito mi abuelo, de Maestro Manuel, de Nievita, de Ignacito… Se compraban los productos de primera necesidad, y todo aquello que una humilde familia necesitase;  y se anotaban en las libretas de cuentas con la confianza de que, poco a poco, las deudas irían siendo saldadas, cada uno como iba pudiendo, (las necesidades eran muchas y los recursos escasos).
El barrio fue construyendo su iglesia, paso a paso, con las donaciones de unos  y el trabajo y esfuerzo físico de otros (tal y como, años más tarde, tuvo que volver a hacerse, debido al deterioro que el tiempo causó en su estructura;  gracias a este esfuerzo colectivo,  hoy podemos compartir este momento en este hermoso templo); también tuvo su colegio,  el Dr. José Melián,( actual Beñesmén), que durante mucho tiempo estuvo dividido en  pequeñas secciones, edificaciones levantadas en los márgenes de la calle Ansite. Hoy sólo se conserva uno de esos edificios, una pequeña escuelita convertida en local de ensayos junto a la casa parroquial; el otro  ya  ha desaparecido y el  espacio lo ocupa el actual centro comercial. Otros lugares importantes fueron el consultorio médico (que cambiaba de ubicación a medida que la población iba aumentando, y que saltaba de casa particular en casa particular, según los dictámenes administrativos iban exigiendo). No hubo un edificio fijo para los cuidados sanitarios hasta los años noventa; también había una farmacia que  nació en el mismo cruce y que muchísimos años después se trasladaría a la arteria principal; poco más había por aquellos días.
Sin embargo, lo que entonces se esbozaba como un pequeño barrio, siguió creciendo a buen ritmo y extendiendo su cuerpo hacia el norte, hacia la Montaña de El Cabezo y hacia el este,  la urbanización del Polígono Residencial. Las familias se consolidaron. Los hijos de los primeros pobladores, la primera generación nacida aquí, formaban a su vez sus propias familias pero,  muchos optaban por marcharse hacia otras poblaciones,  también en desarrollo, pero  con más recursos gracias al auge comercial o turístico (Vecindario, San Fernando, El Tablero...). El Cruce de Arinaga todavía no era, para muchos, una opción segura por la que apostar.
A pesar de ello, siguió progresando con el trabajo individual y a la vez colectivo de todos. De todos. Aprovecho para hacer un inciso. Hace no mucho tiempo se tuvo la buena idea de realizar un cuadro conmemorativo con las fotos y los nombres de los hombres que contribuyeron al  desarrollo de nuestro pueblo. Una idea excepcional, que todas las poblaciones deberían tener en cuenta para guardar la memoria de sus orígenes. Pero ¡ qué pena que nadie se acordó de las mujeres!. Porque no fueron ellos los que asistieron solos al nacimiento y crecimiento del Cruce de Arinaga. Fue la colaboración de  hombres y mujeres que con su trabajo conjunto lograron hacer de este, el pueblo que es hoy en día.   No olvidemos que eran ellas, las esposas, las que regentaban las tienditas, las que formaron las primeras escuelitas en las que yo aprendí a leer y a escribir (recuerdo la de Mariloli, la de Pilar y Sarito…), las que se levantaban primero para dejar todo preparado antes de salir a trabajar las tierras y al volver criaban a los hijos y se encargaban del hogar… Es este por tanto un trabajo que aún queda por realizar.

Así pues los hombres  construyeron con sus propias manos las viviendas y ayudaron a construir la de los suyos, ya fueran vecinos o familiares; las mujeres las llenaron de hijos, de educación, de vida. Ellas,  en el silencio callado de sus hogares,  con las manos cansadas  por el duro trabajo de la tierra o el ejercido en el sur, junto a sus esposos sacaron adelante a este pueblo, lo han hecho crecer. Esto aún sigue siendo así.
 Seguimos formando una población cimentada en el trabajo de cada familia. Familias que continúan llegando, ahora desde otras regiones o países (permítanme otro pequeño inciso: las distancias ya no importan, el mundo es una aldea global. A mis abuelos la palabra lejos les remitía a Agaete o a La Aldea. Esas distancias ya no existen para nosotros. Si nos fijamos, ya nada queda lejos para el hombre actual).Pues bien, esas nuevas familias han hecho crecer el pueblo hacia el Sur rompiendo unos límites que parecían  ya muy marcados, pero que comienzan a desvanecerse por la proximidad con nuestros vecinos de poblaciones cercanas. De ahí que hayamos multiplicado todas aquellas infraestructuras necesarias para tener una vida basada en el bienestar.
La prosperidad del Cruce de Arinaga se debe pues a su propio nombre: un lugar de encuentro de caminos, de encuentro de personas; esa característica hizo posible que muchos lo eligieran como lugar definitivo, como valor seguro para establecerse. Eso nos caracteriza, siempre ha sido así; en medio de una encrucijada, muchos hemos optado por quedarnos y echar raíces. Y ese es el origen de nuestro poblado: un pueblo cimentado en un cruce de caminos, como la vida misma.


Cruce como lugar de encuentro y de paso a la vez. ¿No es eso la vida? Si ahora miramos a nuestro lado, nos encontraremos sentados junto a personas que tal vez no conozcamos, no sepamos si son o no son de aquí. Pero no pensamos en eso. Pensamos en lo que nos une en este momento: una misma religión, un mismo pueblo, una misma parroquia y la esperanza de vivir tranquilos, desarrollando cada uno la labor que mejor sabe hacer. Ese es el sentido del nombre de nuestro pueblo. Eso es lo que nos identifica y lo que nos hace diferenciarnos de otras poblaciones, quizás con más antigüedad, pero no con mayor espíritu humano… Seguimos viviendo en un pueblo que es un Cruce. Un lugar en el que se toma una decisión hacia dónde ir. Pero también es el lugar  de relación, de convivencia.  Y la decisión de quedarnos aquí ha hecho que hoy exista una población con un nombre tan singular, Cruce de Arinaga, tan apropiado  para una parroquia como la de San José Obrero, José que como hombre acogió al hijo de Dios, al igual que nosotros acogemos a todos los que, en mitad del Cruce, optan por quedarse aquí. Feliz fiesta de San José y feliz convivencia.


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