Carta al viento.
CUARESMA A 110

A mí esto de reducir la velocidad, qué quieren que les diga, me recuerda a la cuaresma. A ver si es que nuestros gobernantes se han dado cuenta de que estamos a algo más de días de la Pascua, de la Semana Santa y creen conveniente cambiar nuestras formas de conducir, o sea de vivir. Que andamos muy acelerados por la vida y eso no es bueno ni para el que va muy rápido ni para el que necesita ir más lentamente.
Hace unos días me llamó el profesor de un colegio y me sugirió ir a la escuela para explicar a los niños por qué se pone la ceniza el día del Entierro de la sardina. Por la confianza que tengo con el maestro no tuve reparos en reírme abiertamente y decirle:
¿Y por qué no te explico primero a ti que esa ceremonia no es el Día del Entierro de la sardina sino el Miércoles de Ceniza? El amigo profesor se dio cuenta de su patinazo y se escudó diciendo que está tan apurado, tiene tantas cosas en la cabeza, que confundió el carnaval con la cuaresma. Como si uno no supiera que así están las cosas, bastante confundidas.
Yo creo que todos necesitamos poner en orden nuestra cabeza, reducir el ritmo de actividades, quitar el pie del acelerador. Porque necesitamos tiempo para pensar, para rezar, para escuchar, para estudiar, para leer la biblia, para visitar a un amigo, para estar con la familia, para mirar los árboles de la carretera, para sonreír al anciano que se baja del coche, para saludar a quien justo cuando llegamos nosotros, se le ocurrió atravesar el paso de peatones. ¡Qué buena cuaresma nos están ofreciendo, sin pensarlo, los que gobiernan diciéndonos que reduzcamos “nuestra” velocidad!
Al fin, fui al colegio en donde el profesor apurado hablaba de las cenizas en el entierro de la sardina. Si el maestro estaba confundido por tantas cosas en la cabeza, los alumnos, tal vez por ausencia de cosas en la cabeza, lo estaban un poco más. De la cuaresma sólo habían escuchado algo de no comer carne sin saber ni cuándo ni por qué y sin que tampoco les interesara demasiado. Al fin y al cabo, lo que a ellos realmente les apetecía los viernes y cualquier otro día era un bollycao. Lo de comer o no comer carne les afectaría en todo caso los domingos por la tarde que es cuando van al Mc Donald con sus amigos.

Los chicos del colegio me decían que su mejor cuaresma, su mejor ayuno, sería encontrar el norte porque muchas veces sueñan con ser personas honradas, responsables, preparadas… y están haciendo el camino contrario. Y el maestro se corrigió públicamente para decir que renunciar a algunas cosas para quedarse con lo que realmente importa. Que su ayuno consistiría en dedicar más tiempo a su vida interior y a escuchar más a la familia y a los alumnos.
Al fin nos dimos cuenta que todos estamos caminando a 120 o 150 por una Carretera que nos lleva a un precipicio. Lo que importa no es tanto que gastemos más combustible sino que no vayamos a ninguna parte. Por eso nos pareció que en esta cuaresma, como primer paso para encontrarnos con Dios y con nosotros mismos, mejor es ir un poco más despacio, encontrar el silencio y reflexionar. Pasar de 120 a 110. Para descubrir a tiempo si tenemos que cambiar la ruta o si tenemos necesidad de parar, sin grandes frenazos. Una cuaresma equilibrada, a menos de 110, nos vendrá bien, seguro.
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