sábado, 26 de julio de 2014

SANTIAGO, PORFI: DILE A PAPÁ QUE PAREN YAAA…

Escribe: Paco Mira


SANTIAGO, PORFI: 
DILE A PAPÁ QUE PAREN YAAA…

            Los que hemos tenido la suerte de tener más de un hermano, recordamos – a veces con cierta nostalgia – las peleas y cabreos de antaño. Peleas y cabreos que se han quedado en la “más tierna de las infancias”. Cuando no era uno era el otro, o los otros pero siempre tenía que intervenir papá o mamá y a veces con resultados que no eran del todo satisfactorios. Pero también es verdad que uno, a veces, no estaba para bromas aunque los otros sí lo estuvieran. Cuando uno no estaba para bromas, enseguida recurría a lo más fácil: “mamá, papá, fulanito me está molestando”. A veces se lo decíamos a otro de los hermanos, “dile a papá o a mamá que ciclanito me está molestando”. A veces la respuesta de los progenitores era inmediata y otras el resultado de lo que uno esperaba era nulo.

            Estos días, mientras veía la televisión, pensaba que ya pocas cosas me podían asustar, o me podían hacer cambiar de canal. Sin embargo las imágenes de los palestinos con los israelitas me hicieron estremecer de tal manera que me acordé del salmo “hasta cuando Señor, seguirás olvidándonos; hasta cuando Señor, va a triunfar tu enemigo”. Nosotros, los hermanos, nos cabreábamos, pero que en pleno siglo XXI, se vea lo que se está viendo, sin importarnos que el objetivo de la pelea sean los más frágiles y vulnerables, me vuelvo a acordar de mi hermano mayor Jesús, cuando él decía: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.

            Es increíble que en la tierra de la Paz, no exista paz. Me pregunto y le pregunto a la comunidad internacional a  ¿ qué estamos esperando para solucionar el problema?. Cuando la sangre de los inocentes, cuando los deportados y desterrados sean como la nación que le prometió Yahwé a Abrahám, es decir incontables, entonces y solo entonces empezaremos por la vía diplomática. No debemos dejar que siga corriendo la sangre cual grifo que no tiene tope.

            Por eso le digo a mi hermano Santiago, que le diga a nuestro Padre Dios, que paren ya. Casi que no se lo pido, sino que se lo exijo. Cuando la madre de los Zebedeos le dice a Jesús donde han de colocarse sus hijos, él le dice que el que quiera ser grande que sea servidor; si los poderosos, Si Netanyahu o Abás se dejaran inspirar por el espíritu de Jesús, se acabarían las prácticas injustas contra los más débiles. Santiago nos marcó un camino, en la persona y para los demás. Santiago nos marcó un testimonio, en su persona y de cara a todos los que los seguimos. Un camino nada fácil, pero que merece la pena, porque “la recompensa será grande en el cielo”.

            Y por si fuera poco, este fin de semana Pablo nos recordará que Dios nos predestinó a ser imagen de su hijo :¡qué lejos quedamos de ser su espejo!. Busquemos el tesoro escondido. No está tan difícil, está muy cerquita de nosotros: quizás el reino de los cielos se parecerá a aquel enfermo que llenó de alegría y esperanza a todos los que estaban con él; o quizás el reino de los cielos se parezca a aquella misonera/o que llena de alegría las aldeas y poblados por los que camina; quizás el reino de los cielos se parezca cada vez más a nosotros cuando gritemos que las trescientas personas que iban en un avión malayo no tenían la culpa de nada de lo que pasaba en Ucrania o en Rusia, o que gritemos o hagamos huelga de hambre, o nos cabreemos o demos un puñetazo enrabietado en la mesa, porque a quienes hemos votado políticamente, a quienes nos representan en los lugares que tienen que hacerlo… no gritan a Netanyahu o a Abás, basta ya.

            Por eso cada vez más, como Santiago, creo que Dios no nos abandona ni nos olvida; por eso me quedo con “campus stellae” (Campo de estrellas=Compostela); cada vez más me quedo con la esperanza de ser testigos, como Santiago, cuando veo que un grupo de jóvenes decide confirmar y afirmar su fe en Jesús;  que cada vez más  me olvido de aquello de “por qué me has abandonado”, y me quedo con el salmo de hoy que nos invita a amar la voluntad de Dios y ésta es que no quiere que ninguno de sus hijos perezca.

            Quiero y deberíamos cantar todo el fin de semana Shalom Haberim.  Que la paz esté en ti y en mi, en tu corazón y en el mío. Que el silbido de las balas no genera ninguna melodía, sino el desastre en la orquesta mundial.

            Por problemas de espacio, a los abuelos los recordaré en otro momento.

            Me gustaría que cuando lean estas letras, sólo pudiéramos decir que estamos en PAZ.
           
Hasta la próxima.

            Paco Mira


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