Cuando yo pequeño, en esa asignatura de Urbanidad que desapareció de los colegios y que se nota en la calle, aprendimos que hay que lavarse las manos antes y después de comer. Y también, por supuesto, en otras muchas ocasiones. Ahora, a propósito de la gripe de moda, los encargados de la salud empiezan a dar clases de recuperación de la asignatura de urbanidad a través de los medios de comunicación insistiendo en lo básico: que tenemos que lavarnos las manos, que no se debe estornudar o toser sobre el vecino, que no está bien meterse los dedos en la nariz, y otras cosas que debieran ser de uso habitual.
Tendría que venir otra enfermedad para recordar a la población lo saludable que es también dejar el asiento a los mayores, o no poner la música alta si puede molestar a alguien, dar las gracias a la persona que te atiende o saludar amablemente al cruzarte con alguien. A lo mejor a este otro tipo de salud cívica no le damos tanta importancia porque nadie muere por falta de educación, aunque sí que puede matar a otros.
He oído a mucha gente decir que la salud es lo primero. Yo no lo tengo tan claro. Al menos no del todo. Si lo primero es la salud, ¿por qué algunos trabajadores de los hospitales arriesgan su salud, lo primero? ¿O por qué Inmaculada, misionera en Malawi, abandona su Firgas natal y se pone a tiro del contagio de cualquier virus, incluido el del hambre? Tal vez porque antes que la salud está el amor y está la responsabilidad y el respeto.
Si nos damos cuenta, resulta que nuestra vida la van marcando las leyes que dictan nuestros gobernantes. Y así, se dan normas para la vida en pareja y para el nacimiento o no nacimiento de un niño, y para las herencias, y para casi todo. Ocurre lo mismo en las liturgias religiosas. También obligan, por ejemplo, a lavarte las manos en la misa o a comulgar de una forma determinada. Se olvida que, antes que las normas, está el sentido común, la conciencia, el respeto.
Una vez algunos judíos acudieron escandalizados a protestar a Jesús porque los discípulos no se lavaban las manos antes de comer como estaba legislado. Y Jesús les dijo algo que vale igualmente para nosotros:
-Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí. Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro. Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, es de donde sale todo lo malo.
O sea que lavarse las manos está muy bien para prevenir la gripe. Pero si buscamos una salud más completa, también hay que echar una lavadita a nuestro corazón que es de donde sale toda enfermedad.
susovega@hotmail.com
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