Entrevista a Marta Viera, actriz protagonista
de “Me Llamo Suleimán”
“ESTA
OBRA HACE QUE NOS REENCONTREMOS CON NUESTRA PROPIA HUMANIDAD, PROPONIÉNDONOS
MIRAR DE FRENTE A LA REALIDAD Y A LA VIDA”
¿Tenías ganas de afrontar un papel
eminentemente teatral tras tu participación en dos proyectos musicales
seguidos, como fueron ‘El crimen de la perra Chona’ y la experiencia en el
grupo Alegransa?.
La verdad es que nunca he participado en una
producción teatral de estas características, y
sí, tenía muchísimas ganas porque las últimas producciones en las que he
trabajado han sido eminentemente musicales, algo que por otro lado también
disfruto mucho.
En ‘Me llamo Suleimán’ tienes un papel
protagónico total. Eres la única actriz en escena, el único personaje que
sostiene la trama… ¿Cómo afrontas esa responsabilidad?
Este proyecto por distintos motivos me supone
un reto muy grande. Nunca antes he afrontado el trabajo de un monologo teatral
y todo lo que ello conlleva, desde el trabajo con el texto, pasando por la
composición de personajes y por el hecho de llevar el peso de representar el
trabajo de toda la gente que hace que ‘Me llamo Suleimán’ tenga la fuerza y la
poesía que tiene, toda esa gente que el público no ve sobre el escenario y eso,
como bien dices, es una gran responsabilidad. Yo la afronto a partir de todo lo
que puedo aportar, con muchísimas ganas e ilusión, intentando ser lo más
honesta posible con mi trabajo, como una pieza más del puzzle.
¿Desde qué dimensión afrontas tu interpretación
en este espectáculo que habla de una realidad humana dura y dramática?
Creo que el teatro es uno de los muchos espejos
que tiene la humanidad para mirarse a si misma, tomar conciencia y reflexionar.
A pesar de lo que me pueda afectar personalmente el viaje de Suleiman, con esa
dura realidad que describe, el trabajo ha sido conocer a este personaje y
contar sus experiencias a través de sus ojos y emociones, y en este proceso nos
hemos encontrando con muchos momentos de distanciamiento emocional entre el
personaje y yo misma, porque lo que importa no es lo que a mi, Marta Viera, me
genere el texto de Antonio Lozano, lo importante es que Suleimán cuente su
historia.
¿Desde el punto de vista interpretativo
acomodarte a esta producción que se ayuda de un notable soporte técnico con las
animaciones creadas para el mismo, qué te exige como actriz? ¿Cómo se logra
acompasar el pulso de la interpretación con el de las imágenes?
La verdad es que me puedo sentir muy mimada en
cuanto al trabajo con las animaciones, pues prácticamente todo se ha dispuesto
de tal manera que ellas me sigan a mi. Cierto que hay marcas que seguir y
muchas cosas que tener en cuenta a la hora de trabajar con este soporte
técnico; el espacio muchas veces se acota y no debe haber obstáculos que
entorpezcan las proyecciones, pero siempre se ha trabajado con la premisa de
que esto es un espectáculo teatral y en el teatro los tiempos se respiran y
varían, como varían el público y los espacios. La repetición como instrumento
para acompasar la interpretación y las animaciones ha sido fundamental, al
igual que trabajar sincronizando el lenguaje teatral y el audiovisual
simultáneamente.
¿Qué sentimientos te despierta interpretar el
texto de Lozano más allá de tu condición de actriz?
Cuando leí su novela me enamoré de la historia,
de los personajes y de la manera con que consigue llenar las páginas de su obra
de emoción y sencillez. La historia me emocionó profundamente y la forma de
contarla de Antonio me llega muchísimo. La mañana de la primera lectura del
texto me la pasé tragando nudos, no sólo por el drama que conlleva una historia
como es la de Suleimán, sino por la humanidad que desprende, en los buenos y en
los malos momentos, porque sus palabras no sólo se te clavan en la cabeza, sino
que también te atraviesan el corazón.
Háblame de los personajes que interpretas en la
obra.
Los personajes que interpreto son dos: Isabel y
Suleimán. Isabel es una joven a quien Suleimán cuenta su historia, la de un
joven maliense que cruza un continente en busca de un sueño, un joven que salió
de su casa siendo niño y ahora nos cuenta su historia con el peso que la
experiencia y los años dejaron en él.
¿Hay espacio para la esperanza en ‘Me llamo
Suleimán’?
Me atrevería a decir que ‘Me llamo Suleimán’ es
un canto a la esperanza, a la vida. A pesar del componente trágico que tiene
esta historia, creo que es un recordatorio continuo de que estamos vivos, de
toda la vida y belleza que hay a nuestro alrededor y, de que la esperanza que nos
mantiene en la lucha, es fundamental para afrontar la vida.
¿Qué instante del montaje te motiva e inspira
más?
Hay varios momentos en los que las animaciones
de Juan Carlos Cruz, el texto de Antonio Lozano y la puesta en escena de Mario
Vega generan magia, pura poesía sobre el escenario. Tengo dos preferidos, pero
mejor será que cada uno elija su momento cuando vea la obra.
¿Y cuál es el pasaje de la obra más duro
emocionalmente de interpretar para ti?
Sin duda cuando Suleimán tiene que despedirse
de su mejor amigo Musa, que es como un hermano para él.
¿Cómo convencerías al público para que no
dejara de ver en el Teatro Guiniguada el montaje que se inspira en la novela
homónima de Antonio Lozano?
¡Lo que no entendería sería que no fueran a
verlo! Realmente creo que es una delicia de montaje. Una historia humana que
nos reencuentra con nuestra propia humanidad, que nos propone mirar de frente
la realidad y la vida, acompañada de una puesta en escena deliciosa. No creo
que nadie salga indiferente del teatro.
¿Cómo ha sido el trabajo de puesta en común con
Mario Vega como director del montaje?
Trabajar con Mario es maravilloso, es como
andar por casa. Primero porque tiene un planteamiento muy desarrollado y claro
de lo que quiere y, segundo y más importante, porque está abierto hasta el
último momento a cualquier propuesta, a probar, a jugar, a seguir desarrollando
ideas que lleven a otras ideas, a cambiar. Está dispuesto siempre a que el
montaje crezca como nosotros crecemos con él. Por
otro lado es un director que escucha y te da libertad de creación sin dejarte
solo. Cuida hasta el último detalle y se preocupa por su equipo de trabajo.
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