“ESTUVE ENFERMO Y ME VISITASTE”
Fran, uno de los jóvenes de la parroquia me envió hoy un whatsapp (¿se escribe así, Fran?) con una pregunta: “Suso, la gente de mi grupo me pregunta que cuándo vamos a visitar a los enfermos”. Y aunque no le he respondido me alegró muchísimo que los chiquitos con 17-18 quieran entregar un poco de su tiempo a estar con los mayores, con los enfermos. Este hecho nada más sería suficiente para que esta noche (acaban de dar las 12 en el reloj de la iglesia) me marchara a dormir como un bendito.
Pero no fue solo eso. Tengo un sobrino enfermo y este mediodía fui a visitarlo. Ayer me llamó y me pidió que le llevara la comunión. Hoy, en su casa, hablamos mucho y con profundidad. Me hablaba de cómo ha vivido su fe y cómo lleva su enfermedad. Mi sobrino hablaba con toda naturalidad del cáncer y con la misma naturalidad de su confianza en Dios. Después de comulgar hablamos con Dios y, emocionados, le pedimos por estos y otros enfermos y quienes los cuidan y les ayudan a vivir con esperanza.
Le pregunté; ¿Has podido transmitirle la fe a tu hija ahora adolescente? Y me dijo que lo ha intentado y lo sigue intentando siempre. Pero sin imponer. Me encantó la respuesta y la actitud de su padre. Cuando hoy me he reunido con unas veinte personas de la parroquia para leer y comentar el evangelio, aunque era otro texto el que se proclamaba, en mi cabeza martilleaba un texto distinto:“Vengan, benditos de mi Padre, porque estuve enfermo y ustedes me visitaron”.
Y ahora, cuando ya el silencio reina en el barrio, caigo en la cuenta por qué hoy me siento tan feliz. Los “benditos de Padre Dios” son esos jóvenes que tanto aprecio y que me preguntan cuándo vamos a visitar a los enfermos. Y el enfermo que fui a visitar, con el rostro y las molestias de mi sobrino… era el mismo Jesús. ¿No es para sentirse uno afortunado?
Y ahora, cuando ya el silencio reina en el barrio, caigo en la cuenta por qué hoy me siento tan feliz. Los “benditos de Padre Dios” son esos jóvenes que tanto aprecio y que me preguntan cuándo vamos a visitar a los enfermos. Y el enfermo que fui a visitar, con el rostro y las molestias de mi sobrino… era el mismo Jesús. ¿No es para sentirse uno afortunado?
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