Escribe Paco Mira:
CINCUENTA Y DOS SEMANAS…
PERO UNA ESPECIAL
PERO UNA ESPECIAL
Cuando uno llega al despacho de un médico suele tener las
paredes llenas de cuadros que acreditan su larga carrera cultural y académica,
para llegar a donde ha llegado. Probablemente nosotros, en esa espera que a
veces se hace interminable, nos dedicamos a recorrer – quizás en silencio – esa
trayectoria y a cada uno que leemos ponemos cierta cara de asombro e incluso de
admiración, pero también ponemos cara de incredulidad entre otras cosas porque
probablemente no entendemos el título del cuadro.
Ahora que se acaba la cuaresma,
nosotros también tenemos por delante la lectura de un cuadro, marcado por una
serie de acontecimientos a los que, en teoría, nos hemos preparado a lo largo
de todo el año. Leer unos acontecimientos que nos durarán toda una semana y que
cuando esa semana se acabe, seguro que no nos hemos enterado que tenemos que
ponerla en práctica.
Queda atrás el tiempo en el que nos
impusieron la ceniza y que, junto con nuestra comunidad, hemos emprendido el
camino hacia la Pascua, hacia el triunfo definitivo de la Vida. Han sido
cuarenta días de gestos que entiendo que han sido sinceros: de oración, de
solidaridad… gestos no exentos de dificultades, de retos, de desafíos…. Ojo han
sido gestos que muchos han escogido para poder llegar a esta Semana Santa.
Este fin de semana, llegamos a la
entrada triunfal en Jerusalén. Llegamos a las expectativas de un Mesías, rey y
guerrero, que libera al pueblo de la opresión y de la injusticia que ha
ocasionado el pueblo invasor. Casi como en algunos lugares de nuestra geografía
que están esperando un líder que libere de una ocupación que ellos consideran
injusta y por eso todavía no les ha llegado ese líder. Sin embargo el Mesías
que llega es un Mesías Pastor y siervo, que triunfa entregando su vida, que
triunfa amando hasta el extremo y a nivel político, hoy en día no encontramos
muchos.
No deja de sorprender la emoción de la
entrada en Jerusalén. Los niños cantan y extienden sus mantos ante el borrico,
pero los gestos de la fiesta no ocultan la realidad:¡Jesús entra para morir!.
Entra con el reconocimiento de los suyos y probablemente con una sonrisa
cautivadora, porque su mayor alegría es dar la vida por la humanidad.
Pero el mismo pueblo que lo alaba, es
el mismo que pide su muerte en la cruz. Jesús no pasa de largo ante la traición
de su pueblo y su corazón de hombre es atravesado por el dolor. ¿Cómo encajar
la realidad de una traición?.¿Cómo encajar que sus amigos, con los que ha
compartido infinidad de experiencias, se dejen engatusar por los líderes
religiosos?. El mismo pueblo que gritaba hosanna, grita ahora crucifícalo.
Interpelante es la imagen para quienes
seguimos hoy a Jesús. La pregunta es sencilla, ¿podemos alabar a Jesús en el
Templo mientras permitimos que cientos de hermanos suban hoy al patíbulo de
infinidad de condenas a muerte en pleno siglo XXI: hambres, deportaciones,
guerras, deshaucios, vallas que impiden libertades, robos legítimamente
permitidos de quienes han sido escogidos con la voluntad popular, pensiones que
no sirven para poder llevar una vida digna – uno de los derechos fundamentales
del ser humano -, etc.…?.
Nuestros cantos de alabanza no pueden
ser indiferentes ante este tipo de cruces “modernas”. Hoy, como ayer, no
podemos alabar a Dios en la primera hora y pedir su muerte, en la muerte de la
vida digna de nuestros hermanos en la segunda. Por eso de las cincuenta y dos
semanas que tenemos, esta es especial o al menos debe de serlo. Tenemos que ser
testigos de la entereza y del valor que generan las profundas convicciones de
amar y servir a los hermanos aunque ese amor y ese servicio impliquen la
entrega de la vida. Tenemos que ser testigos de la ternura y de la compasión
que solo un hombre lleno de Dios puede dar. Tenemos que ser testigos del valor
que da la sintonía con el Padre y el saber que lo que hace tiene un valor
salvífico universal. Tenemos que ser testigos, en los últimos momentos, de un
amor sin límite.
Por eso déjenme que les diga, Feliz
Semana Santa.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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