DIARIO DE UN CURA: "El ciento por uno"
- Les aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierra por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más: casas, y hermanos y hermanas, y madre e hijos, y tierras, con persecuciones y en la edad futura vida eterna”. (Marcos 10, 17-30)
La casa parroquial en estos días ha tenido ambiente de casa, de familia. Justo cuando uno puede sentirse más necesitado del ambiente familiar resulta que el evangelio se cumple hasta en eso. Sin pretenderlo, esta semana ha sido un constante encuentro con esa otra gran familia que se va creando en torno al cura o la parroquia. No por lo que uno sea o haga sino por ese milagro de Dios que hace que, los que hemos aceptado renunciar a una familia propia, tengamos una familia multiplicada y qué bien multiplicada.
Y eso que no nombro a los buenísimos parroquianos de una y otra parroquia que han estado atentos a lo que pudiera necesitar. O los curas como Juan Jesús y Victorio que no esperaron a que les invitara sino que se ofrecieron a echar una mano hoy celebrando las misas de Arinaga y la de la fiesta del Polígono que, por cierto se quedó sin procesión por la lluvia.
Qué bien que uno no tenga familia propia y sin embargo cuente con una Gran familia. Sobre todo, cuando más se echa de menos. La otra familia, la que compartimos los mismos apellidos, la tengo siempre conmigo aunque vivamos en lugares diferentes. Tanto que, hasta Fernando y Gustavo, ahora en el "ojo del huracán" porque trabajan como controladores, los siente uno más cercanos que nunca. Les he mandado un mensaje esta tarde. Porque uno puede estar en desacuerdo con decisiones o actitudes que se tomen. Pero el cariño familiar puede más. Y tanto.
Esta noche, una vez más, tengo que dar gracias a Dios por la familia, por las familias.
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