
Una parroquia del sur de Gran Canaria le hizo el sábado un homenaje a Cristián Briales, un cura fallecido hace ya 10 años. Fue cura de San Pedro Mártir de Doctoral en la zona de Vecindario. Y Cristián Briales fue el cura más original, carismático, alegre, simpático, pobre y cercano a los pobres que uno puede imaginarse. Lo digo yo que conviví con él cinco años y disfruté de sus virtudes y de sus manías, porque nadie es perfecto y él tampoco lo era. Lo que no le quita bondad sino todo lo contrario.
De Cristián he escrito y hablado muchísimas veces porque fue de esas personas que dejan huella por donde pasa y en mí dejó marcas imborrables.
Pero mi comentario de hoy quiere valorar, sobre todo, a quienes hacen el homenaje, el reconocimiento. A la parroquia de Doctoral y a todos los grupos, colectivos o personas particulares de cualquier lugar que saben mirar y agradecer lo bueno de los demás.
Hace unos días, en una de las parroquias en las que estoy, en Playa de Arinaga, vinieron dos señoras a decirme:
-Nuestros hijos hicieron la primera comunión la pasada semana. Cuando terminó la misa nos marchamos y nos dimos cuenta después de que no le habíamos dado las gracias. Qué fácil, y que inmensamente bueno, es decir gracias, del modo que sea. Simplemente diciéndolo, o con un gesto o, como en el caso de Cristián Briales, con un homenaje, música, palabras, fotos y hasta la edición de un pequeño libro.
Ahora, cuando el curso está a punto de acabar, uno se pone a pensar y piensa: Cuántas personas en nuestras parroquias, colegios, asociaciones han estado trabajando, a veces con serias dificultades, y no hemos tenido ese pequeño detalle de reconocer y agradecer lo que han estado haciendo día a día. Tengo que pensar en Pepita o Dámaso, Fela, Pepe, Fela, María Dolores,… (Lolita la sacristana, Paco el de Casa Santa…) y una larguísima lista de personas que, sin buscar nada a cambio, han estado o están en los momentos fáciles y difíciles. Dar gracias o hacer un homenaje es una necesidad. No tanto para aquel a quien se agradece o felicita sino para quien hace el homenaje. Qué bien se siente uno cuando da las gracias. Qué bien se siente uno cuando reconoce los méritos de las otras personas. Qué bien se siente un pueblo cuando es agradecido. Qué bien dormirán mañana los vecinos de Doctoral después de recordar y valorar la figura pequeña, simpática y testaruda de Cristián. Lo malo de la gente santa como él es que también obliga a uno a serlo un poco.
En una ocasión, viviendo Cristián, Bernardo y yo en la casa parroquial de Vecindario, vino un señor de fuera y pretendió engañarnos. Supimos que era un delincuente y la policía lo llevó al cuartelillo. A los tres días salió del calabozo y tuvo la cara de volver a la casa parroquial de Vecindario para pedir que le diéramos unos zapatos. Yo no estaba, pero sí el buenazo de Cristián. Y Cristián, que todo lo daba, le regaló unos zapatos nuevecitos. Eso estaba bien, pero había un inconveniuente. Los zapatos que le dio…eran míos. Y cuando se lo reproché, Cristián se limitó a echarse aquella carcajadita tan suya y decirme:
-je je je, así te ayudo también a ser generoso.
Gracias Cristián, por intentar hacerme generoso. Gracias Doctoral y gracias a todos aquellos que saben decir gracias. Mañana a la noche, con Pablo Milanés se puede cantar : Un homenaje para tu ausencia. Lo llenas todo con tu presencia.
¡Cristián, siempre presente!
De Cristián he escrito y hablado muchísimas veces porque fue de esas personas que dejan huella por donde pasa y en mí dejó marcas imborrables.
Pero mi comentario de hoy quiere valorar, sobre todo, a quienes hacen el homenaje, el reconocimiento. A la parroquia de Doctoral y a todos los grupos, colectivos o personas particulares de cualquier lugar que saben mirar y agradecer lo bueno de los demás.
Hace unos días, en una de las parroquias en las que estoy, en Playa de Arinaga, vinieron dos señoras a decirme:
-Nuestros hijos hicieron la primera comunión la pasada semana. Cuando terminó la misa nos marchamos y nos dimos cuenta después de que no le habíamos dado las gracias. Qué fácil, y que inmensamente bueno, es decir gracias, del modo que sea. Simplemente diciéndolo, o con un gesto o, como en el caso de Cristián Briales, con un homenaje, música, palabras, fotos y hasta la edición de un pequeño libro.
Ahora, cuando el curso está a punto de acabar, uno se pone a pensar y piensa: Cuántas personas en nuestras parroquias, colegios, asociaciones han estado trabajando, a veces con serias dificultades, y no hemos tenido ese pequeño detalle de reconocer y agradecer lo que han estado haciendo día a día. Tengo que pensar en Pepita o Dámaso, Fela, Pepe, Fela, María Dolores,… (Lolita la sacristana, Paco el de Casa Santa…) y una larguísima lista de personas que, sin buscar nada a cambio, han estado o están en los momentos fáciles y difíciles. Dar gracias o hacer un homenaje es una necesidad. No tanto para aquel a quien se agradece o felicita sino para quien hace el homenaje. Qué bien se siente uno cuando da las gracias. Qué bien se siente uno cuando reconoce los méritos de las otras personas. Qué bien se siente un pueblo cuando es agradecido. Qué bien dormirán mañana los vecinos de Doctoral después de recordar y valorar la figura pequeña, simpática y testaruda de Cristián. Lo malo de la gente santa como él es que también obliga a uno a serlo un poco.
En una ocasión, viviendo Cristián, Bernardo y yo en la casa parroquial de Vecindario, vino un señor de fuera y pretendió engañarnos. Supimos que era un delincuente y la policía lo llevó al cuartelillo. A los tres días salió del calabozo y tuvo la cara de volver a la casa parroquial de Vecindario para pedir que le diéramos unos zapatos. Yo no estaba, pero sí el buenazo de Cristián. Y Cristián, que todo lo daba, le regaló unos zapatos nuevecitos. Eso estaba bien, pero había un inconveniuente. Los zapatos que le dio…eran míos. Y cuando se lo reproché, Cristián se limitó a echarse aquella carcajadita tan suya y decirme:
-je je je, así te ayudo también a ser generoso.
Gracias Cristián, por intentar hacerme generoso. Gracias Doctoral y gracias a todos aquellos que saben decir gracias. Mañana a la noche, con Pablo Milanés se puede cantar : Un homenaje para tu ausencia. Lo llenas todo con tu presencia.
¡Cristián, siempre presente!
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