Qué quieren que les diga, pero uno anda ya un poquillo harto de que te tengan una semana y otra un mes pendiente de lo que dicen algunos políticos. Mientras la vida sigue pasando, con la tragedia del paro y las mil maravillas de cada jornada, parece que lo más interesante que ocurre en todo el mundo es lo que dice Rajoy o le responde Zapatero o viceversa, que me da igual. Como si hubiesen sido votados para hablar y no para hacer. Como si fuera una necesidad imperiosa estar pendientes de las trifulcas que hay dentro de un partido o fuera de él. La vida continúa. Y lo malo es que podemos perdernos lo mejor de ella por estar mirando para otro lado. Porque lo que da satisfacción en la vida son las pequeñas cosas que podemos vivir cada día. Eso que la televisión pretende hurtarnos para que sigamos pendientes de las peleas de los políticos o la gente del corazón (que, me parece, son las que menos corazón tienen). Hace unos días leía el diario de Marta, una joven fallecida de cáncer y que escribía: “He sido muy injusta con la vida, y hoy necesito darle las gracias. Siempre me ha encantado el título El dios de las pequeñas cosas. Siempre he considerado que un conjunto de pequeñas cosas conforman mi universo y siento que durante mucho tiempo las he abandonado”. Marta se dio cuenta a tiempo.
Así es. Rubén y Marina, dos de los chiquillos que cada domingo participan en la misa, me regalaron hace unos días unos dibujos hechos expresa y cariñosamente para Suso. Y Noelia, madre de un niño enfermo, buscaba tiempo para ser escuchada y comprendida y lo tuvo difícil hasta que se encontró con una excepcional compañera de trabajo. Y Luis se mostraba asombrado cuando descubría que, detrás de la autopista del Sur, hay unos paisajes de ensueño que no imaginaba. Lo mejor, se nos escapa. No lo saboreamos del todo. La llamada del amigo. El trabajo desinteresado de los voluntarios de Protección Civil, Cáritas o Cruz Roja. El sobreesfuerzo y cariño de las abuelas que sustituyen muchas horas a las madres. El primer trabajo del muchacho. Un sobresaliente en clase. El secreto que te cuentan. ..
La grandeza de la vida se encuentra, sin duda, en las pequeñas cosas, en los pequeños gestos. Y nos los quieren robar. Apagar la televisión, hablar, sonreír, llorar de emoción, escuchar al otro, sentirte escuchado.
Una vez estaba Jesús en el templo, frente a la alcancía de las ofrendas. Desde allí observaba que algunos ricos ponían bastante dinero. Una pobre viuda se acercó y puso unos centimillos. Y Jesús llamó a los discípulos y les dijo: Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que nadie. Porque los demás han puesto de lo que les sobra, pero esta ha puesto de lo que necesita para vivir.
Son las pequeñas cosas. Las que pasan inadvertidas para la mayoría. Las pequeñas cosas que, la verdad, son las más grandes.
Así es. Rubén y Marina, dos de los chiquillos que cada domingo participan en la misa, me regalaron hace unos días unos dibujos hechos expresa y cariñosamente para Suso. Y Noelia, madre de un niño enfermo, buscaba tiempo para ser escuchada y comprendida y lo tuvo difícil hasta que se encontró con una excepcional compañera de trabajo. Y Luis se mostraba asombrado cuando descubría que, detrás de la autopista del Sur, hay unos paisajes de ensueño que no imaginaba. Lo mejor, se nos escapa. No lo saboreamos del todo. La llamada del amigo. El trabajo desinteresado de los voluntarios de Protección Civil, Cáritas o Cruz Roja. El sobreesfuerzo y cariño de las abuelas que sustituyen muchas horas a las madres. El primer trabajo del muchacho. Un sobresaliente en clase. El secreto que te cuentan. ..
La grandeza de la vida se encuentra, sin duda, en las pequeñas cosas, en los pequeños gestos. Y nos los quieren robar. Apagar la televisión, hablar, sonreír, llorar de emoción, escuchar al otro, sentirte escuchado.
Una vez estaba Jesús en el templo, frente a la alcancía de las ofrendas. Desde allí observaba que algunos ricos ponían bastante dinero. Una pobre viuda se acercó y puso unos centimillos. Y Jesús llamó a los discípulos y les dijo: Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que nadie. Porque los demás han puesto de lo que les sobra, pero esta ha puesto de lo que necesita para vivir.
Son las pequeñas cosas. Las que pasan inadvertidas para la mayoría. Las pequeñas cosas que, la verdad, son las más grandes.
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