EMAÚS,¿CURSO ON LINE O
PRESENCIAL?
Todo tiene su tiempo y su momento.
Probablemente en época de crisis, cuando la desesperanza en la tónica en
nuestra vida; cuando las posibilidades de salir adelante del atolladero en el
que nos encontramos no son las más claras y adecuadas, … nos apuntamos a cursos
con la esperanza de acumular lo máximo posible, por un “si acaso me sirve para
el día de mañana”. En ello los cursos on line han jugado un papel importante.
Porque, ¿saben?, en el fondo somos un poco vagos y si nos movemos poco, pues
mejor.
Claro, lo que la gente no acaba de
asimilar que los cursos on line tienen una mayor exigencia que los
presenciales, puesto que el tiempo que tenemos que dedicarle a los ordenadores,
a la investigación personal… no tiene parangón
con los que asisten a una tutoría personalizada, a unas clases donde
compartir con los compañeros de aula, a una investigación en la biblioteca del
centro donde me encuentro, etc.…
Creo que eso es lo que les ha pasado a
los discípulos de Emaús. Ellos, después de asistir en el Gólgota a una lección
presencial, después de asistir a una tutoría personalizada, después de
compartir con sus compañeros del “aula de la vida y del seguimiento” a la
enseñanza suprema de lo que es el Amor, se sienten como que han suspendido; se
sienten como que lo que han aprendido hasta ahora no les ha servido de nada,
puesto que el fracaso era evidente: en la cruz se han plasmado los fracasos de
toda una vida de abnegación y entrega.
Por eso van a sus casas tristes.
Probablemente buscando – como nuestros alumnos – explicación al examen
suspendido; explicación a las preguntas vitales que no han sabido responder,
quizás porque a lo mejor no las habían estudiado lo suficiente o pensaban que
no entraban en el examen. Se van tristes, desolados…. Es más: cualquiera que se
les acerque, el tema de conversación es el mismo: no nos ha salido bien el
examen.
Es curioso que, de camino, se les
acerca un personaje, quizás misterioso, no identificable, un personaje que
comparte inquietudes, que se mete en la conversación, que a ellos no les
importa que se les una, un personaje con el que descargan su frustración. Un
personaje que se va metiendo en el papel, hasta congeniar al cien por cien con
ellos. Un personaje que les ha caído tan bien, que le piden “porfi, no te
vayas, quédate, se hace de noche (más de noche si cabe en la vida de ellos), vamos a cenar y no nos
importa que compartas la cena con nosotros, quizás no tengamos mucho, pero lo
poco que tenemos lo compartimos.
¡Fuerte personaje que hace exclamar “no
ardía nuestro corazón...” !. Quiero imaginar que casi estarían al borde del
infarto, porque el corazón quedaría tan henchido de la presencia de aquel
personaje, que llegaba casi a arder.
Sin duda, el relato de Emaús no es un
relato on line, un relato que yo hago a distancia, un relato que el ordenador
me da las pistas para que pueda dar cuenta de un resultado o de un examen. El
relato de Emaús no es el que se hace en una universidad a distancia. El relato
de Emaús es presencial, es el de la universidad de la vida, donde la clase en
la realidad del propio mundo en el que me encuentro y donde los compañeros son
aquellos que se cruzan en mi caminar diario.
Jesús se arrima a cada uno de nosotros.
Jesús camina por las veredas y orillas de los caminos y se hace el
encontradizo. Jesús te pregunta “de qué hablan?, ¿cuáles son sus
inquietudes?, ¿qué problemas te afligen?”. Nos pide que una y otra vez
acudamos a su encuentro, a su Palabra, que podamos exclamar “no arde nuestro
corazón cuando….”
Por desgracia hoy los infartos, los
problemas de corazón son por el estrés de infinidad de situaciones, quizás no
sean por el ansia y deseo de descubrir en el otro la presencia no de un
fantasma, sino de un Jesús resucitado.
Creamos en él, pero sobre todo creamos
que en la fracción del pan tenemos la vitamina suficiente y las ganas propias
para poder dar testimonio del que no ha muerto y resucitado y que nos acompaña
en el camino de la vida.
Por cierto la fiesta es también un
motivo de encuentro presencial. Encuentro con José, el carpintero, el artesano,
prototipo de la gente humilde y sencilla. Ojalá que el Cruce de Arinaga, que
está de fiesta, se convierta en un pequeño Emaús.
Feliz Pascua
Hasta la próxima
Paco Mira
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