Escribe Paco Mira
LOS SIMBOLOS
NO SE PITAN
Bueno, pues ya ven que
otra semana más nos volvemos a encontrar. Nos encontramos en lo que nos une e
identifica; nos encontramos en aquello con lo que estamos de acuerdo y quizás
con lo que no estamos de acuerdo porque ello nos une y eso es bueno. Esta
semana hemos montado un revuelo, por supuesto con razón, sobre cierto
acontecimiento deportivo en el que una parte de dos aficiones no estaban
contentos con quien presidía el evento y con lo que sonaba musicalmente
representando a quien presidía. Parece un juego de palabras pero no lo es.
A
propósito del acontecimiento, déjenme que les diga lo que pienso: no se puede
obligar a nadie a que le guste su propio país; menos a que le guste la
autoridad que lo representa; tampoco lo que musicaliza a ambas cosas. Pero a lo
que sí estamos obligados todos es al respeto. Nos guste o no. Seamos de una
ideología determinada o no. La mala
educación no es indumentaria de los españoles, pero estoy casi empezando a
pensar que es consustancial a nosotros y nos dan igual los modales. No, amigos,
no.
Y
esto viene a cuento porque el domingo es la fiesta del Corpus. El último de los
jueves que se han trasladado al domingo. Es costumbre el elaborar alfombras, de
diferentes tipos y maneras. Es costumbre también que se levanten voces
invocando un laicismo rancio y que la religión tiene que permanecer en el
ámbito de lo privado para respetar la no religiosidad de los demás.
Lo
más probable que el que pita a un símbolo de todos en el campo también esté
negando que otros tengan el derecho, desde el respeto y la libertad, a
manifestar su propia voluntad. Dejemos que seamos capaces de expresar nuestra
creencia en libertad que eso no hace daño a nadie.
Una
vez más, Jesús nos convoca en torno a una mesa. Algo tan sencillo y saludable
como una comida. Parece una simpleza pero es lo que más une a todos: la mesa.
Ya de pequeños los ratos alrededor de una mesa, bien fuese al mediodía o a la
noche, eran sagrados. Eran y son los espacios para poner en común las alegrías
y las penas diarias, las saludes y enfermedades en los trabajos o en los
quehaceres diarios... es sin duda lo que nos identifica como familia; es la
seña de identidad que configura un apellido.
A
nivel de fe nos pasa lo mismo. Dios nos convoca, la mesa está preparada porque
para el cristiano su pan, su cuerpo es salvación. Dios, en su hijo Jesús, en un
gesto tan sencillo como en un pizco de pan fermentado con levadura se parte y
se reparte para que llegue a todo el mundo. No hay nada mejor que contemplar al
que dio su vida por nosotros el caminar con nosotros en el quehacer diario de
nuestra vida.
Este
fin de semana en muchas de nuestras calles pintaremos y decoraremos aquellos
recuerdos en imágenes que nos evoquen la realidad con la que nos alimentamos.
La sal da sabor a la vida; la sal es la que da el toque diferente para que no
seamos sosos. Pisemos con lo que da sabor a la vida; que las procesiones con
alfombras sean un signo que nos una y nos identifique. No nos avergoncemos de
manifestar y menos no pitemos lo que puede ser un signo de identificación.
Es el
propio Jesús el que camina con nosotros. Es el propio Jesús con el rostro
ensangrentado de los que sufren, de los que no llegan a fin de mes, de los que
están siendo desahuciados, de los enfermos, de los que no llegan a fin de mes,
de los presos, de los que duermen debajo de cualquier puente o lugar de nuestra
geografía.... es el propio Jesús, en el día de la caridad, quien quiere salir y
caminar con todos y cada uno de nosotros.
Amigos,
siempre hay un motivo para estar atentos y alegres.
Hasta
la próxima.
Paco
Mira
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