Escribe Paco Mira:
FELICIDADES
POR LA VENDIMIA
Tengo un compañero de trabajo, Juan
Ramón, que llegada la época de vacaciones, su viaje es al Hierro. Normalmente
buscamos destinos inverosímiles con largas horas de viaje aeronáutico, buscamos
mapas que nos ubiquen ese destino increíble y…. mi amigo al Hierro. Hablando
con él, les puedo decir que el Hierro es una terapia, para él y su familia,
increíble. Pero es más. En el Hierro tiene una casita con un terreno que lo
planta de viñas. Me decía hace unos días, “Paco,
este año estoy contento. Sacaremos unas 200 botellas de vino”. Algunos
pensaran que 200 botellas pues no sirven de mucho, pero para él, para su
familia, es sin duda un logro, más sabiendo que no todos los años puede decir
lo mismo, sabiendo que él no vive en el Hierro, sabiendo que es un fruto que le
cuesta.
Me contaba, que procura que el
proceso sea artesanal: corta a mano, pisa él y su familia, embotella él, tiene
una máquina para corchos, etc… el hombre lo vive y yo… sin conocer su finca,
hasta me he alegrado, sobre todo por ver la ilusión, el entusiasmo, las ganas
que puso….
Este fin de semana, Jesús nos va a
catequizar con una parábola de la viña y con sus trabajadores. Me gustaría
acercarme a la cumbre de nuestra isla, a la cabecera de nuestro municipio. Está
de cumpleaños y casi es como el que ha plantado una viña, pero en la cumbre.
Una plantación en la que, como a mi amigo, hay que cuidar, mimar, querer… y
como él me decía los racimos son agradecidos con quien los trata con cuidado y
mimosidad. Creo que todos los curas que han pasado por Santa Lucía, han tratado
a los santaluceños con cariño, con
animosidad, con….entusiasmo. Doscientos años dan para mucho fruto, para mucho
cultivo. Dan para desazones, dan para encuentros, da para alegrías… y quiero
creer que los racimos de los habitantes de Santa Lucía saben ser agradecidos
con lo que les ofrece. Por eso desde aquí quiero decirle que felicidades, y que
no dejen de seguir dando frutos. Los cumpleaños no son para celebrar en un día
determinado al año, hay más días, hay que trabajar el corazón de las personas.
No dejemos que solo el cura, el párroco de turno, sea el que trabaje. Todos
para todos y entre todos saldremos adelante.
¡Cuantas veces en nuestras
comunidades parece que tenemos una nómina por el tiempo que llevamos trabajando
o colaborando en la misma!. Es curioso como el dueño de la viña de la que nos
habla Jesús, no habla en nuestras categorías, habla en categorías de igualdad.
Todos tenemos derecho a lo mismo y a cobrar de la misma manera. Muchas veces le
exigimos a Dios cosas que nosotros no sabemos darle cuando no exigimos. Es
fácil en tiempos de dificultad pedirle, exigirle a Dios que nos de aquello que
nosotros a veces no damos.
¡Cuantos hermanos nuestros llegan
más tarde que nosotros a la casa del Padre!: Quizás no encontraron la puerta,
no encontraron el camino, nosotros no supimos guiarles en el momento en el que
nos lo pidieron… Sin embargo el dueño de la viña trata a todos como si
hubiésemos llegado al mismo tiempo. El amor no tiene precio: no se lo ha puesto
Dios, luego no se lo pongamos nosotros. Dios no es un padre que fiscaliza lo
que hace cada uno para ponerle la pena que le corresponde. Dios no mira por el
ojo de la cerradura. Dios, como el viñador, trata a todos por igual.
Vivimos en una sociedad globalizada.
Vivimos en una sociedad que corre a ritmo endiablado y sin embargo la dignidad,
la justicia y la igualdad brillan por su ausencia. Sin embargo el dueño de la
viña nos dice que es posible. Procuremos hacerle caso.
Hasta
la próxima.
Paco Mira
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar.