domingo, 11 de abril de 2010

CARTA AL VIENTO: Santo Toribio de Liébana.

Cada quince días colaboro en Radio Tamaraceite con una de estas "cartas al viento". Esta semana, Paco Mira, conductor del programa, me sugirió que hablara de Santo Toribio de Liébana porque este año es también Año Santo Lebaniego, coincidiendo con el del apóstol Santiago. Y esto fue lo que escribí y dije a los oyentes de la emisora parroquial y que ahora también comparto con ustedes.


Un saludo cordial, buen amigo Paco Mira y buenos amigos de Radio Tamaraceite. Dices que hoy toca hablar de Santo Toribio de Liébana y no sabes cuántas cosas me gustaría contarte. Hace bastantes años, estaba yo de cura por Vecindario, descubrí y me enamoré del paisaje de Potes, camino del santuario de Santo Toribio. Allí me pasaron cosas hermosas. Me encantó el santuario donde se conserva un trozo que se considera parte de la Cruz de Cristo; pero vine más encantado todavía de todo lo que lo rodea: los majestuosos Picos de Europa y el valle inigualable por donde serpentea la carretera que conduce hacia Potes. Y mucho más me alegró todavía la singular acogida de unas personas de allí, Guadalupe y su familia, a quienes no conocía de nada y que fueron tan amables como corresponde a una familia que vive a la sombra de ese “lignum crucis”, esa madera que, supuestamente, tuvo sobre sí el cuerpo de Jesús.

En aquella ocasión prometí que volvería a Potes y a su santuario y he tenido la suerte de volver al menos dos veces más. En ambas ocasiones volví a disfrutar de su paisaje, volví a arrodillarme ante el trozo de la cruz y a compartir la amistad siempre amable de la familia que tan bien me acogió y que regentaba entonces una posada familiar.

La última vez que estuve en Santo Toribio de Liébana, vine algo decepcionado, lo confieso. Con mis experiencias anteriores viajé hacia Cantabria con la mayor de las ilusiones. No fui solo sino acompañando a los jóvenes de mi querido grupo “Ponte en marcha” de Tamaraceite. Planeamos el viaje con bastante antelación y nos fuimos de nuevo a Potes. Disfrutamos de su paisaje y peregrinamos hasta el santuario caminando durante cinco jornadas. Pero el camino nos resultó pobre. A pesar de sus bellísimos paisajes, el camino está descuidado, tiene poca señalización y cuando pedíamos información a los centros públicos e incluso al mismo santuario, apenas sabían orientarnos. Fue muy difícil encontrar albergues o algún alojamiento adecuado para un grupo de peregrinos que nos habíamos trasladado desde Canarias.

Al final, casi siempre los finales son felices, menos mal, cuando llegamos al santuario, un poco desolado porque apenas había gente aquel domingo por la mañana, nos sentimos bien. Los padres custodios del santuario nos acogieron con afecto y tuve la oportunidad de tener en mis manos el trozo de madera, supuestamente perteneciente a la verdadera cruz de Cristo, y bendecir con él a los muchachos que se habían trasladado desde Tamaraceite. Nos hicimos fotos, muchas fotos. Y rezamos y pedimos y cantamos y muchos también lloramos de emoción.

Pensé entonces que nuestro camino hasta la Cruz no fue muy agradable. Pero que muchísimo menos, infinitamente menos, lo fue para Jesús cuando cargó con aquel y otros trozos más de un tronco pesado, duro e injusto.

Cuando terminó nuestra peregrinación hicimos fiesta.. Y mi recuerdo se marchó, inevitablemente, hacia aquella amiga de años atrás, a Guadalupe y a su familia. A Lupe la había conocido en una destartalada guagua desde Santillana del Mar a Potes. Y como los buenos recuerdos no se borran, la localicé y ella se preocupó de que no nos marcháramos de allí sin disfrutar de la música, la alegría y el buen humor de la gente de su tierra. Nos visitó en el camping en el que nos habíamos alojado y sus jóvenes amigos nos animaron una velada que siempre recordaremos.

Ciertamente el Camino de los peregrinos hasta el santuario y la información que desde las instituciones se ofrece- mejor, que no se ofrece- nos decepcionó. Pero encontrarnos con aquel paisaje, aquella cruz y aquella acogida fue la mejor señal de que Jesús estaba allí. No sé si en la cruz o en las montañas o en la familia y amigos de Guada. Seguro, segurísimo, que en unos y otros estaba y está Jesús. Por todos estos motivos sí que vale la pena ir este año, o cualquier año, a Santo Toribio de Liébana, deteniéndose, por supuesto en Potes y, si fuera posible, en el Hostal de mi amiga Guadalupe. Seguro que nadie vendrá decepcionado.

(La foto de arriba es del grupo Ponte en Marcha que el año 2007 hicimos el Camino hasta el santuario de Santo Toribio de Liébana. Estamos a la sombra de los Picos de Europa. En la otra foto estamos Guadalupe y yo en el camping donde se hizo la fiesta para el grupo gracias a esta chica de Potes)

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