miércoles, 30 de marzo de 2016

Las historias de Juan Santana (Arinaga)

CON MUCHA CARA  

Este relato es de algo que sucedió hace más de 30 años, aunque bien pudiera ocurrir en cualquier fecha.
Resulta que una vendedora de la ONCE, que por cierto era de Arinaga, estaba desarrollando su labor en la trasera de la antigua “Clínica Nª Sª del Pino”, teniendo bastantes clientes a su alrededor, a los que ella atendía y cobraba según despachaba, claro que con dificultad, aunque ella era deficiente visual, pero no ciega.
Unos iban pidiendo unos números determinados, guiados por sus gustos, para luego pagarles el total de lo que llevaban, pero otros le pedían dichos cupones sin determinar, para que todo quedara en manos de la suerte.
Pero uno de los clientes iba cogiendo tiras de cupones y depositándolas en su bolsillo, sin darse cuenta de que otra señora de Arinaga le miraba de reojo.
El hombre sacó una de las tiras de cupones del bolsillo y le dijo a la vendedora que se cobrara de un billete de las antiguas 500 pesetas.     

Así lo iba a hacer la chica, pues no sabía lo que había cogido de más a causa de la distracción de cobrarles a los demás clientes.
Lo que no contaba este pícaro, por no decirle ladrón, es que la señora de Arinaga era muy decidida e incapaz de callar ante el abuso que intentaba cometer este, lo que sea, pues me resisto a llamarle señor.
La mujer dijo a la vendedora: ¡Ten cuidado, porque tiene varias más en el bolsillo!
El hombre respondió: ¡Usted se calla señora, que a usted ni le va ni le viene nada en este asunto!
Pero lejos de callarse, comentó: ¡Es que yo tengo un hermano que vende cupones y no me gustaría que gente como usted le engañe!
Al sentirse humillado, sacó del bolsillo los cupones que pensaba robar y se los pagó todos, saliendo de allí como un bólido.
La vendedora agradeció a la mujer su vigilancia, pero aún más la decidida intervención, con la cual consiguió que aquel sinvergüenza no se saliera con la suya.
No revelo la identidad de la vendedora de cupones, pues no estoy autorizado para ello, a pesar de que hoy en día, supongo que estará jubilada, pero sí el de la señora que le ayudó, porque era mi difunta madre, Francisca Méndez, que al cabo de unos años tuvo que ver como su hijo también se dedicaba a la venta de cupones de la ONCE.
¡Gracias por todo, mamá!  

Sirva como homenaje para ella de su hijo: 
Juan Santana Méndez


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