viernes, 5 de noviembre de 2010

Carta al viento: APELLIDOS, NOMBRES Y NOMBRETES

Carta al viento:
APELLIDOS, NOMBRES Y NOMBRETES
             Anda el patio algo revuelto estos días por un proyecto de ley que abre la posibilidad de que el primer apellido de los niños sea el del padre o la madre…según el orden alfabético.
¿Será eso muy muy importante?
Cada mes, como la mayoría de los curas,  suelo reunirme con el grupo de padres y madres que van a bautizar a sus hijos. Acostumbro a dialogar sobre la madurez de la fe de cada uno de los que se reúnen y les comento que la fe, como otros valores, se transmite con el testimonio que se vive en la familia.   Hasta ahora solía decirles que el primer apellido de los niños es “Hijo de Dios” o “cristiano”. No sé  si, a partir de ahora, tendré que cambiar mis catequesis.
A todos nos gusta dejar una hermosa huella a nuestro paso por la tierra. Los que no somos padres, intentamos dejar algo que perpetúe nuestra presencia aquí cuando nos tengamos que marchar. Los padres ven  en el hijo o la hija la huella más hermosa y  más duradera.  Y quieren que sea  como un monumento que mantenga vivo el recuerdo de los progenitores. Pero qué más da que la huella que quede lleve el nombre de Hernández o de Monagas.
En los pueblos, como en el que vivo y en el que nací, los apellidos casi que no existen  y quedan los motes o dichetes o el “hijo de”. La gente no sabrá mis apellidos pero sí que soy Suso “el de remigio” y a Juan XXIII se le sigue conociendo como el Papa Bueno.  Y otro será Pepe el Amargado, Luisa la santa o Dámaso el Hortelano.
Los verdaderos apellidos no están en el Libro de familia. Y la mejor huella de un padre o una madre será que a su hijo, pueda ser reconocido como Nerea la Bondadosa, Julián  el Alegre, María la que perdona, o Fátima  la buenagente.
Recuerdan aquello que se dice de Alejandro Magno cuando encontró a un soldado cobarde y escurridizo y le preguntó su nombre.
-Me llamo Alejandro como usted, le dijo
Pues…o cambias de nombre o cambias de conducta.
Los creyentes en Jesús  ya tenemos un apellido: Cristiano. No importa el orden alfabético. Hijos de  padres cristianos, será mejor que le quede esa huella, la huella de cristiano,  y no  que, simplemente, lleve el apellido Vega, por ejemplo.  Me parece bien que no sea necesariamente el apellido del padre el que prevalezca. Pero ¿por qué no preocuparnos más de que los valores del padre y de la madre, sin necesidad de orden alguno, queden marcados en el niño y sea el “apellido”  que le identifique”?
La conducta nada tiene que ver con el nombre o el apellido que uno tenga. Lo importante es que, llevando  uno el apellido que sea, herede todo lo bueno de la familia. Y eso sí que dejará una marca imborrable en los hijos.
        

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar.