viernes, 21 de octubre de 2016

LA HUCHA DEL NEGRITO

Escribe Paco Mira

LA HUCHA DEL NEGRITO
Y OTRAS COSAS DEL QUERER

            Bien podría ser el título de una canción y además conocida,  pero no. Es el querer de una realidad a la que todos estamos llamados y pocos o casi nadie proporcionalmente hablando cumplimos.

         Cuando era más joven que ahora, recuerdo que en el instituto nos ofertaban unas huchas con la cara de un negrito y la hucha ponía, "colecta para el domund". Para nosotros, los chiquillos de aquella época, era un atractivo especial para quedar con los amigos y darse un paseo por la tarde poniendo la hucha delante de la gente y otro colocando en la solapa una pegatina. Esta última, servía para que no te pusieran la hucha dos veces. Nosotros, ninguno entendíamos la palabra Domund, pero pedíamos y no sabíamos por qué.

         Creo, gracias a Dios, que hemos cambiado la mentalidad. Ahora el Domund, ya no es la propagación solo de la fe, sino la actitud de los que tenemos que ayudar hacia los que teniendo oportunidades no tienen con qué desarrollarlas. Los negritos no son los seres inferiores a los que contentamos con un euro, o dos, o.... no sé cuantos. Al negrito se le contenta con el ejemplo de quien dice estar convencido de su fe, la pone en practica y además da testimonio de ello.

         El lema de este año es " sal de tu tierra", sal de ti mismo, sal de tu entorno y mira a tu alrededor porque en esa periferia tuya hay gente que te necesita, gente que te tiende la mano, gente que busca y quiere encontrar. Salir de la tierra de uno es lo que hacen miles y miles de emigrantes, miles y miles de refugiados que no por placer, sino por necesidad huyen en busca de quien no solo anuncia la verdad, sino que les da acogida, como lo anunció Jesús al final de sus días.

         Este fin de semana Jesús nos invita a ver a dos personas rezando: un fariseo y un publicano. Los dos rezaban bien, los dos miraban al cielo, pero lo que les diferenciaba era la sinceridad del corazón. Eso es lo que también nos tiene que diferenciar a los que nos consideramos misioneros, a los que nos consideramos anunciadores de una buena noticia, que no solo pasa por una hucha, pasa por una actitud, por una forma de ser, por una manera de actuar. Salir de la tierra es mirar al cielo y decirle a nuestro Padre que nos acompañe, independientemente del color de cada uno.

         La primera lectura de este fin de semana dice que no podemos ser parciales con los pobres, que el grito del pobre alcanza las nubes... y nosotros, en muchas ocasiones no es que estemos sordos, nos hacemos los sordos. No es evangélico que el sufrimiento del hermano no sea el mío. Con razón no creemos tanto en las clases dirigentes pues lo más probable es que su dolor no sea el del pobre y el oprimido.

         Pero al mismo tiempo, en las cosas esas del querer, está el querer celebrar una fiesta, el querer vestirnos con los mejores trajes, el querer juntarnos y compartir aquello que sentimos y apreciamos. Juntos hacemos camino y el camino se hace al andar, porque no nos olvidemos que caminante no hay camino en solitario.

         Este fin de semana empiezan las fiestas del pueblo en el que vivo, Vecindario. La fiesta es el sentir apreciar la unión, la elegancia de poder disfrutar en armonía lo que nos une y acompaña. Rafael, medicina de Dios. Rafael aquel que en el camino de la vida se encuentra con todos y cada uno de nosotros para acompañarnos en el devenir de cada día. Los hombres necesitamos del encuentro, de la amistad de las ganas y sin duda la fiesta es una oportunidad para poder conseguirlo.

         Que vivamos la fiesta con sinceridad. Que la fiesta, el pueblo sea el punto de encuentro. Que la fiesta sea el lugar donde pongamos delante de Rafael nuestros anhelos y deseos, nuestra pequeñez y nuestra miseria humana. Sin duda si así lo hacemos saldremos curados.

     Hasta la próxima.

         Paco Mira

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