LOS PESCADORES Y
“LA VARÁ DEL PESCAO”
(Escribe Juan Santana
desde Arinaga)
Esta es otra historia verídica que me
contaron y que sucedió en una playa de esta isla de Gran Canaria, pues no me
gustaría dar pistas, a pesar de que solo digo lo que sucedió en realidad a unos
marineros, como tantos que trabajaban en las llamadas “traiñas”.
Las “traiñas” eran unos barcos que
utilizaban dos focos a los que llamaban “petromales”, los cuales, tenían dentro
de una cápsula de cristal unas mallas que se les denominaban “camisas”, que si
bien los más jóvenes no lo sepan, los de mayor edad las han visto, menores por
supuesto, en esas “bombonas de gas pequeñas”, que suplían la falta de luz
eléctrica.
Si en este caso el gas era el
combustible que servía de alimentación, en el caso de los petromales era la
gasolina, que una vez dentro de una bombona grande de acero inoxidable, le
introducían aire con un “fuelle”, haciendo que este aire se alojara en el fondo
y empujara la gasolina hacia fuera, la cual era controlada en todo momento por
unas válvulas que los marineros abrían o cerraban según la presión que hiciera
falta en todo momento.
De todas formas ya esto no se usa,
porque los motores que producen energía eléctrica han venido a sustituir a este
otro tipo de iluminación, pero además con una luz más potente.
Cuando en la noche oscura, pues si hay
luna llena no sirve, encienden los focos, los cuales atraen a diverso tipo de
peces, entre los que se encuentran las sardinas, chicharros, bogas, etc.
Si iban todas las noches a echar esa
red, es lógico que al finalizar la semana reunieran bastante dinero para
repartir.
En esos
años, digamos que los 50 y 60 del siglo XX, era el dueño de la traiña el que se
encargaba de eso, pues era el que recogía el producto de la venta del pescado.
Todos sus trabajadores sabían que la
mitad de ese dinero iba directamente a los bolsillos del jefe, ya que así
quedaba estipulado, pero además tenía una parte del dinero restante, como
cualquier otro marinero.
El señor que me contó esta historia dice
que se reunieron en torno al dueño, en el suelo, teniendo delante unos cuantos
“flejes” de billetes, por lo que ya pensaban coger una buena cantidad para
llevar a sus respectivas casas.
El patrón comenzó a decir: “ya saben que
la mitad de este dinero es mío”, colocándolo debajo de su muslo.
Prosiguió: “Tengo que coger el dinero de
la gasolina”; dinero debajo del muslo.
“Se gastó un dinero en arreglar el
petromal averiado”; más dinero para el mismo lugar que el anterior, hasta que
ya el muslo estaba tan levantado que le llegaba a su barriga.
Al final, como reza el dicho popular:
“quedaron unos pocos billetes bailando el tute”, que es lo que se repartieron
él y los desolados marineros, que con la boca abierta no daban crédito a lo
sucedido, aunque tenían claro que si no era en ese barco sería en otro, pero el
reparto iba a ser de la misma forma.
Es por eso que no apruebo la “Vará del
pescao”, ya que los participantes desconocen la sacrificada vida del marinero,
pues ya me dirán en que se parece esa fiesta a su vida cotidiana.
Juan
Santana Méndez
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