miércoles, 2 de marzo de 2011

CUARESMA A 110

Carta al viento.
CUARESMA A 110  
     Me sorprende la enorme  polémica que se ha formado por esa ley que obliga a no pasar de los 110 kilómetros por hora en donde antes se permitía circular a 120. Estamos tan acostumbrados a correr, a ir a toda prisa a todos los sitios, que  nos pone de los nervios, por ejemplo, detenernos unos segundos porque alguien atraviesa  un paso de peatones o porque  baje del coche que va delante de nosotros un anciano con ciertas dificultades.
A mí esto de reducir la velocidad, qué quieren que les diga, me recuerda  a la cuaresma. A ver si es que nuestros gobernantes se han dado cuenta de que estamos a algo más de días de la Pascua, de la Semana Santa y creen conveniente cambiar nuestras formas de conducir, o sea de vivir. Que andamos muy acelerados por la vida y eso no es bueno ni para el que va muy rápido ni para el que necesita ir más lentamente.
Hace unos días me llamó  el profesor de un colegio  y me sugirió ir a la escuela  para explicar a los niños  por qué se pone la ceniza el día del Entierro de la sardina. Por la confianza que tengo con el maestro no tuve reparos en reírme abiertamente y decirle:
¿Y por qué no te explico primero a ti  que esa ceremonia no es  el Día del Entierro de la sardina sino el Miércoles de Ceniza? El amigo profesor se dio cuenta de su patinazo  y se escudó  diciendo que está tan apurado, tiene tantas cosas en la cabeza, que confundió el carnaval con la cuaresma. Como si uno no supiera que así están las cosas, bastante confundidas.
Yo creo que todos necesitamos  poner en orden nuestra cabeza, reducir el ritmo de actividades, quitar el pie del acelerador. Porque  necesitamos tiempo para pensar, para rezar, para escuchar, para estudiar, para leer la biblia, para visitar a un amigo, para estar con la familia, para mirar los árboles de la carretera, para sonreír al anciano que se baja del coche, para saludar a quien justo cuando llegamos nosotros, se le ocurrió atravesar el paso de peatones. ¡Qué buena cuaresma nos están ofreciendo, sin pensarlo,  los que gobiernan diciéndonos que reduzcamos “nuestra” velocidad!
Al fin, fui al  colegio en donde el profesor apurado hablaba de las cenizas en el entierro de la sardina. Si el maestro  estaba confundido por tantas cosas en la cabeza, los alumnos, tal vez por ausencia de cosas en la cabeza, lo estaban un poco más. De la cuaresma sólo habían escuchado algo de no comer carne sin saber ni cuándo ni por qué y sin que tampoco les interesara demasiado. Al fin y al cabo, lo que a ellos realmente les apetecía los viernes y cualquier otro día era un bollycao. Lo de comer o no comer carne les afectaría en todo caso los domingos por la tarde que es cuando van al Mc Donald con sus amigos.
    Al final, hasta yo, que creía tener las cosas claras, estaba un poco confundido.  Entre la carne y lo de ir a 110 o 120, confunde uno la velocidad con el tocino. Pero intenté aclararme  con el profesor, con los alumnos y conmigo mismo. Se trata, nos explicamos, de preparar nuestro corazón, nuestro espíritu, para  encontrarnos con Dios. Y no se puede ir a lo loco. Necesita uno pensar, necesita uno poner en orden su vida serenamente. Saber que hay un tiempo para estudiar o para trabajar. Y un tiempo para descansar. Y un tiempo para la familia y para los amigos. Y un tiempo para Dios. Y un tiempo para conectarte a internet y otro tiempo para desconectarte. Y que, cuando nos damos cuenta de que andamos algo desquiciados porque el tiempo no nos da para más, hay que pararse un poquito. Y esa es la abstinencia o el ayuno. Saber moderarse  uno en la comida. Y en el uso de Internet. Y en la bebida, y en el cigarrillo y en las conversaciones. Cuando uno se da cuenta de que está gastando demasiado, debe intentar el equilibrio para gastar solo en lo que es necesario. Y cuando  la vida de uno anda sin pies ni cabezas, sin horizontes, sin objetivos, es que necesita frenar y mirar el mapa de la vida para descubrir hacia dónde va.
Los chicos del colegio  me decían que su mejor cuaresma, su mejor ayuno,  sería encontrar el norte porque muchas veces sueñan con ser personas honradas, responsables, preparadas… y están haciendo el camino contrario. Y el maestro se corrigió públicamente para decir que renunciar a algunas cosas para quedarse con lo que realmente importa. Que su ayuno consistiría en dedicar más tiempo a su vida interior y a escuchar más a la familia y a los alumnos.
Al fin nos dimos cuenta que  todos estamos caminando a 120 o 150 por una  Carretera que nos lleva a un precipicio. Lo que importa no es tanto que gastemos más  combustible sino que no vayamos a ninguna parte. Por eso nos pareció que en esta cuaresma, como primer paso para encontrarnos con Dios y con nosotros mismos, mejor es ir un poco más despacio, encontrar el silencio y reflexionar. Pasar de 120 a 110.  Para descubrir a tiempo si tenemos que cambiar la ruta o si tenemos necesidad de parar, sin grandes frenazos. Una cuaresma equilibrada, a menos de 110, nos vendrá bien, seguro. 

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