En las fiestas del Pino de Teror el Obispo de Canarias afirmó que el mundo hoy necesita una gran dosis de gratuidad. Y Antonio Viera, el mismo día de la Virgen en la fiesta de Arinaga, señaló que la solidaridad con los pobres es el resumen de todo el evangelio. Y en estos días, el gobierno de España está meditando paliar la crisis económica subiendo los impuestos de los más ricos.
Esto me recordó una historia que escuché hace algún tiempo. Para salvar a una niña aquejada de extraña enfermedad, los médicos aconsejaron una transfusión de sangre de su hermano de cinco años. El doctor explicó la situación a Carlitos, el hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre para salvar a su hermana. El chiquillo lo dudó un poco y después de suspirar dijo:
- Sí, lo haré, si eso salva a Silvia.
Mientras se hacía la transfusión, el niño permanecía acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonreía feliz mientras el equipo médico lo asistía a él y a la pequeña Silvia. Poco a poco la niña empezó a recuperar el color en sus mejillas.
Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa:
- ¿Cuándo cree que empezaré a morirme?
Y es que Carlitos no había comprendido al doctor. Pensaba que tenía que darle toda su sangre. Y aun así se la daba.
Hay muchísima gente que está necesitando una "transfusión". Porque la situación económica que se está viviendo sólo se salva con generosidad. La realidad es que son los pobres los que más están ayudando a los pobres. La colaboración más importante que llega a los grupos de Cáritas y otras ONG se hace a través de otra gente que separa un poco de su pensión o de su sueldo para compartirlo con quien lo necesita más. En cambio ya se oyen las quejas de los que van a ver incrementados sus impuestos aún sabiendo que es para poder dar de comer a quien no tiene.
La gratuidad es un valor que se enseña poco. Menos mal que hay algún Carlitos que nos lo recuerda. Hay que morir un poco para que otros simplemente puedan vivir. Afortunadamente muchas instituciones como Cruz Roja, Protección Civil o la Iglesia se alimentan de personal voluntario que están entregando muchas horas de su tiempo gratuitamente y con mucha alegría. Si queremos acabar con la crisis no lo dejemos todo en manos de los políticos. Tenemos que exigirles a ellos pero también a nosotros. Pongamos cada uno nuestra "dosis de gratuidad". No nos importe una pequeña transfusión de nuestro tiempo y nuestro dinero. Tranquilos que por eso no vamos a morir. Vamos a dar vida.
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